Cloacas malolientes
Las cámaras de Diputados y Senadores de la República del Paraguay solían ser representativas. Se han rebajado tanto que hoy son y huelen a cloacas, cámaras sépticas; en criollo, pozos ciegos malolientes.
Estas cloacas están cargadas con complicidad, encubrimiento, connivencia, delitos, violación de la ley, impunidad e inmunidad; es el reflejo del concubinato con las injusticias e ilegalidades, una inmundicia. Con honrosas excepciones de algunos diputados y algunos senadores, la mayoría se presta a contubernios que tienen que ver con atracos al orden legal, a la Constitución Nacional; encubrimientos de delincuentes y sus delitos cometidos. De a poco van pareciéndose más a un aguantadero que a cámaras del Poder Legislativo.
El tufo maloliente que despiden quienes dicen representarnos se puede oler desde cualquier parte. Soberbios, indolentes, despreciables, indignos con su investidura, ruines, infames y repugnantes. Salvan las miserabilidades ajenas porque temen ser condenados por las suyas propias, y en ese vaivén de “yo te salvo, vos me salvás” arrastran nuestra democracia hacia un vertedero.
Les pagamos privilegios que la mayoría del pueblo no conoce: Salarios altos, bonificaciones, seguros médicos vip, secretarias, viajes, viáticos, combustible, camionetas, bocaditos y vacaciones. Lo hacemos con la esperanza de que ejerzan mínimamente con honorabilidad, ya que hace tiempo nos resignamos a que no lo hagan con ciencia.
Estas cloacas cuentan con la existencia de una ciudadanía indolente. ¿Qué ha pasado con nosotros los paraguayos en estos últimos cinco años?
Nada parece haber quedado de aquellos días del 2013 cuando los paraguayos nos pusimos de pie y nuestras voces tronaron. El 14 de noviembre de ese año, #Los23 senadores salvaron al senador Víctor Alcides Bogado de ser investigado por la Fiscalía Anticorrupción por el caso de la niñera de oro, un caso exactamente igual al de Ibáñez.
Ese salvataje maloliente de Bogado despertó la indignación ciudadana en un grado tal que todo se disparó como reguero de pólvora. Ese año, Caacupé recibió a sus peregrinantes con un enorme cartel donde NO se daba la bienvenida a ninguno de los 23 senadores que habían salvado a Víctor Bogado. Ni a Víctor Bogado, obvio.
La Costanera se vistió de rojo-blanco y azul en marchas bulliciosas, se cerraron puertas de comercios, sanatorios, universidades, cines, restaurantes, peluquerías, shoppings a los cómplices y encubridores del senador Bogado. No importaba el tamaño del negocio y menos la importancia de la clientela, los servicios, bienes y productos se restringieron públicamente. Los escraches se reprodujeron como hongos y los 23 senadores cómplices tuvieron que rectificar rumbos y despojar de sus fueros a Bogado.
Han pasado cinco años y la situación con José María Ibáñez es exactamente igual a la de Bogado... pero la indignación está –con honrosas excepciones– en las redes. Nos creemos ídolos por pasarnos los memes con sus gestos y sus caras, burlarnos y reírnos... pero en realidad, son ellos quienes se ríen, y a ¡carcajadas! del pueblo que los mantiene.
Jaku’éke lo mitã. Del 2013 a ahora han pasado cinco años nada más... ¡son los mismos bandidos y somos la misma Patria!