Nefasta herencia deja Horacio Cartes en Yacyretá.
Sin importarle un bledo los reclamos de amplios sectores de la sociedad, como la Conferencia Episcopal Paraguaya y los gremios empresariales, estudiantiles y campesinos, el presidente Horacio Cartes –con la tácita complicidad de su sucesor, Mario Abdo Benítez– ha procedido a promulgar la ley que aprueba las dos notas reversales que condensan el cuestionado acuerdo Cartes-Macri y que modifican sustancialmente el Tratado de Yacyretá, por cuanto convalidan la grosera violación del mismo por parte de los Gobiernos argentinos, en sus más de 40 años de vigencia. Aunque se la esperaba, la decisión presidencial ha hecho recrudecer la indignación ciudadana por lo que la gente considera una vil entrega de la soberanía paraguaya. De esta forma, la ciudadanía está cada vez más convencida de que ya no cabe esperar que nuestras autoridades (de los tres Poderes del Estado) defiendan motu proprio los intereses paraguayos en las entidades binacionales, como están obligadas, y que, por tanto, debe ser ella quien lo haga. Ese histórico desafío debe ser encarado desde ya por todos los estamentos dignos de la sociedad, asumiendo la vanguardia de esa causa nacional.
Sin importarle un bledo los reclamos de amplios sectores de la sociedad, como la Conferencia Episcopal Paraguaya y los gremios empresariales, el presidente Horacio Cartes
–con la tácita complicidad de su sucesor, Mario Abdo Benítez– ha procedido a promulgar la ley que aprueba las notas reversales NR 6/14 y NR 2/17, que condensan el cuestionado acuerdo Cartes-Macri y que modifican substancialmente el Tratado de Yacyretá, por cuanto convalidan la grosera violación del mismo por parte de los Gobiernos argentinos, en sus más de 40 años de vigencia.
Aunque se la esperaba, la decisión presidencial ha hecho recrudecer la indignación ciudadana por lo que la gente considera una vil entrega de la soberanía paraguaya.
Indignación que sataniza también al Gobierno argentino, al que la opinión pública nacional califica como depredador histórico de la soberanía paraguaya, tanto desde el punto de vista terrestre como fluvial, en directa alusión a la guerra genocida de la Triple Alianza y su continuación a posteriori por medios menos violentos, aunque siempre lesivos, como las recurrentes trabas a la navegación por el río Paraná a las embarcaciones con bandera nacional y al ingreso de productos nacionales, y los continuos despojos a nuestro país en la usina compartida.
Aunque un país soberano puede reclamar lo que considera injusto en su trato con otros Estados, en el caso de las usinas hidroeléctricas binacionales, aunque nos duela, los paraguayos y las paraguayas debemos admitir que los asaltos a nuestros legítimos intereses en la explotación comercial de las mismas han sido tolerados por nuestros gobernantes y negociadores, que han cedido a las angurrias de nuestros socios, presumiblemente mediante estímulos crematísticos, sin aprovechar, como corresponde, nuestra ventaja geopolítica de socio “indispensable”, que nos otorga la misma palanca de poder soberano como el que ellos cuentan como países más grandes.
En consecuencia, no es culpa de la Argentina ni del Brasil que los codiciosos e inoperantes gobernantes paraguayos que se han sucedido tras el fin de la dictadura stronista hayan fracasado al no preparar al país para sacar gradual provecho de la bonanza de contar con abundante energía eléctrica en dichas usinas, atrayendo inversión extranjera directa interesada en la instalación de industrias que generen los puestos de trabajo que hoy faltan en el país, obligando al éxodo de compatriotas a la Argentina, España y otros países.
Es justo reconocer que en el contexto de las relaciones internacionales todos los Estados tienen el legítimo derecho de buscar ventajas para su propio beneficio. Pero en el caso de nuestras relaciones bilaterales con Argentina y Brasil, a nuestros gobernantes de la era democrática les han faltado sistemáticamente patriotismo e inteligencia para discernir que la amistad entre dos naciones es invariablemente de conveniencia recíproca, relación en la que priman los intereses y no los sentimientos filantrópicos.
En el caso que nos ocupa, la Argentina se está llevando una vez más todo el beneficio en juego, como claramente se aprecia en el acuerdo Cartes-Macri, que el primero les deja a los paraguayos cual candente “pelota tata” como nefasta herencia. Todo el provecho consagrado en el documento es para la Argentina, y nada para el Paraguay. El supuesto beneficio de la construcción de una nueva central en el Brazo Aña Cua, que se nos presenta como una conquista, es en realidad una estafa, porque ahora se construirá como obra binacional una que debería ser netamente paraguaya, pues el lugar de emplazamiento del proyecto está íntegramente en nuestro territorio.
Con la renovada entrega de nuestros soberanos intereses en Yacyretá, por parte del Gobierno del presidente Horacio Cartes –y la mirada cómplice del presidente electo–, la ciudadanía está cada vez más convencida de que ya no cabe esperar que desde el Gobierno (los tres Poderes del Estado) nuestras autoridades defiendan motu proprio los intereses paraguayos en las entidades binacionales, como es su obligación, y que, por tanto, debe ser ella quien lo haga.
Ese histórico desafío debe ser encarado desde ya por todos los estamentos dignos de la sociedad, asumiendo la vanguardia de esta lucha patriótica la juventud –estudiosa, campesina y trabajadora– así como los grupos organizados de la sociedad: iglesias, gremios empresariales, laborales, académicos, culturales, deportivos, las ONG, entidades comunales, y otros, sin distinción de preferencias políticas o ideológicas. En cada departamento, en cada municipio debe propagarse como causa nacional no solo la defensa de nuestros intereses en las entidades binacionales, sino también el repudio a las autoridades de los tres Poderes del Estado que pugnan por acceder a esos cargos para aprovecharse de sus canonjías y no para defender a la sociedad ni los intereses patrios.
Con este último acto de entrega de una importante porción de la soberanía paraguaya, con el apoyo de una mayoría de diputados y senadores igualmente vendepatrias, Horacio Cartes irá a su casa este 15 de agosto con el sambenito de la inutilidad y de la falta de patriotismo.
Los ciudadanos y las ciudadanas deben exigir públicamente que rinda cuentas por sus actos.