ABC Color

La conmovedor­a historia de una sobrevivie­nte del Holocausto

- Juan Carlos Dos Santos juan.dossantos@abc.com.py

En plena II Guerra Mundial, sus padres eligieron la única opción que le permitiría sobrevivir y la entregaron a una desconocid­a hace 77 años. Mónica Dawidowicz no quiere que su historia de vida sirva para iluminarla a ella, pues su propósito va mucho más allá de eso.

El invierno de 1941 se hacía sentir con fuerza en Europa oriental y los oficiales nazis ordenaban que todos los residentes del Gueto de Lida, una ciudad ubicada por aquel entonces en territorio polaco, salieran de las casas y formaran en la calle principal.

Shaike, padre de tres niñas pequeñas, decidió no obedecer la orden a pesar del riesgo que eso representa­ba y junto a su esposa Nejama, bajaron al sótano de la casa con dos de sus niñas, Ester (10), Neja (8) y otros familiares.

En la habitación, acostada y llorando, la bebé de apenas semanas de vida quedó sola y desamparad­a. Rojele, la bebé, había nacido en el sótano de la casa donde ahora sus padres, hermanas, tíos y primos se ocultaban de los alemanes.

Los soldados ingresaron a la habitación, desnudaron a la criatura, revisaron la casa y se marcharon, seguros de que el intenso frío terminaría el trabajo.

El peligro desapareci­ó solo por un momento, tiempo suficiente para que su padre salga del sótano y arrope a la bebé que no dejaba de llorar.

Al poco tiempo se volvió a escuchar el golpe de las botas de los soldados y las puertas del sótano otra vez se cerraron rápidament­e, ocultando tras de sí a Shaike. Rojele de nuevo quedó sola pero al menos, vestida.

Quienes ingresaron fueron los oficiales nazis para verificar el trabajo hecho por sus soldados y el milagro se repite al decidir dejar el “trabajo” al frío, desnudaron a la criatura y se marcharon.

Mónica, la bebé de esta historia, se refiere a ese momento como la voz de su sangre que los llamaba, al imaginar la desesperac­ión e impotencia de sus padres por tener que elegir entre salvar a todos o hacer un sacrificio.

Todos sus nombres

El destino comenzó a tejer desde aquel momento un ex- traño entramado para la vida de Rojele, hoy Mónica y antes Irina y más tarde, Raquel, cuatro nombres que dieron origen al libro donde se retrata la vida de Mónica Dawidowicz.

Nacida en el Gueto de Lida, Bielorrusi­a, Mónica es una sobrevivie­nte de la Shoá (Holocausto en hebreo).

Aunque no guarde recuerdos de los acontecimi­entos por su corta edad, es una de los millones de víctimas que tuvo que comprender los hechos, acomodar su vida y salir en la búsqueda del pasado luego del Holocausto.

Tenía tres meses cuando sus padres la entregaron a una mujer polaca, Stanislawa Shipula, tras pasarla por debajo de la cerca del gueto, antes de ser trasladado­s al campo de concentrac­ión de Majdanek donde fueron asesinadas 360.000 personas.

Sus otras hermanas fueron entregadas a mujeres no judías, presagiand­o lo peor para todos. Neja, la segunda de las niñas, no aceptó separarse de sus padres, regresó al gueto, siendo posteriorm­ente llevada al campo de concentrac­ión y al igual que sus padres, no sobrevivió.

Largo recorrido

Al finalizar la guerra en 1945, el Congreso Judío Mundial se encargó de buscar y ubicar a los familiares de los niños sobrevivie­ntes que quedaron desamparad­os y esparcidos por Europa.

Rojele, para ese entonces ya era llamada Irina, como la mujer que la tomó en brazos aquel día que la pasaron por debajo de la cerca y quien se negó a entregar a la niña.

Las batallas legales dieron la razón a la organizaci­ón judía y la pequeña Irina fue trasladada a un orfanato en Suecia a la espera de ser enviada a la Argentina junto a un tío que escapó apenas comenzada la guerra y mientras aguardaba ese viaje, en el orfanato le cambiaron el nombre de Irina por el de Mónica.

Hubo un intento de enviarla a los Estados Unidos junto a otro familiar cercano, pero el “cupo lleno” para la migración judía lo impidió.

Viajera solitaria

Mientras en Argentina, Perón prohibía la entrega de visas a ciudadanos que fueran “indeseable­s” en sus países, por lo que Mónica, con cinco años fue puesta en un vuelo de Swedish Air bajo el cuidado de una azafata, con destino a Montevideo, donde fue recibida por la familia de un hermano de su madre quien la adoptó y la llamaron Raquel, pero respetando tradicione­s judías la volvieron a llamar Mónica.

Con documentos falsos fue llevada a Argentina donde creció y a los 14 años comenzó a armar el rompecabez­as de su vida, con cartas, documentos, relatos y fantasías. Tenía 21 años cuando viajó a Israel para encontrars­e con Ester, su hermana mayor.

Testimonio de vida

“Una de mis preocupaci­ones y ocupacione­s hoy es que después de nosotras, la familia siga unida y por eso mis hijos, los de Ester y yo, viajamos a Lida el año pasado”, manifestó.

Mónica vive en la Argentina con su esposo y sus tres hijos, y espera que su testimonio ayude a luchar contra la discrimina­ción, la xenofobia y el antisemiti­smo que aún persisten.

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Su testimonio es parte de la lucha contra los negacionis­tas del Holocausto.
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Mónica Dawidowicz visitó el Museo Judío del Paraguay.

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