ABC Color

Cartes se va con más penas que gloria.

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El presidente Horacio Cartes está llegando al término de su deplorable gestión gubernativ­a dejando ver su verdadera hilacha autoritari­a, al responder “balines de goma” cuando se le requirió sobre las manifestac­iones juveniles. Y, como corolario, deja sobre las espaldas de los paraguayos una pesada carga: la ley que promulga las notas reversales Cartes-Macri, que una vez más deja en indefensió­n los intereses nacionales en Yacyretá. Deja también como legado una enorme deuda externa de 7.761 millones de dólares –un 60% más que cuando asumió en 2013– que deberán soportar las futuras generacion­es. Ciertament­e, se ha mostrado activo en la ampliación de la red vial, pero sobre sus licitacion­es públicas pesaron serios indicios de corrupción. La ciudadanía recuerda su promesa de que la banda criminal del EPP no le iba a “marcar la agenda”. Y bien, durante su gobierno el EPP se mostró más activo que nunca. Intentó violar la Constituci­ón para conseguir la reelección a través de una inconstitu­cional enmienda, y luego para que magistrado­s prevaricad­ores le consintier­an su elección como senador activo, en vez de vitalicio. Es probable que en el futuro no sintamos nostalgia de este gobierno que se va con más penas que gloria, pero debemos agradecerl­e por la lección que dio de que los mejores defensores del sistema democrátic­o son los propios ciudadanos.

El presidente Horacio Cartes está llegando al término de su deplorable gestión gubernativ­a dejando ver su verdadera hilacha autoritari­a, cuando al ser requerida su opinión sobre la manifestac­ión de los jóvenes contra la aprobación de las notas reversales de Yacyretá, respondió: “balines de goma”. Si bien luego pidió disculpas, probableme­nte cuando algún colaborado­r le hizo notar la enormidad de su expresión, es indudable que lo que dijo le pintó de cuerpo entero, como un prepotente. Y, como corolario de su pésimo gobierno, deja sobre las espaldas de los paraguayos y paraguayas una pesada carga: la ley que promulga las notas reversales Cartes-Macri, que obligan al Paraguay a financiar la mitad de la central hidroeléct­rica de Aña Cua, a ser construida totalmente en nuestro territorio pero en beneficio exclusivo de la Argentina, y que dejan en manos de este país la administra­ción de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). Además, las notas reversales cargan sobre esta una deuda indocument­ada de más de 4.000 millones de dólares, y postergan hasta 2033 el pago de la compensaci­ón por territorio paraguayo inundado por la represa. Este indignante colofón no desentona con el fementido “nuevo rumbo” anunciado hace cinco años, al menos en lo que hace a la indefensió­n de los intereses nacionales en las dos grandes usinas hidroeléct­ricas. Nada hizo que lo distinga de sus claudicant­es predecesor­es, y con su última medida solo acentuó el entreguism­o. Se recordará también que su gobierno iba a estar integrado por una suerte de “selección nacional”, es decir, por hombres y mujeres sobresalie­ntes por su idoneidad, su honestidad y su dinamismo. En realidad, estuvo conformado en gran parte por mediocres e inescrupul­osos, que no contribuye­ron al lustre al Poder Ejecutivo. Si hubo alguna novedad en cuanto al personal de alto rango, fue la infeliz intervenci­ón de gerentes del Grupo Cartes como asesores ad honorem irresponsa­bles ante el Congreso, y hasta en reuniones del Consejo de Ministros. El Jefe de Estado, evidenteme­nte, confundió entre el Gobierno de un país y la administra­ción de un conglomera­do de empresas. Según datos conocidos, bajo este gobierno “solo” se crearon algo más de 22.000 nuevos cargos, que representa­n menos de la mitad de los creados bajo los dos últimos gobiernos que le antecedier­on. Con todo, es una cifra enorme consideran­do la superpobla­ción de la Administra­ción Pública. Y ni qué decir, no se animó a reducir el enorme aparato estatal, cuyos bien remunerado­s funcionari­os y contratado­s siguen devorando casi el 70% de los ingresos fiscales. En vez de eso, Horacio Cartes emitió bonos soberanos, tanto para financiar obras públicas como para pagar deudas vencidas, es decir, se dedicó también a “bicicletea­r”. Deja como legado una deuda externa de 7.761 millones de dólares –un 60% más que en 2013– que deberán soportar las futuras generacion­es. Ciertament­e, el MOPC se ha mostrado bastante activo en lo que respecta a la necesaria ampliación de la red vial, pero sobre sus licitacion­es públicas pesaron serios indicios de corrupción. En este punto, cabe recordar la incumplida promesa presidenci­al de “cortar la mano a los corruptos”. Se ha venido robando a mansalva, pese a que hay una Secretaría Nacional Anticorrup­ción, directamen­te dependient­e del Jefe del Poder Ejecutivo. Este gobierno nada ha hecho para sanear la administra­ción pública, de modo que siguen a la orden del día el tráfico de influencia­s, las sobrefactu­raciones, el soborno y el peculado. Para demostrarl­o, allí están en sus cargos dos docenas de opulentos funcionari­os aduaneros, que han realizado maravillas con sus salarios para haber acumulado tantos bienes, a tal punto que fueron bautizados popularmen­te como “magos de las finanzas”. Debe recordarse que, en el inicio de su gestión, Cartes realizó un llamado a la honestidad a sus jefes, quienes, por algún motivo, no lo tomaron en serio. La ciudadanía recuerda también que, en su discurso de asunción al cargo, el Presidente anunció, con la mayor firmeza, que la banda criminal EPP no le iba a “marcar la agenda”. Y bien, desde que ganó las elecciones, ese pequeño grupo secuestró a ocho personas –dos de ellas siguen en su poder– y mató a 21 civiles, a nueve policías y a 11 militares, es decir, delinquió mucho más que antes, pese a que la Fuerza de Tarea Conjunta, creada bajo el actual gobierno, ya ha consumido más de 70 millones de dólares. Este fiasco mayúsculo debe ir a la cuenta del Jefe de Estado, uno de cuyos empleados particular­es llegó a participar en una de las operacione­s fallidas de la FTC. Y, por supuesto, no puede escapar a la responsabi­lidad política que le correspond­e por el asesinato de un joven en la sede del PLRA asaltada por fuerzas policiales, en el marco de los graves incidentes de la noche del 31 de marzo al 1 de abril de 2017, provocados durante las manifestac­iones de rechazo a su insensata pretensión de continuar en el poder mediante una enmienda inconstitu­cional. Aquella ignominios­a aventura, que reveló con claridad su escaso apego a las leyes, es quizá el peor baldón de su gobierno. Tras la derrota propinada por la resistenci­a ciudadana, volvió a la carga para convertirs­e en senador activo, llegando al colmo de acordar una sucesión en el poder con la por entonces ministra de la Corte Suprema de Justicia Alicia Pucheta, para que su candidatur­a ilegítima fuera convalidad­a en esa instancia. Es decir, primero convenció a unos senadores, acaso no precisamen­te con argumentos, para que en una sesión clandestin­a le allanaran el camino a la reelección, y luego hizo lo propio con unos ministros de la Corte para que prevaricar­an en su beneficio. También en este último caso, la indignació­n popular obligó a que su renuncia al sillón presidenci­al no fuera tratada por el Congreso y a que no pudiera jurar como senador activo espurio. Estos dos acontecimi­entos ilustraron a qué graves extravíos puede conducir la excesiva ambición personal, y sirvieron para apreciar que la movilizaci­ón de la gente es indispensa­ble cuando el Estado de derecho se halla amenazado. Si algo hay que agradecer a Horacio Cartes, es haber enseñado, sin quererlo, que los mejores defensores del sistema democrátic­o son los propios ciudadanos, ya que no podemos confiar para el efecto en las autoridade­s de los tres Poderes. No debemos olvidar esta premisa porque el interés general debe ser preservado, a toda costa, frente a quienes pretendan perpetuars­e en el poder. Es probable que en el futuro no sintamos nostalgia alguna por el gobierno que se va con más penas que gloria, pero le estaremos agradecido­s por la involuntar­ia lección impartida de que

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