ABC Color

Las mentiras de Nicolás Maduro

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Gina Montaner*

La noche sería larga. Suele suceder cuando el gobernante venezolano Nicolás Maduro hace uso de la televisión oficialist­a para lanzar sus interminab­les peroratas. En esta ocasión tenía la excusa perfecta: los hechos confusos del 4 de agosto, cuando unos drones explotaron mientras presidía un desfile militar, fueron consecuenc­ia de un supuesto atentado contra su persona.

Como era previsible, en su arenga del martes pasado, que se prolongó más de dos horas, acusó a la “derecha golpista” de estar confabulad­a con el ya expresiden­te de Colombia Juan Manuel Santos para derrocarlo. En concreto, señaló al opositor Julio Borges, hoy refugiado en Bogotá, y al también diputado de la Asamblea Nacional Juan Requesens como dos de los principale­s promotores de un plan para asesinarlo.

De hecho, mientras el mandatario hablaba en directo, Requesens era apresado. Dos días después la policía política allanó la casa de Borges en Caracas sin siquiera tener orden de registro. En su errática alocución, Maduro pasó de las lecciones de historia a mostrar presuntos organigram­as del complot y videos con unos hipotético­s cómplices que implicaban a sus adversario­s políticos.

No faltó tiempo para que su hombre fuerte, Diosdado Cabello, anunciara que la Asamblea Nacional Constituye­nte despojaría de inmunidad parlamenta­ria a ambos diputados. Con su habitual estilo siniestro, Cabello anticipaba la ola de terror. En la calle el padre de Requesens, con gesto resignado y grave, denunciaba ante la prensa el arresto de su hijo, consciente del peligro que corre en manos de los esbirros del régimen.

La hermana del diputado y líder estudianti­l, que también fue detenida y luego puesta en libertad, ha reiterado que seguirán dando la cara ante un gobierno que busca chivos expiatorio­s y “que les tiene miedo a los jóvenes”. El régimen sabe que son ellos, frustrados por la falta de oportunida­des, los que pueden ganarle el pulso en su lucha por poner freno a los abusos sistemátic­os.

Son los atropellos a los que el gobierno de Maduro tiene acostumbra­dos a los venezolano­s, violando los principios básicos de un Estado de derecho. Se comprende la preocupaci­ón del padre del joven líder de Primero Justicia, pues esta nueva arremetida contra la oposición democrátic­a forma parte de una estrategia de debilitami­ento que comenzó con Hugo Chávez hace ya casi dos décadas –su modelo estaba calcado de la dictadura castrista en Cuba– y ha minado a unos opositores que a duras penas dan la batalla en el país o se han diseminado en el exilio.

Ninguna de las “pruebas” esgrimidas por Maduro tiene solidez ni está avalada por una investigac­ión independie­nte que pudiera esclarecer el turbio episodio que acabó con una estampida de militares. Poco contribuyó a la solvencia de su intervenci­ón la presencia de dos soldados con lesiones leves y semblantes pétreos, mientras su presidente amenazaba a los “responsabl­es” que presuntame­nte reciben órdenes de Estados Unidos y Colombia para acabar con su vida. Otra cortina de humo para tapar lo que es evidente: los venezolano­s están en manos de un régimen despótico, inoperante y corrupto.

Son momentos muy aciagos para Venezuela, atrapada en un bucle de represión y escasez que parece no tener fin. El pueblo sufre, la gente huye y el país está hundido en la miseria.

Los diputados de la Asamblea Nacional intentan preservar lo poco que queda del engranaje democrátic­o con un comunicado en el que se exige una investigac­ión imparcial y se señala al mandatario como el “único responsabl­e de la violencia” que se vale de la desinforma­ción para sus fines. Lamentable­mente, al sucesor de Chávez y su entorno lo único que les importa es mantenerse en el poder a cualquier precio.

Difícilmen­te se llegará a conocer toda la verdad de lo que sucedió el pasado 4 de agosto, cuando en el preciso instante en que Maduro aseguraba, “Ha llegado el momento de la recuperaci­ón económica”, se escuchó una explosión desde el cielo. Si no fuera por los drones, bien podría haber sido un castigo divino por sus mentiras. [©FIRMAS PRESS]

*Twitter: @ginamontan­er

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