La participación contra la ucronía
Marcos Cáceres Amarilla
La ucronía es un género literario en el que se construye una historia a partir de establecer que un acontecimiento importante en el pasado lejano sucedió de forma diferente a cómo ocurrió en la realidad y especular o fantasear sobre sus consecuencias.
El escritor norteamericano Ray Bradbury describe en el cuento “El ruido de un trueno” (“A sound of thunder”) un futuro en el que los seres humanos pueden viajar en el tiempo hasta la prehistoria, para hacer safaris, con la consigna de no alterar nada del ambiente durante su visita. Sin embargo, un personaje, sin querer, aplasta una mariposa antediluviana. Al retornar a su tiempo, descubren que esa mínima perturbación zoológica motivó un desastroso cambio político.
Pensando en nuestro país, yendo más cercano en el tiempo, imaginemos que Santiaguito Peña hubiera ganado la elección interna colorada a presidente y Horacio Cartes al Senado.
Las especulaciones sobre lo que hubiera ocurrido entonces son muchas. Hay quien cree que, en ese contexto, el proyecto de HC hubiera sido imparable. El expresidente tal vez se habría convertido en senador sin dificultades y se hubiera instalado una suerte de dinastía administrativa cartista, con la confirmación en sus cargos de la mayoría de los ministros anteriores.
Los parlamentarios cartistas hubieran sido amos y señores en el Poder Legislativo. El malogrado González Daher hasta quizás volvería triunfante al Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, a seguir operando a su antojo. José María Ibáñez se hubiera convertido al cartismo para encontrar protección y continuar frescamente instalado, dando cátedras de moral y buenas costumbres.
Todos los actores políticos colorados que vemos en primera línea del poder, comenzando por Mario Abdo Benítez, hubieran pasado al más remoto ostracismo, sin ninguna incidencia. En la práctica, el Partido Colorado se convertiría en el partido cartista. No hubiera habido ninguna fuga en sus filas. Al contrario, varios dirigentes que abandonaron a Cartes en su última etapa hubieran vuelto cabeza gacha, implorando clemencia.
A esta altura, estaríamos enfrascados en discutir sobre la Convención Constituyente para instalar la reelección y abrir la vía a Cartes en 2023.
La oposición se hubiera dividido mucho más de lo que lo está ahora y un sector importante de sus dirigentes habrían pasado a ser prácticamente apéndices del cartismo.
Una alternativa, no del todo desechable a este panorama, es que el triunfo de Peña y Cartes en la interna oficialista, hubiera causado el abroquelamiento de la oposición interna y externa al Partido Colorado junto al electorado independiente y se hubiera, tal vez, consumado su derrota. Esto motivaría, de hecho, otras consecuencias en la ANR, instalando una crisis de impredecibles derivaciones.
Este ejercicio de imaginación y especulación queda de lado ante la realidad. Huelga decir que, si nada de lo que describimos pasó, no se debe a la casualidad o a alguna intervención sobrenatural sino, sencillamente, a que una buena parte de la ciudadanía, con sus votos, con su actividad en las redes sociales, con su movilización continuada y firme, se expresó y decidió el rumbo a seguir.
Como ocurre en momentos históricos, evidentemente los paraguayos y paraguayas no se pusieron todos de acuerdo en lo que querían para el país pero sí hubo una mayoría que tenía claro lo que ya no estaba dispuesto a seguir aguantando.
Queda mucho por hacer, pero es una buena noticia que la gente esté tomando conciencia de que su opinión y sus acciones convincentes les mueven el piso y hasta el peluquín a algunos corruptos consuetudinarios.