ABC Color

La verdad

- Clara Aracelli Leguizamón

Cuando un católico habla de “la verdad”, pero defiende a su iglesia y pasa por alto los casos de pederastia, esto prácticame­nte lo convierte en cómplice de los abusos sexuales perpetrado­s en todo el mundo por sus “santos líderes” representa­ntes de ese Dios que guarda silencio en su cruz de plástico hecho en China.

Ni menciono otras atrocidade­s de la historia cometidas por la iglesia, ni siquiera me remonto al pasado, ya que el encubrimie­nto de violacione­s se da hoy día, pero arrastrado desde hace siglos. Lo más alarmante es que estos actos están más presentes en países subdesarro­llados donde la población, de forma contradict­oria, es más devota y moralista, para ser más precisos, Paraguay cuenta con un aproximado de 90% de religiosos a nivel país, a esa cifra le acompaña el primer puesto en corrupción y las tasas más altas de analfabeti­smo absoluto y funcional de la región, también con una triste presencia de mala alimentaci­ón.

Esto me lleva a pensar en: ¿Será que a los fieles católicos se les puede exonerar de toda culpa y toda responsabi­lidad alegando que apoyan ciertas cuestiones por ignorancia y falta de desarrollo crítico? ¿Se les puede exculpar por vivir en un país que otorga una escasa o nula formación educativa que crea personas con bajas capacidade­s cerebrales? ¿A los religiosos se les podría tolerar como personas con deficienci­as mentales por la deplorable alimentaci­ón o el paupérrimo sistema de salud? ¿O son personas sanas que no conocen la empatía y se esconden en una doble moral? ¿O son fascistas vestidos de amor?

Extrañamen­te, esa gente nunca habla de esto, prefieren inclinarse a otras cuestiones con la excusa de “pecado”, “vida”, “niños”, y por supuesto, la palabra que nunca falta en la boca de esta gente ignorante o hipócrita es “LA VERDAD”. Cualquier persona tiene derecho a creer o seguir lo que desee, pero cuando esa persona promueve, apoya y protege a una institució­n que violó y sigue violando a niños y adolescent­es, es porque directamen­te avala la pederastia.

Vemos en la historia que los nazis contribuye­ron con avances positivos como las campañas antitabaco, los beneficios sociales, sis- temas conectores de autopistas, protección a los animales mamíferos, a los crustáceos, etc.; pero también fueron genocidas. Y me pregunto: ¿A los nazis se les reconoce por sus buenos o malos actos? ¿Será que a los nazis se les puede perdonar los crímenes que cometieron, argumentan­do que otorgaban beneficios a su propia comunidad alemana, incluso para el mundo? ¿Si una persona se declara neonazi, será visto como un activista de derechos de crustáceos, o un enfermo que valida los millones de muertes de judíos, un irresponsa­ble que omite la historia y un cínico que desmiente la existencia de la cámara de gas?

La única verdad que los católicos rezan es la indiferenc­ia. La razón es la misma, no les importa la vida, ni los niños, ni esa verdad que tanto pisotean. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los nazis y la iglesia? ¿El fascismo? ¿Los genocidios? ¿Las violacione­s de derechos humanos? ¿Cuál es la diferencia entre los neonazis y los católicos? ¿La vista gorda a la verdad? ¿El apoyo y las omisiones de actos inhumanos? ¿El grito de supuesta supremacía? Quizás no existe ninguna diferencia.

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