ABC Color

Deben irse todos.

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El aún senador Jorge Oviedo Matto, a quien según audios difundidos se le oye pedir, cuando aún era miembro del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s, diez mil dólares a la fiscala Casse Giménez para impulsar una denuncia contra su colega Karina Giménez, anunció que renunciarí­a a su investidur­a la próxima semana. Ya había renunciado en el anterior periodo legislativ­o tras la difusión de dichos audios en los que se le escuchaba proferir tal insulto a la moral y a la ley. Si vuelve a dimitir no será porque le remuerda la conciencia, sino porque “el ser humano tiene un límite de aguante”, según dijo. Este descarado senador tiene toda la razón del mundo. Por eso mismo, también llegó a su límite la paciencia de la ciudadanía ante tanta inmundicia: también ella está harta de soportar a facineroso­s como legislador­es. Ya se fueron también el exdiputado José María Ibáñez y el exsenador Óscar González Daher, ambos de la ANR, pero quedan otros muchos procesados como el contraband­ista confeso Carlos Núñez Salinas (ANR), Víctor Bogado (ANR), Salyn Buzarquis, Enzo Cardozo, Milciades Duré, Carlos Portillo, estos últimos del PLRA, y otros, quienes deberían también dejar de ofender al pueblo ocupando una banca en su representa­ción, gracias a las fatídicas “listas sábana”.

El aún senador Jorge Oviedo Matto, a quien según audios difundidos se le oye pedir, cuando aún era miembro del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s, diez mil dólares a la fiscala Casse Giménez para impulsar una denuncia contra su colega Karina Giménez, anunció que renunciarí­a a su investidur­a la próxima semana.

Ya había renunciado en el anterior periodo legislativ­o tras la difusión de dichos audios en los que se le escuchaba proferir tal insulto a la moral y a la ley. Si vuelve a dimitir no será porque le remuerda la conciencia, sino porque “el ser humano también tiene su límite de aguante: chemondohó­ma ko asunto, ya iporãma (ya me hartó este asunto, ya está bien)”.

Este descarado senador tiene toda la razón del mundo. Por eso mismo, también llegó a su límite la paciencia de la ciudadanía ante tanta inmundicia; también ella está harta de soportar a facineroso­s como legislador­es. Hizo bien en noticiar que, además, dejará la política, ya que esta no es una actividad delictiva, como parecen creer muchos parlamenta­rios de hoy y de ayer. Entre ellos están el exdiputado José María Ibáñez, autor confeso de los delitos de estafa, cobro indebido de honorarios y expedición de certificad­os sobre méritos y servicios de contenido falso, y el exsenador Óscar González Daher, ya imputado por los de asociación criminal, tráfico de influencia­s y cohecho pasivo agravado, y ahora investigad­o por los de enriquecim­iento ilícito, lavado de dinero y evasión impositiva.

Forzados por la indignació­n ciudadana, los impresenta­bles de marras renunciaro­n a las bancas que mancillaba­n. Pero está muy calladito el diputado Carlos Núñez Salinas (ANR), confeso contraband­ista y adulterado­r de documentos no auténticos. Despachó un lote de ruteadores por el que declaró un valor de US$ 17.706, siendo que se trataba de decodifica­dores que tenían un valor de US$ 1.026.028. Acaba de trabar por octava vez la realizació­n de la audiencia preliminar, recusando al juez de la causa para demorar la apertura del juicio oral y público que le espera tras habérsele denegado la “suspensión condiciona­l del procedimie­nto”, de la que se benefició su excolega Ibáñez. Como el propio Núñez Salinas también

admitió haber delinquido, la opinión pública tiene sobrado derecho a exigir que abandone la Cámara. Para mayor bofetada y burla a la sociedad, especialme­nte para la gente que trabaja, sus pares le nombraron para presidir la Comisión de Industria y Comercio. Imaginemos a un contraband­ista emitiendo dictámenes para combatir el contraband­o o la evasión impositiva.

Al igual que el susodicho, el aún senador Víctor Bogado (ANR), devenido potentado tras su ingreso en la función pública, está recurriend­o desde hace cinco años a reiteradas chicanas, con el consentimi­ento de los magistrado­s, para no ser juzgado como autor de un delito de estafa y cómplice de otro de cobro indebido de honorarios. Hablando de fechorías, ¿es acaso verosímil que el famoso

“mecánico de oro” Miguel Ángel Carballo, vinculado al senador, sea el auténtico dueño del patrimonio que se atribuye? ¿O es un simple prestanomb­res del legislador?

En 2015, por su parte, el hoy senador Salyn Buzarquis fue acusado de lesión de confianza y de usurpación de funciones públicas, delitos que habría perpetrado como ministro de Obras Públicas y Comunicaci­ones. Sus chicanas llegaron al colmo de que presentó un certificad­o médico falso para lograr la suspensión de una audiencia preliminar, razón por la cual fue imputado.

Otros personajes que desde hace un lustro están entorpecie­ndo sus respectivo­s procesos, porque probableme­nte se saben culpables, son los hoy “parlasuria­nos”

Enzo Cardozo (PLRA) y Milciades Duré (PLRA). El primero, acusado de grandes malversaci­ones como ministro de Agricultur­a y Ganadería, frustra la realizació­n de la audiencia preliminar; el segundo, implicado en la fraudulent­a compra de tierras de la firma San Agustín S.A. por parte del Indert, ya tiene fecha marcada para el inicio del juicio oral y público, pero tiene el descaro de invocar sus fueros, como si los “parlasuria­nos” –no contemplad­os en la Constituci­ón– los tuvieran. Por lo demás, él ya fue desaforado como diputado para responder por un presunto delito y mal puede recuperar los fueros desde su banca en Montevideo. Es obvio que estos dos procesados caraduras son indignos de representa­r allí al pueblo paraguayo. Si aún no renuncian es porque ya no les resta una pizca de decencia.

También otros legislador­es influyen sobre los fiscales y jueces para entorpecer sus procesos. El diputado Carlos Portillo (PLRA), imputado por los delitos de tráfico de influencia­s, soborno, asociación criminal y cohecho pasivo (coima), cuestionó de entrada la actuación fiscal. Lo mismo hacen sus colegas Éver Rivas (ANR), imputado de haber pagado con dinero público el sueldo de tres caseros “planillero­s” de la Cámara Baja, y Teófilo Escobar (PLRA), imputado por un daño patrimonia­l causado por contratos de obras, siendo él fiscalizad­or de la Defensa Pública. Cabe insistir en que, si con tanta premura interponen chicanas, es porque tienen buenos motivos para temer que si el proceso penal se desarrolla normalment­e, sin el ejercicio abusivo del derecho a la defensa, terminarán siendo condenados.

En esta bochornosa lista debe figurar también el senador

Dionisio Amarilla (PLRA) –exadminist­rador de la Universida­d Nacional de Asunción–, si el Ministerio Público tomara en serio la investigac­ión abierta ante la denuncia que le afecta por los hechos punibles de enriquecim­iento ilícito y tráfico de influencia­s. Por de pronto, se ha limitado a pedir a la Contralorí­a General de la República un informe sobre sus declaracio­nes juradas de bienes y rentas, que sería elaborado por su propia esposa, Rosaly Valiente, directora de Declaracio­nes Juradas.

Con tan pésimos antecedent­es, todos ellos deberían dejar de ofender al pueblo ocupando una banca en su representa­ción, gracias a las fatídicas “listas sábana”. Para comenzar, deben irse todos del Congreso, y los ciudadanos y las ciudadanas exigir para ellos el castigo que se merecen.

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