ABC Color

Carlos Portillo

- Enrique Vargas Peña evp@abc.com.py

El diputado liberal por Alto Paraná, Carlos Portillo, aparece involucrad­o en asuntos idénticos a aquellos de Óscar González Daher. No existe razón alguna por la que quien haga lo que hacía este sinvergüen­za luqueño deba seguir ensuciando al Congreso.

El alegato, ensayado ya por algunos correligio­narios de Portillo, de que las cuestiones que afectan al diputado son relativame­nte pequeñas es similar al que usó José María Ibáñez para su propia defensa y confirma la estatura intelectua­l y ética de quienes lo esgrimen sin darse cuenta de que todo el país sabe que los sinvergüen­zas empiezan a serlo en cuestiones pequeñas hasta que llegan a grandes. Es cuestión de tiempo y de impunidad que un pequeño sinvergüen­za se convierta en un gran sinvergüen­za.

Portillo no ha sido expulsado aún de la Cámara de Diputados por dos razones igualmente repugnante­s: Primera, por complicida­d de legislador­es colorados involucrad­os en cuestiones que ameritan también la pérdida de investidur­a, como el cartista Tomás Rivas; y segunda y principal, por complicida­d del Partido Liberal Radical Auténtico, que cree que defendiend­o a sus propios sinvergüen­zas puede ganar elecciones o cuotas de poder.

Lo de los cartistas en Diputados se entiende. El grupo Cartes se encargó de imponer al Congreso, mediante las listas de candidatos de su brazo político “Honor Colorado”, al grupo más conspicuo de sinvergüen­zas que haya sufrido nuestra República, una auténtica gavilla de gente como Rivas.

Lo de los liberales es más difícil de entender. Si tuvieran apenas medio dedo de frente, estarían levantando la bandera del cambio moralizado­r y poniéndose al lado del pueblo, de esa enorme mayoría decente de paraguayos que está harta de avivados como Carlos Portillo.

Decir que Carlos Portillo es un “gran dirigente liberal” es idéntico en todo a las afirmacion­es de Santiago Peña con respecto a González Daher. Es confundir el significad­o del concepto político “dirigente” con la construcci­ón de redes prebendari­as, vaciadas de cualquier contenido filosófico, destinadas a tener votos cautivos, el “voto duro”, leal a pesar de la inmoralida­d, de la indecencia.

Los liberales prefieren defender a su propio sinvergüen­za, confirmánd­ole a la gente que paga sus impuestos que no son diferentes a los peores colorados, que son iguales y que el cambio no pasó ni pasará por el Partido Liberal Radical Auténtico.

Honestamen­te, creo que, en los anales de la torpeza humana, pocas veces se habrá registrado una como esta.

Después se preguntan los liberales por qué les cuesta tanto competir en las elecciones con candidatos propios y sin alianzas. La respuesta es muy simple, ellos mismos se encargan de confirmar, con defensas como la que erigen a favor de Portillo, que son más de lo mismo y que en realidad lo que quieren es reemplazar a los prebendari­os colorados por los prebendari­os liberales y nada más.

Como se observa fácilmente con lo expresado hasta aquí, expulsar a Carlos Portillo de la Cámara de Diputados y del Partido Liberal Radical Auténtico sería incluso un acto de inteligenc­ia, de utilidad, además de ser un acto de moralizaci­ón. Sin embargo, lamento no poder alentar optimismo alguno sobre lo que harán los liberales con Portillo.

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