Carlos Portillo
El diputado liberal por Alto Paraná, Carlos Portillo, aparece involucrado en asuntos idénticos a aquellos de Óscar González Daher. No existe razón alguna por la que quien haga lo que hacía este sinvergüenza luqueño deba seguir ensuciando al Congreso.
El alegato, ensayado ya por algunos correligionarios de Portillo, de que las cuestiones que afectan al diputado son relativamente pequeñas es similar al que usó José María Ibáñez para su propia defensa y confirma la estatura intelectual y ética de quienes lo esgrimen sin darse cuenta de que todo el país sabe que los sinvergüenzas empiezan a serlo en cuestiones pequeñas hasta que llegan a grandes. Es cuestión de tiempo y de impunidad que un pequeño sinvergüenza se convierta en un gran sinvergüenza.
Portillo no ha sido expulsado aún de la Cámara de Diputados por dos razones igualmente repugnantes: Primera, por complicidad de legisladores colorados involucrados en cuestiones que ameritan también la pérdida de investidura, como el cartista Tomás Rivas; y segunda y principal, por complicidad del Partido Liberal Radical Auténtico, que cree que defendiendo a sus propios sinvergüenzas puede ganar elecciones o cuotas de poder.
Lo de los cartistas en Diputados se entiende. El grupo Cartes se encargó de imponer al Congreso, mediante las listas de candidatos de su brazo político “Honor Colorado”, al grupo más conspicuo de sinvergüenzas que haya sufrido nuestra República, una auténtica gavilla de gente como Rivas.
Lo de los liberales es más difícil de entender. Si tuvieran apenas medio dedo de frente, estarían levantando la bandera del cambio moralizador y poniéndose al lado del pueblo, de esa enorme mayoría decente de paraguayos que está harta de avivados como Carlos Portillo.
Decir que Carlos Portillo es un “gran dirigente liberal” es idéntico en todo a las afirmaciones de Santiago Peña con respecto a González Daher. Es confundir el significado del concepto político “dirigente” con la construcción de redes prebendarias, vaciadas de cualquier contenido filosófico, destinadas a tener votos cautivos, el “voto duro”, leal a pesar de la inmoralidad, de la indecencia.
Los liberales prefieren defender a su propio sinvergüenza, confirmándole a la gente que paga sus impuestos que no son diferentes a los peores colorados, que son iguales y que el cambio no pasó ni pasará por el Partido Liberal Radical Auténtico.
Honestamente, creo que, en los anales de la torpeza humana, pocas veces se habrá registrado una como esta.
Después se preguntan los liberales por qué les cuesta tanto competir en las elecciones con candidatos propios y sin alianzas. La respuesta es muy simple, ellos mismos se encargan de confirmar, con defensas como la que erigen a favor de Portillo, que son más de lo mismo y que en realidad lo que quieren es reemplazar a los prebendarios colorados por los prebendarios liberales y nada más.
Como se observa fácilmente con lo expresado hasta aquí, expulsar a Carlos Portillo de la Cámara de Diputados y del Partido Liberal Radical Auténtico sería incluso un acto de inteligencia, de utilidad, además de ser un acto de moralización. Sin embargo, lamento no poder alentar optimismo alguno sobre lo que harán los liberales con Portillo.