¿Y qué esperaban?
En alguna que otra ocasión nos han unido las mismas batallas además del glorioso decano. Pero lo que escribió el ex fiscal general del Estado Óscar Germán Latorre el viernes pasado nos dejó atónitos.
Escribió: “Con una errónea concepción del derecho de manifestación se está instalando un verdadero sistema de revocación de poder de facto a través de los escraches”. Agregó: “Estamos entrando en un camino que nos conducirá a una crisis incontrolable y lo más penoso de todo esto es que hay abogados que encabezan estas patotas”. Y dijo más: “Eso es un hecho punible y sería bueno que el Ministerio Público asuma sus roles y deje de lado una irritante conducta contemplativa”.
Quien lo dijo fue ni más ni menos que la cabeza del Ministerio Público del Paraguay. El representante de la sociedad paraguaya ante los órganos jurisdiccionales del Estado para velar por el respeto de los derechos y las garantías constitucionales.
Y una de esas garantías constitucionales que nos asiste está en la Constitución Nacional, Artículo 138: “Se autoriza a los ciudadanos a resistir a dichos usurpadores, por todos los medios a su alcance”.
Pueblo sumiso era el nuestro. Callado y sufrido hasta cuando es violentado. Nos asaltan, saquean, violan y contestamos que así nomás es la vida. Meten presos a inocentes y liberan a culpables y nos conformamos pensando que Dios hará justicia. Presionan a jueces y fiscales y nos consolamos diciendo que algún día se sabrá la verdad.
¿Será que el Dr. Latorre piensa de verdad que quienes renuncian lo hacen porque les molestan el papel higiénico, los 3 x 3 y las cornetas? ¿No será la desvergüenza de casos con inminentes sanciones judiciales que quedaron delatados explícitamente en audios y denuncias corroboradas?
No ha funcionado la justicia, están las pruebas. No ha funcionado el equilibrio de poderes, están las pruebas. Se ha bastardeado el poder corrompiéndolo con dinero, están las pruebas. ¿Y resulta que son los escraches los que molestan? Sería bueno que nos escriban un manual de qué forma hay que manifestarse para no incomodar a sus señorías. Quizá un vía crucis, con rezo y llantos de los estacioneros casa por casa. Piden que no se pierda la compostura cuando ellos han perdido toda vergüenza.
Parafraseando a Copani: “Mientras acá... sopla otro viento / y Uds. tiemblan al ver los barrios en movimiento / Con sus colegas, sus asesores y sus parientes / se repartieron lo que hoy le falta a tanta gente / Su dignidad quedó sepultada adentro de un sobre / y ahora se asustan viendo en la marcha a miles de pobres. / ¿Y qué esperaban? / ¿Que los abracen? / ¿Alfombras rojas y una ovación cuando Uds. pasen? / ¿Y qué esperaban, sus Majestades? / ¿Que los reciban con pompa y fuegos artificiales?
Nos despedimos recordando a Isaías, para aquellos que tratan de someternos con la divinidad: “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo”. ¡Hasta en la Biblia hay escraches a los indignos!