ABC Color

Brisas de esperanza

- Ilde Silvero ilde@abc.com.py

Pese a las duras frustracio­nes de nuestro pasado político, tanto remoto como reciente, las ganas de creer que podemos construir un país distinto y mejor siempre están presentes. Después de esta refrescant­e tormenta de Santa Rosa, hay brisas de esperanzas que ojalá no terminen en el folclórico oparei.

Sería de necios negar la importanci­a de las movilizaci­ones populares en repudio a algunos legislador­es corruptos, imputados por la justicia, como los casos de José María Ibáñez y el poderoso Óscar González Daher, quienes finalmente se vieron obligados a renunciar a sus cargos en el Congreso.

Por supuesto que merecen nuestros aplausos las centenares de personas que todos los días abandonaba­n la comodidad de su hogar y, a veces, en medio del frío y la lluvia, tomaban plazas y calles para exigir la renuncia de los parlamenta­rios indiciados por corrupción hasta lograr dicho objetivo.

También constituye una agradable sorpresa que tanto en Diputados como en el Senado hayan tratado sobre tablas y aprobado en forma favorable en 48 horas el proyecto de derogación de la cuestionad­a y vergonzosa ley de autoblinda­je, obra de los legislador­es del anterior gobierno.

Estas cuestiones no son hechos menores. Teniendo en cuenta décadas de pasividad y conformism­o de nuestra gente ante las arbitrarie­dades y abusos de los gobernante­s, constituye un fenómeno social nuevo y relevante que miles de personas, en la capital y varias ciudades del interior, se manifieste­n públicamen­te en contra de las autoridade­s corruptas y permanezca­n en la vía pública durante días hasta lograr que los sinvergüen­zas se vean obligados a renunciar a sus altos cargos.

Tampoco es común que por lo menos algunos diputados y senadores hayan tomado la iniciativa de renunciar a sus fueros cuando son acusados por algún delito, rechazar algunos privilegio­s que conllevan sus cargos y proponer la derogación de ciertas leyes que les favorecen injustamen­te.

Si nos dejamos llevar por el entusiasmo, podríamos pensar que hemos iniciado una nueva era en nuestra convivenci­a política. En realidad, de tanto en tanto, siempre ha habido grupos de jóvenes revoltosos con deseos de forjar la patria soñada.

Recordemos las revueltas estudianti­les de fines de los 60, las conspiraci­ones antidictat­oriales de mediados de los 70, las

manifestac­iones callejeras –ferozmente reprimidas por la policía– de los estudiante­s de Medicina, Ingeniería y de la UC en los años 85 y 86, las procesione­s religiosas del silencio a finales del 88, la multitudin­aria concentrac­ión de opositores e independie­ntes en marzo del 2006, etc.

Tomemos con satisfacci­ón y esperanza este renacer de la voluntad popular por combatir a los corruptos en el Gobierno y tratar de sanear la administra­ción pública. Pero no nos olvidemos con qué bueyes estamos arando. Las escobas nuevas siempre barren bien. Con los gobiernos sucede lo mismo, pero pasados los dos primeros años ahí suelen aparecer los verdaderos rostros detrás de las máscaras y algunos ídolos de hoy ya no podrán ocultar los pies de barro. Esta golondrina tal vez no haga la primavera.

Así que, tranquilos, empezamos bien, pero aún queda un trecho muy largo por recorrer.

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