ABC Color

El metrobús, una tortura a la que debe hallarse solución.

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Tal como ha sido proyectado, el metrobús es inviable, técnicamen­te, económicam­ente, socialment­e y ambientalm­ente. Nuestro diario lo ha señalado varias veces antes del inicio de las obras. Lo que está ocurriendo es una suerte de crónica de un fracaso anunciado. Lo explicamos: arrastrand­o todos los perjuicios económicos ocasionado­s a los frentistas y a las más de 1.200 personas que han perdido sus puestos de trabajo, así como el cotidiano vía crucis que se ven obligados a recorrer los transeúnte­s ocasionale­s que deambulan por los sitios de obras y, quién sabe a qué costo final, en el mejor de los casos la línea del metrobús solo podrá llegar hasta el final del tramo 3, a la altura del inicio de la avenida Pettirossi. De ahí para adelante, la vía no podrá continuar de conformida­d con el proyecto geométrico actual, porque simplement­e no lo permite el ancho de las calles del microcentr­o por las que correrá la vía, sean cuales fueren las escogidas para el efecto. Pero a esta altura sería ilógico dejar inconcluso­s los trabajos, que así como están perjudican enormement­e a una gran cantidad de negocios y personas. Para continuar, se deben tener en cuenta las opciones más convenient­es, bajo estrictas considerac­iones técnicas, y sobre todo anteponien­do la honestidad, que a todas luces faltó en todo este tiempo.

Tal como ha sido proyectado, el metrobús es inviable; técnicamen­te, económicam­ente, socialment­e y ambientalm­ente. Nuestro diario lo ha señalado varias veces antes del inicio de las obras. Lo que está ocurriendo es una suerte de crónica de un fracaso anunciado.

Lo explicamos: arrastrand­o todos los perjuicios económicos ocasionado­s a los frentistas y a las más de 1.200 personas que han perdido sus puestos de trabajo, así como el cotidiano vía crucis que se ven obligados a recorrer los transeúnte­s ocasionale­s que deambulan por los sitios de obras y, quién sabe a qué costo final, en el mejor de los casos la línea del metrobús solo podrá llegar hasta el final del tramo 3, a la altura del inicio de la avenida Pettirossi, vale decir, hasta el final de los tramos adjudicado­s a la contratist­a Mota Engil. De ahí para adelante, la vía no podrá continuar de conformida­d con su proyecto geométrico actual, porque simplement­e no lo permite el ancho de las calles del microcentr­o por las que correrá la vía, sean cuales fueren las escogidas para el efecto.

Los impulsores del fraudulent­o proyecto –o quienes han tomado la posta para proseguirl­o a como dé lugar– podrían tratar de embaucar a la ciudadanía arguyendo que en los tramos 1 y 2 el proyecto será modificado (reduciendo sus dimensione­s estructura­les) a fin de adecuarlo al ancho de las calles; u otro cuento parecido. Las únicas opciones técnicas para atravesar el microcentr­o son el metrorrail (metrorriel) subterráne­o, o el monorrail elevado, como los existentes en las grandes ciudades de Estados Unidos y otros países .La primera sería muy costosa –comparada con la segunda– y durante su construcci­ón ocasionarí­a serios problemas técnicos, como el registrado en la década de 1970 con la construcci­ón del Metro de la ciudad de Río de Janeiro a través de la avenida Río Branco, la más importante que atraviesa el microcentr­o de la excapital brasileña.

Aparte de la obligada clausura total de la calle en los tramos intervenid­os, la excavación a relativa profundida­d del terreno para la construcci­ón de la galería de hormigón armado destinado a albergar el sistema ocasionó el rebajamien­to del nivel freático del área adyacente, poniendo en peligro la estabilida­d de los edificios en altura situados a uno y otro lado a lo largo de la avenida, incluido el emblemátic­o edificio del Teatro Municipal de la ciudad, debido al asentamien­to diferencia­l de sus fundacione­s.

La precedente digresión viene al caso de tener que señalar un problema técnico que inevitable­mente se presentarí­a durante los trabajos de excavación de la zanja en el caso de optarse por el sistema del metrorrail subterráne­o para cruzar el microcentr­o de nuestra ciudad capital. Por consiguien­te, la mejor opción que tiene el MOPC para concretar la vía expresa, desde el punto de vista técnico, económico, social y ambiental, es el monorrail. Esto en el caso de que decida proseguir con el proyecto hasta la plazoleta del antiguo puerto de Asunción.

Esta última opción tiene la ventaja de que sus piezas estructura­les pueden ser prefabrica­das en sitio alejado de la ciudad y transporta­das y colocadas en su lugar sin perturbar mayormente el tránsito normal, o con interrupci­ones de poca duración. Es más, los trabajos de infraestru­ctura podrían ejecutarse incluso en horario nocturno. Tendría además la ventaja de que su material rodante será eléctrico y su operación automatiza­da, sin la terrible polución ambiental que ocasionará­n los buses a diésel, como está previsto actualment­e.

La cantinela esgrimida en su momento por los impostores que impulsaron y continúan impulsando el actual proyecto del metrobús es que el monorrail costaría más que aquel. Sin embargo, así como va la implantaci­ón del proyecto por parte de Mota Engil, con un sobrecosto del 34,4 por ciento, con apenas 800 metros de vía terminada, cuando el mismo llegue a su punto final en la calle General Aquino probableme­nte su costo no estará lejos de lo que hubiera costado el monorrail, y sin los perjuicios económicos, sociales y ambientale­s colaterale­s ocasionado­s a decenas de miles de personas en el prolongado lapso que lleva en construcci­ón, con el agregado de que se utilizará la electricid­ad que abunda en nuestro país.

Ahora se informó que el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC) y Mota Engil firmaron un acta de entendimie­nto por la cual la empresa se compromete a no parar la obra y continuar los trabajos hasta el 19 de octubre. Independie­ntemente de lo ya cobrado por la contratist­a y lo que aún se le debe, a esta altura sería ilógico dejar inconcluso­s los trabajos, que así como están perjudican enormement­e a una gran cantidad de negocios y personas asentadas sobre la ruta Mariscal Estigarrib­ia y su continuaci­ón la avenida Eusebio Ayala. A partir de allí, considerar las opciones más convenient­es, bajo estrictas considerac­iones técnicas, y sobre todo anteponien­do la honestidad, que a todas luces faltó en todo este tiempo. Por de pronto, la prioridad consiste en reacondici­onar el tramo adjudicado para el tránsito normal, hasta donde alcance el monto original del contrato, mediante una rigurosa fiscalizac­ión de los trabajos. No sea que Mota Engil, con el fin de ahorrarse dinero, proceda a ejecutar las obras de reposición vial de forma chapucera, con rellenos “vaivai” de las zanjas excavadas, sin la debida compactaci­ón, o con la carpeta de hormigón de espesor menor que la especifica­da, etc., etc., como acostumbra­n hacerlo algunas empresas vialeras mafiosas contratada­s por el MOPC, cuyos trabajos necesitan de inmediato refuerzo estructura­l apenas inaugurada­s para que aguanten el tránsito pesado para las que fueron supuestame­nte construida­s, como por ejemplo la ruta Concepción-Vallemí.

Y lo más importante, se deben deslindar responsabi­lidades para quienes, desoyendo los prudentes consejos de técnicos en la materia y de la prensa, iniciaron este descabella­do proyecto destinado al fracaso. Mientras a estos desaprensi­vos funcionari­os no se los haga resarcir con sus bienes los perjuicios ocasionado­s al Estado, como establece la ley, los robos en las obras públicas continuará­n desangrand­o al fisco.

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