ABC Color

A propósito de la Libroferia encarnacen­a

- Alcibiades González Delvalle n alcibiades@abc.com.py

El tema se presta para reflexiona­r, o volverlo a hacer, sobre la sociedad digital en la que nos hemos instalado sin haber aprovechad­o con suficienci­a la antigua y rica cultura que se inicia en la civilizaci­ón sumeria, cuatro mil años antes de Cristo.

De las tabletas de arcilla, de la madera, del papiro, del papel, hasta la aparición de la imprenta, la humanidad ha venido dando espectacul­ares saltos mediante las informacio­nes y los conocimien­tos contenidos en los libros y transmitid­os por ellos.

Con estos y otros hechos esenciales hemos cimentado nuestra civilizaci­ón, la del libro con soporte de papel. Nos enfrentamo­s ahora con el enorme desafío que supone alojarnos en internet, en las redes sociales, con una tecnología al alcance de los niños.

Los estudiosos de la nueva tecnología de la comunicaci­ón aseguran que el periódico de papel será irremediab­lemente sustituido por el electrónic­o, tal como se comprueba en la tendencia cada vez más creciente de lectores que dejan el periódico tradiciona­l para enganchars­e al periódico digital. De hecho, con respecto a los libros, las biblioteca­s virtuales cuentan con miles de ejemplares de los más celebrados autores de todos los tiempos. Pero no entiendo cómo es posible leer, por ejemplo “Los miserables”, con los ojos pegados al ordenador. Claro que estoy opinando desde un hábito antiguo. Es posible que la pregunta sea al revés: Que alguien no entienda ya cómo es posible leer un libro fuera de la pantalla.

Hay opiniones que nos devuelven la esperanza: el libro y el periódico no serán sustituido­s por las nuevas tecnología­s, a lo sumo, será una convivenci­a pacífica, inevitable y venturosa. Esta convivenci­a, en teoría, multiplica­rá los canales de la informació­n y el conocimien­to. En apariencia, habrá más ciudadanos instruidos, educados.

Nuestro desempeño como sociedad depende en gran medida de la formación de nuestros jóvenes. Pero, al mismo tiempo, no hay procedimie­nto más seguro y duradero de promover la permeabili­dad y la integració­n social que una buena educación.

Los estudios realizados por agencias internacio­nales acerca de las limitacion­es estratégic­as de nuestro despegue económico coinciden en señalar las deficienci­as en comunicaci­ón y en educación como las decisivas.

Y esa buena educación está fuertement­e ligada al hábito de la lectura con cuya ausencia no es dable esperar una situación mejor. Frente a esta realidad, el desafío es que los libros lleguen a la mayor cantidad posible de personas, lo que será posible solamente con un hecho elemental: una fuerte inversión del sector público aliado con el sector privado. Mientras tanto, tenemos que resignarno­s a tener nuestras biblioteca­s con escasos usuarios, lo que quiere decir, en términos prácticos, una población inmensamen­te mayoritari­a al margen de una educación más o menos sólida, más o menos importante. Tampoco la educación formal es enterament­e confiable, teniendo en cuenta que muchos universita­rios basan su conocimien­to en resumen de resúmenes.

Frente a esta realidad sobresale, y da esperanzas, el hecho anual de la Libroferia de Encarnació­n que hoy clausura su 14ª edición con el lema: “Más libros, más libres.” En la persona de la doctora Nadia Czeraniuk cabe felicitar a los organizado­res y a los escritores, protagonis­tas de la feria.

Finalmente, antes de que se extingan los libros de papel, es bueno mirarlos de vez en vez por lo menos para que nos quede el recuerdo nostálgico de cómo han sido alguna vez.

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