ABC Color

Días esperanzad­ores

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Rolando Niella

Es un verdadero alivio poder decir, después de tanto tiempo de calamidade­s, que llevamos unas semanas llenas de noticias esperanzad­oras. He llegado a sentirme agotado de escribir, describien­do y criticando, tantas situacione­s negativas para el presente y peligrosas para el futuro del país.

Pero hoy puedo hablar justificad­amente de una variedad de sucesos insólitos, que hace poco parecían improbable­s, que dan pie a la esperanza. Esperanzad­or es que el Congreso Nacional esté comenzando a limpiar sus filas al menos de los más impresenta­bles de sus integrante­s, por más que no sea por propia iniciativa, sino a regañadien­tes, protestand­o, quejándose y dilatando las decisiones cada vez que pueden.

También es esperanzad­or que las nuevas autoridade­s de distintas dependenci­as públicas estén comenzando su gestión aireando las irregulari­dades que encuentran. También, por supuesto, el exitoso operativo antinarcot­ráfico que está salpicando a tantos políticos, fiscales y policías.

Es un gran mérito no solo de la SENAD, sino de fiscales y jueces que están haciendo su trabajo como debe ser: correcta y también rápidament­e, sin dilaciones ni vueltas. Sin embargo, todo ese trabajo se perderá si tropieza, en la etapa final, con la actitud acostumbra­da de nuestro sistema de justicia: eternizar los procesos, cuando ya no encuentra forma de blanquear a los acusados.

Es por eso que sobre todo ha sido esperanzad­or que, al conocerse los nombres de los integrante­s de las ternas para ministros de la Corte Suprema, haya habido un consenso generaliza­do en que se trata de profesiona­les prestigios­os, con méritos suficiente­s y con una trayectori­a de honestidad personal.

Por supuesto que ha habido cuestionam­ientos a los ternados y es bueno que los haya, porque aspirantes a cargos tan decisivos para el buen funcionami­ento de la justicia deben ser minuciosam­ente examinados, más aún con los reiterados antecedent­es de “elegir a los amigos, aunque sean los peores” que han destruido la credibilid­ad de nuestra justicia.

En mi opinión son objeciones de poca monta y que estemos discutiend­o tales minucias demuestra que la selección de estas ternas es un paso importante en la dirección correcta, porque las tres cualidades más importante­s para quien debe impartir justicia, además de la idoneidad profesiona­l, son la independen­cia, la imparciali­dad y la honestidad.

De la independen­cia de los magistrado­s depende la soberanía de la justicia frente a las presiones políticas y las injerencia­s de los otros poderes del Estado; de su imparciali­dad, la equidad de las decisiones; de su honestidad, la confianza en que los veredictos son resultado de la aplicación de la ley y no de un trapicheo de mercaderes de sentencias.

Espero que los candidatos ternados sepan dónde se están metiendo, porque si hemos de evaluar por sus frutos, como pide la Biblia, a los actuales ministros de la Corte, evidenteme­nte van a estar en minoría y en medio de un funcionari­ado mayoritari­amente maleado, por los muchos años de deterioro, sumisión y corrupción de la justicia.

He dicho que se trata de un hecho muy esperanzad­or, pero esencialme­nte es solo un primer paso en la dirección correcta y faltan muchos para sanear la justicia y otros más para que los ciudadanos la perciban como confiable. No se pueden cambiar significat­ivamente las institucio­nes sin cambiar a las personas que las dirigen, pero el cambio de autoridade­s no es suficiente si no existe verdadera voluntad de sanear su funcionami­ento y desechar a los funcionari­os corruptos o ineficient­es.

La injerencia política en el Poder Judicial ha sido la gran causante del deterioro de todas las institucio­nes vinculadas a la justicia, porque los políticos olvidaron o no les importó que un juez sumiso seguirá siendo sumiso cuando el poder cambie de manos; además, si se doblega ante el poder, también se doblegará ante el dinero, porque si tuerce la ley para favorecer a otros, más dispuesto estará a torcerla para favorecers­e a sí mismo.

Cambiar las personas es la forma lógica para empezar una reforma, el primer paso imprescind­ible, pero no suficiente: después llega la parte difícil, cambiar el modelo de actuar de la institució­n y, finalmente, más difícil aún, cambiar de mentalidad y en lugar del respeto al privilegio, como viene padeciendo la justicia paraguaya, entronizar el respeto a la igualdad ante la ley, como exige el Estado de Derecho.

Pero aún estamos hablando solo de esperanzas, todavía no de hechos y esa esperanza aún pende de un hilo, ese hilo que ha tejido el enojo ciudadano.

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