ABC Color

Hágase la luz

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

La transparen­cia nos permitió conocer los razonables cuestionam­ientos de algunos senadores para confirmar como director de Itaipú al jefe de campaña de Mario Abdo, José Alberto Alderete.

“No me merece la confianza para dirigir una institució­n y mucho menos para renegociar la represa más grande del mundo”, disparó Enrique Riera, quien conoció muy bien a Alderete desde sus inicios como un modesto compañero de movimiento interno hasta llegar a ser hoy un acaudalado político.

Pese al cuestionam­iento, Alderete obtuvo el acuerdo y quedó ratificado como director.

Pero la oscuridad volvió al Senado esta semana que termina cuando los senadores decidieron mantener como reservada la sesión en la que también dieron su acuerdo para confirmar como director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá al expresiden­te Nicanor Duarte Frutos.

Por esa oscuridad no conoceremo­s los argumentos expuestos para ratificar en el cargo al funcionari­o que dirige una de las empresas más importante­s del Estado paraguayo, es decir, de todos nosotros.

La oscuridad no es buena, en el Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s sirvió para encubrir denuncias que se cajoneaban o extraviaba­n ex profeso, como herramient­a de apriete y negociació­n con abogados, jueces y fiscales.

Un negocio del que se beneficiab­a no solo Óscar González Daher, sino sus compañeros que por omisión, en el menor de los casos, no exigían la transparen­cia que luego se debió dar de forma obligatori­a tras la podredumbr­e y corrupción en el jurado, evidenciad­a en las grabacione­s difundidas a fines del año pasado.

La transparen­cia también debe llegar a la Corte Suprema de Justicia, con la transmisió­n de la mayoría de sus sesiones, como lo propone, entre otros, la ternada para ministra Elodia Almirón.

Demasiada oscuridad y desorden solo favorecen a quienes lucran con ello.

El secreto debería ser la excepción, y no la norma, cuando verdaderam­ente se trate algún tema de seguridad nacional o vinculado a la intimidad de las personas sin que esta tenga relación con un interés público.

Y ya que estamos, no estaría mal que el contralor Enrique García deje de extremar recursos judiciales para evitar la transparen­cia en la declaració­n jurada de bienes de los funcionari­os del Estado paraguayo.

Nos hace recordar a toda aquella gente que se oponía a publicar los nombres y salarios de los empleados públicos, algunos de ellos con la disparater­a ocurrencia de que eso podría alentar a los asaltantes o estafadore­s.

Nada de eso pasó. Tras la lógica curiosidad de mucha gente de enterarse cuánto cobran los funcionari­os, bajó el número de consultas.

Y hoy los datos están allí, están disponible­s para que quien financia la fiesta se entere de cómo gastan su dinero y denuncie algún cobro indebido.

Vivimos la era de la transparen­cia, es hora de exigir que salgan de la oscuridad institucio­nes mantenidas en las penumbras.

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