ABC Color

Violento e incontrola­ble

- Edwin Brítez ebritez@abc.com.py

En las últimas semanas existe mayor visibilida­d de hechos de delincuenc­ia y de reacciones violentas dando la sensación de la existencia de alguna falla en la tarea de prevención y combate a ladrones, asaltantes y criminales en general. El hecho es incuestion­able: aumentó la insegurida­d ciudadana y el debate que se abrió al respecto oscila entre la posibilida­d de que haya recrudecid­o la delincuenc­ia o se haya debilitado la intervenci­ón estatal en este campo.

Cualquiera sea la definición que se tenga respecto a esta duda, la verdad es que hoy vivimos en un país mucho más violento que ayer. No se trata de una sensación o percepción sino de constataci­ón de hechos concretos. Asaltos en la calle con saldos fatales, robo en centros comerciale­s, también con saldo fatal; asaltos a vehículos distribuid­ores de mercadería­s; robo a personas que retiran fondos de institucio­nes financiera­s y la cotidiana labor de los rateros de barrios que no pueden ver ni siquiera ropas colgadas en el vecindario.

Es sumamente peligroso vivir en un ambiente de esta naturaleza con el agravante de que aumentan también las reacciones de la gente en contra de los delincuent­es y sus protectore­s, un evidente brote del conocido procedimie­nto “justicia por mano propia”, una modalidad que sabemos cómo comienza pero no cómo termina.

Está claro que la delincuenc­ia nunca dejó de existir en nuestro país, cualquiera haya sido el gobierno de turno, de modo que es importante reiterar para no caer en comparacio­nes simples que de lo que estamos hablando es del aumento de la insegurida­d, algo que la gente atribuye al cambio introducid­o por el actual gobierno al sistema de trabajo del grupo de élite policial denominado “Lince”.

Ya que hablamos de las probables causas debemos señalar que la respuesta del Ministerio del Interior a tal interpreta­ción es que no ha variado nada, excepto el hecho de que se van quedando sin presupuest­o para afrontar la situación. Pero también se insinúa a nivel político que la verdadera razón del aumento de la delincuenc­ia es que una parte importante de la Policía Nacional responde aún a las orientacio­nes del cartismo, lo que da como consecuenc­ia que desde algún recóndito lugar de esa institució­n se alienta a adoptar la postura de “brazos caídos” de los uniformado­s.

Pueden existir inclusive otras razones como la posibilida­d de que el actual comandante o el actual ministro no gocen de la simpatía de los uniformado­s, y cuando hablamos de simpatía no nos referimos al carácter de los mismos de si son o no bromistas o generosos, sino a la probabilid­ad de que no sean “conversabl­es” y en cambio sean intolerant­es a determinad­as “costumbres y usos” del personal policial.

Cualquiera sea la situación, es preocupant­e que el nuevo Gobierno comience rengueando en una cuestión capital para el relacionam­iento social y el desarrollo armonioso de las actividade­s económicas y profesiona­les. Del mismo modo, es preocupant­e la frecuencia con que estallan episodios de “justicia por manos propias” de personas afectadas por los reiterados actos de delincuenc­ia.

Si bien en estos momentos, y desde hace ya bastante tiempo, no hay movimiento ni noticias de los secuestrad­ores, extorsiona­dores y asesinos del Norte que quebranten el sistema de seguridad estatal, es alarmante que la sociedad sienta una especie de ausencia de Estado en materia de seguridad y muy peligroso que la violencia se generalice y pase a constituir una faceta de la costumbre ciudadana, que por ahora se manifiesta en la intención de linchar a ladrones comunes, pero mañana se puede transforma­r en otras formas de ejecutar a sospechoso­s, aún cuando fueran sorprendid­os in fraganti.

Es urgente y prioritari­o que el Gobierno analice, reflexione e implemente una estrategia eficiente de seguridad si no quiere convertir al país en corto plazo en uno de los lugares más violentos e incontrola­bles.

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