El “señorío”
“Estamos perdiendo el señorío de la Cámara de Senadores” dijo el presidente del Congreso Silvio “Beto” Ovelar al reclamar el incidente entre los senadores Enrique Bacchetta y Paraguayo Cubas quienes confrontaron casi con violencia disparidad de criterios. El último quería hacer pública una sesión, el primero quería hacerla reservada.
En orden cronológico, a renglón seguido nomás, se presentó un proyecto para sancionar a Cubas con dos meses de suspensión sin goce de sueldo. Lo firmaron Enrique Bacchetta, Martín Arévalo, Enrique Riera, Juan Darío Monges, Sergio Godoy y Antonio Barrios.
Conmovida hasta las lágrimas celebro este avance. Si comparamos la propuesta presentada y el tamaño del castigo contra Cubas, es un progreso notable con otras decisiones que tardaron semanas o meses.
Comparemos las velocidades con el tiempo que les tomó sacar los fueros al senador Víctor Bogado, los días que aplazaron tocar la renuncia del exsenador Jorge Oviedo Matto, la celeridad con que aceptaron la renuncia de González Daher, la velocidad con la que se sancionó la ley de autobandidaje... y lo que tardaron los diputados para tratar la pérdida de investidura de José María Ibañez... y ni qué decir la de Carlos Portillo que aún no tratan.
Es menester apuntarle al senador Ovelar que el señorío se ha perdido hace mucho tiempo. Y que se ha perdido más que el señorío.
Hace mucho tiempo muchos perdieron la decencia.
Y hace MUCHO más tiempo otros han perdido totalmente la vergüenza al apoyar delincuentes.
La democracia es una cosa seria y la violencia en nada ayuda a mejorar la calidad de las discusiones. Sin embargo, sabemos de muchos violentos que nunca sacaron el cinto para amenazar aunque hayan violentado a millones de compatriotas. Entender la violencia definida solamente como amenazas, gritos y un cinto es ser ingenuos además de funcionales a los violentos de siempre.
La falta de justicia –que es mucho más que la mera injusticia– nos ha llevado a un estado de hartazgo peligroso. No en balde dicen que cuando los de arriba pierden la vergüenza, los de abajo pierden el respeto.
Hay una violencia histórica que han desatado sobre todos nosotros, reflejada en atropellos a la Constitución Nacional, saqueos de fondos públicos, una corrupción enraizada en distintos niveles de casi todos los gobiernos que aterrizaron después de la dictadura.
La respuesta a todos estos casos violentos fue más violencia por parte de los poderes. Los audios del poder judicial con el legislativo lo confirmaron mientras de paso veíamos al poder ejecutivo atropellar y matar –flagrantemente– para conseguir la reelección.
En este estado de cosas, ¿quién puede decir que la violencia tiene forma de cinto... solamente?
Mientras esperamos que una comisión decida la sanción a Paraguayo Cubas, oremos hermanos. Oremos para que Tomás Rivas, Carlos Portillo y otros próceres de Diputados y de Senadores peguen tres gritos amenazantes y amenacen con sus cintos a los intocables.
Entonces habrá esperanza de justicia pronta... y quizá barata.