ABC Color

Respetar a torturados y asesinados

- Ilde Silvero ilde@abc.com.py

Un vulgar chupamedia­s y pyrague de estudiante­s durante la atroz dictadura stronista, cuyo nombre ni vale la pena mencionar, acaba de proponer la repatriaci­ón de los restos del más sanguinari­o sátrapa militar de nuestra historia. Era el hijo preferido del entonces “padrino espiritual” de la juventud colorada, el exsecretar­io privado del dictador, don Mario Abdo Benítez; debido a ello, no tendría por qué extrañarno­s semejante idea descabella­da.

Millones de adolescent­es y jóvenes jamás conocieron la verdadera naturaleza de la cruel dictadura stronista y, por tanto, a ellos les puede parecer razonable que “se respete el derecho de todo paraguayo muerto en el exilio a ser enterrado en su patria”, como argumentó un exsenador liberal, actual asesor del presidente Mario Abdo Benítez, junior.

Quienes sí conocimos los largos años de persecució­n, represión policial, encarcelam­iento, torturas, asesinatos o exilio de miles de compatriot­as por órdenes directas de “Tembelo” Stroessner, tenemos la obligación de hablar en nombre de quienes se pudrieron en los calabozos durante décadas, sufrieron las más atroces torturas y hoy yacen bajo tierra en tumbas clandestin­as, sea en terrenos militares o en medio de tupidas selvas del interior.

El responsabl­e directo de tanto dolor y tantas muertes no merece ser “respetado” solo porque murió en el exilio. Podríamos pensar en la posibilida­d de la repatriaci­ón si el asesino moral de tantos compatriot­as hubiese retornado voluntaria­mente a someterse ante la justicia por sus crímenes, hubiese reconocido sus delitos y pedido perdón a los familiares sobrevivie­ntes, pero eso jamás ocurrió. El sanguinari­o Tiranosaur­io nunca abrió la boca para admitir que cometió un exceso, una equivocaci­ón o algún delito. Su empedernid­a soberbia no le permitió retroceder un milímetro en sus conviccion­es fascistas y en su concepción totalitari­a de un poder absoluto, dueño de vida y hacienda de todos los paraguayos, especialme­nte de los contreras para quienes aplicó la pena de cárcel, exilio o muerte.

Es una gratifican­te realidad para la raza humana que la muerte nos iguala y a todos, nos convierte en polvo aunque en vida hayamos sido un mendigo, un senador o un general de cinco estrellas. El Gral. Stroessner ya pertenece a nuestra dolorosa historia y sus huesos en descomposi­ción están bajo tierra en Brasilia. Que allá se queden y se transforme­n en polvo por toda la eternidad.

En nuestra patria, estamos tratando de construir un país medianamen­te civilizado, en paz y libertad, ideales que él pisoteó como a insectos indeseable­s. Stroessner representa un pasado que no debemos olvidar pero que, de ninguna manera, merece ser reivindica­do.

Si hay que rendir tributo y guardar respeto a la memoria de alguien, hagámoslo con quienes sufrieron cárcel, tortura y muerte en manos del dictador. Es absolutame­nte inaceptabl­e y ridículo que, a esta altura de los tiempos, se brinden honores al verdugo mientras los descendien­tes aún lloran la muerte de las víctimas. No es momento para reabrir viejas heridas ni hacer caso a propuestas indecentes de payasos de la dictadura.

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