Asesinato
Recuerdo que allá por 1972 o 1973 en la Argentina un compatriota ganó la lotería, una suma fabulosa para la época, él vivía en una villa e inmediatamente nuestro Cónsul General del Paraguay en Buenos Aires, fue a sacarlo de ahí y se lo llevó a su casa. A todos nos pareció correcto lo que hizo. Aquel fue un cónsul que siempre ayudaba a los compatriotas.
Hoy no quiero hablar de ningún paraguayo que ganó una fortuna, sino de un compatriota que fue cobardemente asesinado por una patota que lo arrojó bajo un colectivo; albañil, con una esposa que trabajaba de empleada doméstica porque parece fue despedida.
Y así como aquella vez se ocuparon del humilde trabajador devenido en millonario es de esperar que ahora nuestro embajador o cónsul general se ocupen de este humilde trabajador porque su familia no tiene recursos y que tomen cartas en el asunto para que se esclarezca, porque tras este asesinato puede exacerbarse la xenofobia. El hecho en sí fue aberrante, arrojar a una persona bajo las ruedas de un transporte y luego seguir como si nada, habla de la inhumanidad de los que cometieron el crimen y también de odio; uno que no permite ver al otro como un ser humano sino como una basura, y esto no es normal, es producto de un racismo encubierto.
Lo peor es que ante tantos crímenes aberrantes que se suceden a diario parece que ya se ha perdido la sensibilidad, porque la noticia de este brutal hecho pasó en los medios a ser una simple noticia más, y todos ya dieron vuelta la página. Este hecho no puede ni debe quedar impune.