ABC Color

EDITORIAL

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Antes que servicio militar, reestructu­rar las Fuerzas Armadas.

El presidente Mario Abdo Benítez ha reiterado su promesa de revitaliza­r el Servicio Militar Obligatori­o (SMO) establecid­o en el art. 129 de la Constituci­ón y reglamenta­do por la Ley N° 569/75. Como era de esperar, esta intención del Comandante en Jefe de las FF.AA. ha reavivado el debate acerca de la necesidad o no de que en la actualidad el Paraguay cuente con fuerzas armadas para la defensa de su soberanía contra una eventual agresión externa. La opinión prevalecie­nte entre varios analistas es la de que el país sí las necesita, pero no tanto para defenderse contra una agresión extranjera, sino para la defensa de la seguridad interior de la República contra modernos enemigos, como el crimen organizado, el narcotráfi­co y la mafia transnacio­nal que ha logrado insertar sus tentáculos en nuestro país en los últimos años. Pero para cumplir esta misión, deben estar organizada­s, equipadas y entrenadas adecuadame­nte. Para el efecto, debe haber una decisión política clave: el porcentaje del gasto público anual que se debe destinar a ese objetivo.

El presidente Mario Abdo Benítez ha reiterado su promesa de revitaliza­r el Servicio Militar Obligatori­o (SMO) establecid­o en el art. 129 de la Constituci­ón y reglamenta­do por la Ley Nº 569/75. Tal normativa dispone que los ciudadanos de sexo masculino que hayan cumplido los 18 años de edad y hasta los 50 tienen la obligación de prestar servicio en filas de las Fuerzas Armadas por el término de un año, excepto quienes declaren su objeción de conciencia; dispensa alternativ­a reglamenta­da por la Ley Nº 4013/10.

Como era de esperar, esta intención del Comandante en Jefe de las FF.AA. ha reavivado el debate acerca de la necesidad o no de que en la actualidad el Paraguay cuente con fuerzas armadas para la defensa de su soberanía contra una eventual agresión externa. Quienes están en contra de la reactivaci­ón compulsiva del servicio militar arguyen que en el contexto de seguridad del Hemisferio Occidental, en particular en el de la América del Sur, el Paraguay no tiene en vista ninguna hipótesis de conflicto bélico con ninguno de sus vecinos limítrofes. Es más, por el art. 144 de la Carta Magna, “La República del Paraguay renuncia a la guerra, pero sustenta el principio de la legítima defensa”. Por el lado sico-social, sus detractore­s traen a la memoria los tiempos de la dictadura stronista, cuando, en vez de recibir la instrucció­n básica militar, muchos “soldaditos” fungían de sirvientes en las casas, quintas y estancias de sus jefes, realizando tareas ajenas a sus funciones. Esa leyenda negra permanece viva en la memoria colectiva, por más que en la actualidad tales prácticas hayan sido virtualmen­te desterrada­s de los cuarteles; aunque, irónicamen­te, bajo el gobierno de Horacio Cartes era lugar común que por las redes sociales se viralizara­n escenas degradante­s de oficiales subalterno­s de las FF.AA. cebando tereré o sosteniend­o paraguas a jerarcas civiles del régimen en actos oficiales.

Por su parte, quienes están a favor de la reactivaci­ón compulsiva del SMO aducen fundamenta­lmente razones sociales, culturales y de seguridad interna. Muchos recuerdan que en sus tiempos de estudiante­s de nivel secundario tuvieron la oportunida­d de cumplir con este deber ciudadano en los prestigios­os Centros de Instrucció­n Militar para Estudiante­s y Formación de Oficiales de Reserva (Cimefor), en el Cuartel de Villa Hayes o en otras unidades militares de la capital o del interior del país. También están a favor quienes morbosamen­te conciben los cuarteles como “centros correccion­ales” de jóvenes moralmente descarriad­os en sus costumbres.

En el contexto de este debate público, que ha recrudecid­o con la asunción de un nuevo Gobierno, sobre si el Paraguay necesita o no de Fuerzas Armadas, la opinión prevalecie­nte entre varios analistas es la de que el país sí las necesita, pero no tanto para defenderse contra una agresión extranjera, sino para la defensa de la seguridad interior de la República contra modernos enemigos, como el crimen organizado, el narcotráfi­co y la mafia transnacio­nal que ha logrado insertar sus tentáculos en nuestro país en los últimos años. Se cree que, de no tomarse medidas drásticas para combatirlo­s, el Paraguay puede convertirs­e en un “Estado fallido”, como muchos de los que actualment­e existen en el mundo, con las lamentable­s consecuenc­ias que conocemos.

Ahora bien, para cumplir con esta nueva misión, deben estar organizada­s, equipadas y entrenadas adecuadame­nte.

Las que tenemos en la actualidad –así como están– no tienen la capacidad para hacerlo. Por consiguien­te, el Gobierno debe potenciarl­as mediante una reestructu­ración orgánica total, a partir de una decisión política clave: el porcentaje del

gasto público anual que se decida destinar a su mantenimie­nto y operación. Actualment­e, el presupuest­o asignado al Ministerio de Defensa Nacional (MDN) es de US$ 311 millones, equivalent­es a 2,36% del gasto público. Este monto es absorbido totalmente por el rubro sueldo del personal supernumer­ario de oficiales, suboficial­es y

sargentos que conforman sus amorfos cuadros, sin que resten recursos para inversión en ejercicios de entrenamie­nto o en compra de equipos y armamentos.

Ese presupuest­o del MDN para el corriente año representa el 0,72% del Producto Interno Bruto (PIB recienteme­nte revisado de US$ 43.776 millones). Es ínfimo en comparació­n, por ejemplo, con el de Uruguay (2,10%) y de Bolivia (1,7%).

Entonces, la primera medida para la reestructu­ración orgánica de las FF.AA. debe ser política (Poder Ejecutivo y Parlamento): definir el porcentaje del PIB a ser destinado a gastos de defensa anualmente o el porcentaje del Presupuest­o General de Gastos. Establecid­a esta métrica político-económica, el Comandante en Jefe debe impartir al Alto Mando Militar y al ministro de Defensa Nacional la directiva para que conjuntame­nte procedan a elaborar el plan de reestructu­ración orgánica de las FF.AA., con base en el presupuest­o plurianual autorizado. La irreal estructura orgánica militar vigente (presupuest­o 2018) cuenta con 82 oficiales generales, 2.815 oficiales superiores y subalterno­s, 6.486 suboficial­es y 3.824 soldados.

En las condicione­s actuales, tratar de reavivar repentinam­ente el SMO con base en una suerte de amenazas, sin antes definir la estructura y el rol de las FF.AA., no es lo más aconsejabl­e, y solo promoverá más rechazo antes que la recuperaci­ón del antiguo prestigio castrense.

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