“No” al divorcio
Mc 10,2-16
Nuestra sociedad no parece adepta de los compromisos definitivos, tal vez, excepto en el ámbito laboral, y por ello, se maneja con facilidad el criterio de separación matrimonial.
Jesús trata el tema, pues los fariseos se acercaron a Él con una pregunta para ponerlo a prueba, y pareciera que hablar de matrimonio es hablar de “pruebas”, no solo en cuanto a separación, sino principalmente, a nivel de unión, pues son muchos los esfuerzos que deben ser hechos para ser “una sola carne”.
Los fariseos, a igual que hoy, manejaban sutilezas legales para justificar su posición, sin embargo el Maestro los desenmascara de modo tajante, dejando claro que una vez fue así por causa de la dureza de su corazón. “Dureza de corazón”, en términos bíblicos, equivale a desobediencia a Dios y rechazo de su proyecto.
E indica la parte más importante del tema: el plan de Dios, es decir, desde el principio Dios los hizo varón y mujer, ambos dejarán padre y madre, se unirán y los dos no serán sino una sola carne.
OJO: el proyecto del Creador debe ser respetado, pues es anterior y superior a toda y cualquier legislación humana. Asimismo, el casamiento se establece a través de la libre y espontánea voluntad de los novios.
La primera causa de ruptura de los matrimonios es la falta de diálogo. El diálogo ha de ser sincero y cosa de todos los días. Un cuidado muy necesario es con la comunicación no verbal: los gestos y expresiones que uno realiza dicen mucho, tanto de cariño, como de indiferencia.
La infidelidad es una plaga que destruye miles de uniones. Especialmente los varones son inclinados a esto, sin embargo, infelizmente, crece el número de mujeres que rompen su matrimonio por la misma razón.
Por otro lado, hoy por hoy, llama la atención cómo algunas mujeres tientan y se ofrecen a hombres casados, y con plena conciencia de que son comprometidos.
Para evitar el dolor y el drama del divorcio es inevitable hacer algunas renuncias personales, pues se dice con cierta broma: “Casarse es fácil, difícil es dejar de ser soltero”.
Seguramente, el punto capital para mantener una unión feliz es la espiritualidad. El cultivo conyugal de la oración, de una tierna amistad con Jesucristo, de la frecuencia a los sacramentos y de la apertura a la gracia de Dios lleva a perdonar las ofensas y soportar las fallas.
Para nunca pensar en divorcio es preciso alimentar el amor con pequeños detalles todos los días, sea de palabras amables o regalos sencillos.