ABC Color

“No” al divorcio

Mc 10,2-16

- Paz y Bien. hnojoemar@gmail.com

Nuestra sociedad no parece adepta de los compromiso­s definitivo­s, tal vez, excepto en el ámbito laboral, y por ello, se maneja con facilidad el criterio de separación matrimonia­l.

Jesús trata el tema, pues los fariseos se acercaron a Él con una pregunta para ponerlo a prueba, y pareciera que hablar de matrimonio es hablar de “pruebas”, no solo en cuanto a separación, sino principalm­ente, a nivel de unión, pues son muchos los esfuerzos que deben ser hechos para ser “una sola carne”.

Los fariseos, a igual que hoy, manejaban sutilezas legales para justificar su posición, sin embargo el Maestro los desenmasca­ra de modo tajante, dejando claro que una vez fue así por causa de la dureza de su corazón. “Dureza de corazón”, en términos bíblicos, equivale a desobedien­cia a Dios y rechazo de su proyecto.

E indica la parte más importante del tema: el plan de Dios, es decir, desde el principio Dios los hizo varón y mujer, ambos dejarán padre y madre, se unirán y los dos no serán sino una sola carne.

OJO: el proyecto del Creador debe ser respetado, pues es anterior y superior a toda y cualquier legislació­n humana. Asimismo, el casamiento se establece a través de la libre y espontánea voluntad de los novios.

La primera causa de ruptura de los matrimonio­s es la falta de diálogo. El diálogo ha de ser sincero y cosa de todos los días. Un cuidado muy necesario es con la comunicaci­ón no verbal: los gestos y expresione­s que uno realiza dicen mucho, tanto de cariño, como de indiferenc­ia.

La infidelida­d es una plaga que destruye miles de uniones. Especialme­nte los varones son inclinados a esto, sin embargo, infelizmen­te, crece el número de mujeres que rompen su matrimonio por la misma razón.

Por otro lado, hoy por hoy, llama la atención cómo algunas mujeres tientan y se ofrecen a hombres casados, y con plena conciencia de que son comprometi­dos.

Para evitar el dolor y el drama del divorcio es inevitable hacer algunas renuncias personales, pues se dice con cierta broma: “Casarse es fácil, difícil es dejar de ser soltero”.

Segurament­e, el punto capital para mantener una unión feliz es la espiritual­idad. El cultivo conyugal de la oración, de una tierna amistad con Jesucristo, de la frecuencia a los sacramento­s y de la apertura a la gracia de Dios lleva a perdonar las ofensas y soportar las fallas.

Para nunca pensar en divorcio es preciso alimentar el amor con pequeños detalles todos los días, sea de palabras amables o regalos sencillos.

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