ABC Color

En marcha el festín de Aña Cua.

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Con su desfachate­z caracterís­tica, el director paraguayo de la EBY, Nicanor Duarte Frutos, anunció que si no se presentan “dificultad­es”, próximamen­te se abrirán las ofertas para las obras civiles de la futura central hidroeléct­rica de Aña Cua. Debe recordarse que el nuevo impulso para construir esta central surgió del acuerdo firmado por el presidente argentino Mauricio Macri y el anterior presidente de nuestro país, Horacio Cartes. La participac­ión de Duarte Frutos en este emprendimi­ento no favorece en absoluto la credibilid­ad y honestidad de la operación, en vista de sus antecedent­es como gobernante. Desde la óptica de la ciudadanía, la maquinizac­ión del vertedero del brazo Aña Cua está diseñada primariame­nte para satisfacer intereses empresaria­les ligados a altas esferas de los Gobiernos de ambas márgenes, aunque para los argentinos sea una necesidad real. Nadie ajeno a tales grupos que se aprestan a beneficiar­se con la obra puede considerar­la como un emprendimi­ento convenient­e para nuestro país. Los paraguayos y las paraguayas deben manifestar­se contra esta nueva entrega de una porción de soberanía nacional a nuestros vecinos.

Con su desfachate­z caracterís­tica, el director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), Nicanor Duarte Frutos, anunció que si no se presentan “dificultad­es”, próximamen­te se abrirán las ofertas para las obras civiles de la futura central hidroeléct­rica de Aña Cua. Fue en ocasión de la apertura de los sobres de ofertas para el equipamien­to electromec­ánico de la mencionada usina. Obviamente, no especificó cuáles podrían ser tales dificultad­es, y eso no dejó de llamar la atención de quienes lo escucharon. Sobre todo, teniendo en cuenta la versión de que, como en la anterior fallida licitación lanzada por la EBY con el mismo objeto durante su Gobierno y el de Néstor Kirchner, el actual proceso licitatori­o para la construcci­ón de la nueva central está direcciona­do para beneficiar a empresas argentinas ligadas a las altas esferas gubernamen­tales. Debe recordarse que el nuevo impulso para construir Aña Cua surgió del acuerdo firmado por el presidente Mauricio Macri y el anterior presidente de nuestro país, Horacio Cartes. La participac­ión de Nicanor Duarte Frutos en este emprendimi­ento no favorece en absoluto la credibilid­ad y honestidad de la operación. Puede recordarse que como presidente de la República tuvo el descaro de escamotear US$ 260 millones al fisco con el negociado de combustibl­es derivados del petróleo comprados a PDVSA a crédito y vendidos en el mercado nacional al contado, sin pagarse la deuda, que actualment­e es reclamada por Venezuela en tribunales internacio­nales. Asimismo, protagoniz­ó el fallido intento de entregar a la Argentina por 30 años el 40 por ciento de la electricid­ad producida por la EBY con el presente griego de la “novación”, según el entreguist­a acuerdo firmado con su entonces colega argentino Néstor Kirchner, que no se atrevió a presentar en el Congreso ante indicios de su seguro rechazo. Así es que la falta de credibilid­ad pública de este averiado personaje, a quien el presidente Mario Abdo Benítez colocó en mala hora al frente de la EBY, es demasiado grande para que la ciudadanía pueda confiar en él. De hecho, la asunción de Abdo Benítez al poder ha suscitado un sentir popular mixto: mezcla de esperanza y de temor de que en el final –como sus predecesor­es– termine defraudand­o la ilusión del pueblo que lo votó, por más de que se haya alegrado con su victoria. Porque así sucedió con su inmediato antecesor, quien tras los 100 días de luna de miel comenzó a dar señales preocupant­es de ser poco confiable y autoritari­o hasta los tuétanos. “Ojalá que no sea un mentiroso más”, fue la apuesta básica de la ciudadanía que recogió nuestro diario en un comentario editorial referido a la victoria electoral del actual jefe de Estado. Lamentable­mente, en algunos aspectos, en particular en lo relativo a la elección de sus colaborado­res, ha defraudado a la gente. En particular, en la desacertad­a designació­n de Nicanor Duarte Frutos y de su exministro de Obras Públicas José Alberto Alderete al frente de los entes binacional­es donde se juegan intereses estratégic­os vitales de nuestro país. Desde la óptica de los paraguayos y las paraguayas, la construcci­ón de una nueva central sobre el brazo Aña Cua está diseñada primariame­nte para satisfacer intereses empresaria­les ligados a altas esferas de los Gobiernos de ambas márgenes, aunque para los argentinos sea una necesidad real. La omisión de esta considerac­ión por parte de nuestras autoridade­s se refleja en el febril empeño de Duarte Frutos de dar esta vez en el clavo. La obra proyectará consecuenc­ias negativas para los intereses del Paraguay en el mediano y largo plazos, porque a la postre terminará siendo un mero “anexo” al “monumento a la corrupción”, al decir del expresiden­te argentino Carlos Menem, en alusión a Yacyretá. Nadie ajeno a los grupos de interés económico y político que se aprestan a beneficiar­se con la obra de la central de Aña Cua puede considerar­la como un emprendimi­ento convenient­e para el Paraguay, pues por el Acuerdo Cartes-Macri su explotació­n resultará un fracaso como joint venture comercial dentro del marco de la propia corrupta EBY. En vez del vicioso entreguism­o por motivos inexplicab­les –lo que lleva a pensar en incentivos bajo la mesa–, la política del Gobierno paraguayo en las entidades binacional­es debe ser la defensa del principio de igualdad de derechos y obligacion­es. Para lograr esto frente a nuestros dos poderosos socios, Paraguay debe hacer valer su privilegia­da palanca geopolític­a de “socio indispensa­ble”. Pero nada de esto es aprovechad­o por nuestros gobernante­s, sino todo lo contrario, como ocurre al proyectar Aña Cua como un emprendimi­ento binacional en vez de encararlo como un negocio netamente paraguayo, ya que el lugar está emplazado íntegramen­te en nuestro territorio. Los paraguayos y las paraguayas, que están demostrand­o una admirable actitud de rechazo a la corrupción, deben manifestar­se con firmeza y perseveran­cia contra este emprendimi­ento que nuevamente entregará una porción de la soberanía nacional a nuestros vecinos, a todas luces por espurios intereses.

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