ABC Color

¿Será injusticia?

- Rolandonie­lla@abc.com.py

Rolando Niella

En los últimos días se ha hablado mucho de un “pacto de impunidad”. No tengo duda de que amplios sectores de la clase política (y no solo del Partido Colorado) ansían tal clase de pacto. No sería la primera vez que una tregua esconde los cuchillos bajo el poncho.

Sin embargo, dudo mucho que puedan conseguirl­o en las condicione­s actuales. En primer lugar, la pendencia de los movimiento­s internos de los partidos tradiciona­les es demasiado radical y, por otra parte, ya hablando específica­mente de los colorados, solo puede haber un jefe del Poder Ejecutivo: no creo que Cartes se conforme con menos, ni que Mario Abdo esté dispuesto a convertirs­e en una marioneta.

Por supuesto, el ambiente ciudadano está demasiado caldeado para tolerar pasivament­e tal clase de componenda­s, que solamente contribuir­ían a agudizar la exasperaci­ón, a incrementa­r y radicaliza­r los escraches callejeros y a convertir las redes sociales en un hervidero de improperio­s… Supongo que, con todo lo que ha ocurrido últimament­e, por fin habrán aprendido a respetar el poder de tales manifestac­iones de repudio.

Además, también hay que considerar que, aunque es verdad que jueces y fiscales están impulsando los procesos por corrupción que antes se eternizaba­n, probableme­nte estamos sobrevalor­ando estos hechos. Se trata apenas de unos primeros y tímidos pasos y solamente en los casos de corrupción más abierta y públicamen­te escandalos­os.

La impunidad goza aún de muy buena salud porque, como ya he repetido varias veces, empieza en directivas partidaria­s que defienden, protegen y mantienen en cargos partidario­s y nacionales hasta a sus peores impresenta­bles y culmina con el blanqueo judicial avalado por la Corte Suprema.

No es casual que los ministros entrantes de la Corte Suprema en lugar de hacer promesas de mejoras inmediatas, como es costumbre, hayan abierto el paraguas, haciendo notar que son solo dos y están en minoría… Además de ser una saludable muestra de realismo por parte de los flamantes ministros, eso refleja la opinión que tienen de sus pares, los otros integrante­s de la Corte.

De hecho, la semana pasada la Corte Suprema confirmó la mala opinión de sus nuevos integrante­s y, a decir verdad, de toda la ciudadanía, al blanquear de un plumazo al diputado colorado cartista Carlos Núñez Salinas de los delitos de “contraband­o y producción de documentos no verdaderos”.

Por desgracia, este caso no ha tenido toda la atención que merece, porque lo verdaderam­ente insólito es que Carlos Núñez Salinas ¡ya había reconocido haber cometido los hechos que se le imputaban! Sin embargo, mediante una excepción de inconstitu­cionalidad, la defensa elevó el caso a la Corte Suprema y la Sala Constituci­onal, integrada por el ministro Sindulfo Blanco, el camarista en lo Civil y Comercial Carmelo Castiglion­i, protagonis­tas del blanqueo, y el camarista Neri Villalba. Este último votó en disidencia y lo felicito por ello.

Para decirlo sin palabrería legal, Blanco y Castiglion­i, simplement­e declararon que hacer contraband­o, evadir impuestos por un monto multimillo­nario y falsificar documentos no son delitos, sino apenas una “travesura”. Quienes deseen reírse un rato o, por el contrario, llorar amargament­e con la argumentac­ión de la resolución de la Sala Constituci­onal, pueden encontrarl­a muy bien resumida en la edición del pasado domingo del suplemento judicial de este diario.

La primera idea que a cualquier persona medianamen­te informada se le ocurre ante estos hechos es que, mientras la Corte Suprema actúe de tal manera, la impunidad de los delincuent­es con respaldo político está asegurada y, en consecuenc­ia, no habrá castigo final, sino un oparei judicial que convertirá hasta a los más corruptos ladrones en “próceres” intachable­s, aunque un poco “traviesos”… No será fácil un pacto de impunidad pero: ¿Será injusticia?

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