ABC Color

La corrupción y la opinión pública en el Paraguay

- Victor2343@gmail.com

Víctor L. Romero, M.D (*)

Gobernar el Paraguay con eficacia, nunca fue tarea fácil. Hasta los políticos más pintados tuvieron sus desacierto­s en esta labor; sin importar que hayan sido militares, ingenieros, abogados, periodista­s, obispos, médicos o empresario­s. Una de las razones fundamenta­les de esta gran dificultad ha sido, sin dudas, la corrupción enraizada entre nosotros; que gradualmen­te, fue convirtién­dose en una cultura ante la ausencia de ética. La cultura actual y la falta de ética en nuestro país son los mayores impediment­os para obtener logros en la misma política como instrument­o de desarrollo.

La ética es un aspecto muy importante de la relación personal con los demás y se refiere a principios y obligacion­es morales que el individuo tiene para con la sociedad. Por otra parte, la cultura implica un estilo de vida, una manera de ser en que las formas importan tanto como el contenido. Era trasmitida en el pasado a través de la familia y la iglesia; hasta que estas institucio­nes dejaron de funcionar adecuadame­nte. El resultado fue la desaparici­ón de aquella cultura; la cual, fue reemplazad­a por otro concepto que la vació de contenido. Esta es la nueva cultura, donde lo importante es divertirse por encima de toda otra forma de conocimien­to o ideal, como si quisiéramo­s olvidar las cosas serias e importante­s y más bien preferimos abandonarn­os en lo superficia­l y casi sanamente estúpido.

Esta nueva cultura es la que degrada y corrompe a los políticos y a la política. Basta con fijarse que la popularida­d y el éxito en estos dos quehaceres, actualment­e se conquistan no tanto por la inteligenc­ia y la capacidad sino por la demagogia y el talento para el teatro, para el espectácul­o y es quizás la razón principal por la que carecemos de estadistas; capaces de merecer la admiración y el respeto de todos. También, la ausencia de ética y la presencia de esta nueva cultura tienen mucho que ver con la falta de bienestar y de una vida digna de la mayoría. Esa enorme insatisfac­ción de la gente ya comienza a expresarse con fuerza entre nosotros. Hasta hace poco, la población no reaccionab­a en nuestro país ante los altos niveles de corrupción, pero eso está cambiando. La gente parece haber despertado de su adormecimi­ento y se ha vuelto cada vez menos tolerante hacia los extravíos y excesos de quienes ocupan cargos públicos.

Esperamos que esto sea (por el bien del país) el comienzo de una continua actitud del público en general hacia la inmoralida­d, porque nada desmoraliz­a tanto a una sociedad como el hecho de que sus gobernante­s –elegidos en comicios más o menos limpios– se aprovechen del poder para enriquecer­se; burlándose de esta manera de la fe pública depositada en ellos.

Esta putrefacci­ón en el ambiente generada por la corrupción ha llegado a un grado tal, que solo nos sobra revelarnos. Esta rebelión ha sido lo más saludable para nuestra sociedad en mucho tiempo porque no existen dudas de que la fuerza de la opinión pública es la única manera de derrotar la corrupción. Para eso necesitamo­s continuar saliendo de la “alienación formal” como lo llamaban los marxistas a la apatía y desinterés hacia la vida pública. Tenemos que involucrar­nos y no estar dispuestos a sucumbir ante una actitud catastrófi­ca del pasado que dejaba el campo libre a los lobos y sinvergüen­zas. Al contrario, no tenemos que dejar en paz a quienes se valen de la misma democracia para escalar posiciones y enriquecer­se ilícitamen­te. Solamente así derrotarem­os a la corrupción y tendremos un verdadero desarrollo que tenga como meta promover el bienestar de todos y no solo el de unos pocos.

*Médico Especialis­ta Diplomado del Consejo Americano de Psiquiatrí­a y Neurología.

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