¿Cuál es la patria soñada?
Poetas, músicos, escritores y filósofos suelen citar a “la patria soñada” como la meta de los esfuerzos que deberíamos hacer todos los ciudadanos. La coincidencia termina cuando cada uno explica en qué debería consistir esa nación idílica en este mundo concreto.
Es tan difícil como querer determinar en qué radica la felicidad, cuando este concepto remite a situaciones muy diversas y hasta contradictorias para cada persona.
Al concentrarnos específicamente en el Paraguay actual, salta en primer lugar la evidencia de que no vivimos en la patria soñada. Hay demasiada pobreza, ignorancia, desnutrición, desigualdad social, injusticias, abuso de poder y una gran brecha entre los que tienen mucho y los que nada poseen.
Entonces, debemos asumir la cruda realidad de que nos queda un largo trecho de esfuerzos para ir acercándonos a la sociedad ideal. Empecemos combatiendo la desnutrición infantil; los primeros cinco años de vida son determinantes para dotar al ser humano de un cuerpo en condiciones adecuadas para integrarse, formarse y progresar en el entorno social en donde nació.
Luego, la educación no tiene sustitutos. Los niños, adolescentes y jóvenes deben completar su formación intelectual básica. Una persona sin educación no puede competir en la sociedad moderna.
El aprendizaje de valores es fundamental para una sociedad sana. Los jóvenes deben vivir respetando a los demás, valorando el trabajo honrado, cumpliendo las obligaciones cívicas y teniendo como banderas la paz, la libertad y la solidaridad con los más necesitados.
Un gran esfuerzo colectivo demandará la reducción de la brecha entre la gente muy pobre y la que tiene amplios recursos. No se trata de dar subsidios, bonos, planes sociales ni puestos de planilleros en entes públicos. Se trata de facilitar oportunidades de educación, de capacitación y de empleo digno a la población marginal para que, con su propio empeño, pueda ir saliendo de la franja de pobreza. Nunca habrá una sociedad realizada mientras existan personas que sobreviven en la miseria.
También precisamos algo obvio, pero de escasa presencia: autoridades nacionales que administren el país, los departamentos y las ciudades con capacidad, trabajo y honestidad. Solo se pide al empleado público que haga su trabajo, que sea eficiente y que no robe la plata del Estado, es decir, que no sea un ladrón de los fondos destinados a solventar los gastos de educación, salud, obras públicas, viviendas populares, etc.
Cuando un funcionario público se apropia ilícitamente de los recursos del fisco, de modo indirecto está sacando el pan de la boca de los hambrientos, está robando medicamentos de los enfermos, está impidiendo la construcción de escuelas, está consumiendo un dinero que debió haber financiado a agricultores pobres, etc.
La justicia recta, pronta y barata es también una pata importante de la patria soñada. Basta de impunidad, de juicios torcidos, de sentencias vendidas, de jueces corruptos. La justicia es la única garante real de una paz duradera y de una sociedad civilizada.
Ya ven, son muchas las cosas que necesitamos, pero conviene tenerlas en cuenta para ir tras ellas.