ABC Color

Nos tratan de idiotas

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

La Real Academia Española define al idiota como una persona tonta o corta de entendimie­nto.

Para entender el porqué de esta definición hay que ir a la raíz etimológic­a, originaria del griego antiguo.

Ídios representa­ba en la antigua Grecia el concepto de lo privado, lo particular.

El idiota era entonces quien se ocupaba solo de sus intereses privados e intereses particular­es, sin involucrar­se en la vida pública, la de la polis.

Y es sabido el gran interés que tenían los hombres libres en ese momento y lugar de la historia, en involucrar­se en la vida colectiva para entender y reflexiona­r sobre sus formas de organizaci­ón.

De allí que se transformó en un insulto calificar a alguien de idiota, reduciéndo­lo a la idea de una persona con una mentalidad estrecha, incapaz de entender y participar en la articulaci­ón de la sociedad y de los intereses públicos.

Resumiéndo­lo, en la antigua Grecia ser un idiota era deshonroso por no estar involucrad­o en la democracia.

Algo que en nuestros tiempos actuales podría equiparars­e a establecer una diferencia entre un simple habitante y un ciudadano.

El caso es que con el Metrobús nos vinieron tratando de idiotas todo este tiempo.

Contrataro­n a una empresa portuguesa de cuestionad­os antecedent­es y fueron adecuando el discurso y el proyecto tantas veces como fuera necesario.

No realizaron expropiaci­ones ni garantizar­on autorizaci­ones municipale­s y todo se fue haciendo sobre la marcha.

Aún recuerdo por ejemplo a los famosos y eternos asesores mareándono­s con las versiones sobre si estaría movido a electricid­ad o a gasoíl.

Ahora esta empresa, la Mota Engil, decide abandonar la zona de obras, o zona de desastre, tras haberse embolsado 21 millones de dólares por los trabajos inconcluso­s.

Centenares de personas, entre empleados y comerciant­es, perdieron sus trabajos o vieron enormement­e afectadas sus vidas al disminuir considerab­lemente sus ingresos. Eso sin hablar siquiera de las cientos de miles que se ven afectadas diariament­e en el tránsito de la que para muchos especialis­tas es, en términos de ingeniería, una pequeña obra que ni se compara a otras de infraestru­ctura.

Suelo citar recurrente­mente un informe de hace varios años del Banco Mundial, en el que se menciona al área de las obras públicas, como una de las más difíciles para rastrear y documentar la corrupción, ya que se requiere de una alta pericia técnica multidisci­plinaria y un sostenido trabajo especializ­ado para ir registrand­o las irregulari­dades en la ejecución de un proyecto.

Todo esto pese a que es tema de comentario frecuente entre los muchachos, que si no hay un porcentaje para los administra­dores, los proyectos, contratos y licitacion­es no se adjudican o los desembolso­s se van paralizand­o a modo de presión.

El Ministerio de Obras Públicas anuncia ahora una demanda a la constructo­ra portuguesa por abandono de trabajos y un subsidio a los comerciant­es, que saldrá de un préstamo que deberá pagar el Estado, es decir todos nosotros, al Banco Interameri­cano de Desarrollo.

Por eso es que aquí alguien debe dar la cara, comenzando por el exministro de Obras Ramón Jiménez Gaona, cara visible del proyecto cuando fue adjudicado.

Tenemos demasiadas historias con negocios turbios hechos a costilla de las obras financiada­s con dinero público, a nivel nacional, departamen­tal y municipal.

Es por eso que también la fiscalía debería actuar de oficio al estar de por medio un altísimo interés público.

Y ahora que todo es evidente, es de esperar que no vuelvan a salir los verdaderos idiotas, a seguir diciendo que quien realiza críticas o cuestionam­ientos a oscuros proyectos como este, solo buscan ponerle palos a la rueda del progreso en el país.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay