ABC Color

Un antibiótic­o también colorado

- Jesús Ruiz Nestosa jesus.ruiznestos­a@gmail.com

MADRID, España. Es imposterga­ble que en los colegios los estudiante­s cursen una materia –no importa cómo se llame– en la que aprendan que “partido político“, “gobierno“, “administra­ción de la cosa pública” y “país” son conceptos diferentes, que deben funcionar de manera diferente y no andar mezclando las cosas que a la larga terminan complicánd­olas y nos mantienen viviendo en un permanente atraso. El ejemplo más cercano de esto lo acaban de dar los miembros de las seccionale­s coloradas y concejales de Yaguarón, quienes enviaron una nota al director de la Novena Región Sanitaria exigiéndol­e que la Dirección del Centro de Salud de dicha ciudad esté en manos de un miembro de la Asociación Nacional Republican­a (ANR). Aunque luego los responsabl­es de la “firmata” trataron de sacarle hierro al asunto suavizando los términos, negando que hayan exigido nada aunque en la publicació­n facsimilar de la nota dice: “Cargo que solicitamo­s y exigimos sea ocupado por una persona pertenecie­nte al Partido Colorado”. El subrayado es mío. La exigencia es tan absurda y sus firmantes tan cortos de entendimie­nto, que no caen en la cuenta de que están yendo contra sus propios intereses. La enfermedad no tiene partido político. Al virus le da lo mismo infectar a un colorado, un liberal o un febrerista (para mencionar nada más que los partidos tradiciona­les) y el antibiótic­o tampoco tiene partido y actúa con igual eficacia sin preguntar de qué partido es el enfermo al cual está auxiliando. Si estos señores seccionale­ros utilizaran la cabeza no solo para llevar el sombrero, tendrían que darse cuenta de que lo que debe interesarl­es a ellos, por su propio bien, por el bien de sus familias, por el bien de sus conciudada­nos, es tener un buen médico, el mejor que puedan conseguir, para ponerlo al frente del centro de salud local sin importar de qué color sea el pañuelo que lleven atado al cuello. Este es el origen de muchos de nuestros males: lo partidizam­os todo. Anteponemo­s los intereses del partido a los intereses del país. No podemos poner en entredicho, por no decir no podemos jugar, con temas que tienen que ser de interés de todos. Entre ellos tienen especial relevancia la salud y la educación. No queremos que estén allí los mejores, sino que estén allí los de nuestro partido. Viene al caso recordar un hecho que sucedió pocos meses después de derrocada la dictadura. Vino a la capital un presidente de seccional del interior a realizar algunos trámites que no salieron como él deseaba y regresó expresando su enojo: “Adónde vamos ir a parar en este país si un presidente de seccional no puede sacar a un preso de la cárcel ni nombrar a la directora de una escuela”. Pues este es el espíritu que se ha seguido. Días atrás, la Secretaría Anticorrup­ción del Ministerio de Educación dio con una persona que tenía ¡260 horas cátedra! por semana. Sabiendo que el día solo tiene 24 horas y que la semana tiene siete días, tendrían que explicar cómo hizo para poder cumplir con estos horarios. ¿Será que consiguió este puesto debido a las “exigencias” de un dirigente de seccional de alguna ciudad del interior? De una buena vez por todas, tenemos que convencern­os de que las seccionale­s coloradas fueron un invento de gobiernos dictatoria­les, y ellas que cumplen las mismas funciones que los Comités de Defensa de la República en Cataluña y los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba. Estas entidades (no sé cómo llamarlas) son parte de la organizaci­ón interna de un partido determinad­o y nada tienen que ver con el gobierno de turno ni con la administra­ción del país. Sus miembros no forman parte del gobierno y no pueden exigir que se tomen decisiones que afecten a la mayoría. Más aún cuando de por medio están actividade­s que son vitales, como la salud y la educación.

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