Desenmascarar a los responsables del fraude
“Todos salimos perdiendo en este tramo. Aquí nadie ganó nada, salvo tal vez una empresa”, expresó el sábado el ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Arnoldo Wiens, al anunciar que la contratista del proyecto Metrobús, la empresa portuguesa Mota Engil, hizo abandono de la obra que estaba ejecutando a paso de tortuga. Agregó que “como ministro de Obras Públicas... tomaré las medidas legales y financieras correspondientes a lo que en el contrato se llama abandono de obras”. Es plausible esta última parte del anuncio, pero es una verdad a medias eso de “todos salimos perdiendo” pues muchos ya salieron ganando. Esta descabellada aventura ya dejó un montón de “lesionados”, como esas empresas gravemente perjudicadas que nunca se van a resarcir del todo de sus pérdidas, y también produjo varios “muertos”, como ese más de un centenar de empresas comerciales que cerraron sus puertas dejando un millar de personas sin trabajo. Resulta dudosa la afirmación de que “aquí nadie ganó nada”, pues, en primer lugar, Mota Engil ya cobró US$ 21 millones por solo 800 metros de obras terminadas, y es poco creíble que devuelva al menos una parte de esa suma. Por el contrario, no debe descartarse que esté preparando alguna jugosa demanda contra el Estado paraguayo con base en alguna desprolijidad en el contrato, y termine recibiendo más dinero. Es imposible pensar también que no hayan ganado nada quienes impulsaron contra viento y marea el inicio de este malhadado proyecto, pese al futuro tan incierto que tenía en la forma en que fue aprobado, como lo advirtieron numerosos especialistas y la prensa. Aquí se puede mencionar al propio expresidente Horacio Cartes, el exministro de Obras Públicas Ramón Jiménez Gaona, el exgerente del proyecto Guillermo Alcaraz y el exconsultor especial José Tomás Rivarola. El enceguecimiento y la contumacia con que persistieron en el chapucero proyecto hacen pensar que el esfuerzo no habrá sido nada gratis. Y conste que el proyecto se estaba gestando en la “parte fácil”, como denominaba nuestro diario a las primeras fases del emprendimiento, porque si ya tuvo dificultades insuperables allí, era y es impensable que pudiera superar las que encontraría a su paso por el superpoblado microcentro de Asunción. Tampoco habrá salido perdiendo el otro “padrino” de este emprendimiento, el representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Asunción, el brasileño Eduardo Almeida, quien inclusive ya desembolsaba fondos antes de que el convenio de préstamo fuera aprobado por el Congreso. Almeida, de negra fama a su paso por Haití como representante de la mencionada institución crediticia internacional, ahora ya no está en Asunción pues ya recibió otro destino. Y así se cumple otro de los vaticinios expresados muchas veces por nuestro diario, de que cuando explotara la bomba ninguno de los funcionarios responsables de este horroroso proyecto ya estaría en sus cargos sino disfrutando del “fruto” de sus esfuerzos en diferentes lugares. Total, Juan Pueblo puede cargar con la resaca del escandaloso carnaval. Cabe recordar que otro de los cuestionamientos que recibió este proyecto fue la repudiable decisión adoptada por el Gobierno de Horacio Cartes de utilizar el gasoíl como combustible para la locomoción, producto caro, contaminante e importado, en vez de la energía limpia, la electricidad, que tenemos en abundancia en nuestro país. Solamente intereses mezquinos pueden auspiciar tan descabellada determinación. Lo que aparenta a esta altura es que el metrobús fue ideado como un gigantesco fraude impulsado para lucrar indebidamente a costa del erario por muchos años, y no tanto para solucionar un angustioso problema del transporte. Tan grave es el drama que enfrenta el desatinado proyecto que, aunque sea realizado por otras empresas, continuará enfrentando los mismos problemas y ocasionando los mismos perjuicios a las personas y negocios ubicados a lo largo de su trayecto. También están ahí las mismas dificultades para su avance por el centro de Asunción. Y agregado a ello, las demoras que van surgiendo van aumentando los costos de este emprendimiento con incierto final. Es plausible que el presidente Mario Abdo Benítez haya lanzado un mensaje contundente, que expresa: “El caso metrobús no quedará impune. Que las instituciones profundicen su investigación. Tiene todo nuestro apoyo, ministro Arnoldo Wiens”. Es de desear que esta promesa presidencial no quede en la nada como tantas otras que hemos escuchado de anteriores gobernantes, como aquella de “vamos a cortarles las manos a los ladrones”, de su antecesor en el cargo. Es tiempo de separar el cordón umbilical que liga a gobernantes corruptos y empresarios de la “patria constructora”, como está ocurriendo con éxito en Brasil y Argentina. Porque, solo el día en que estos sinvergüenzas, sean quienes sean, vayan a la cárcel, el Paraguay dejará de desangrarse a través de las obras públicas.