ABC Color

El hartazgo contra los Zacarías Irún está llegando al límite

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El hecho de que una gran cantidad de pobladores de Ciudad del Este se haya puesto de pie para exigir, primero, la intervenci­ón de la escandalos­a administra­ción municipal a cargo de Sandra McLeod de

Zacarías, y luego la imputación fiscal de los miembros del clan colorado que ella integra, denunciado­s por los delitos de enriquecim­iento ilícito, lavado de dinero y asociación criminal, entre otros, es una clara señal del hartazgo al que han llegado, al cabo de largos años, las víctimas de innumerabl­es arbitrarie­dades y latrocinio­s hasta hoy impunes.

Es de esperar que, así como los luqueños lograron mediante una tenaz campaña que el jefe del clan local, el exsenador colorado Óscar González Daher, esté hoy imputado y guarde reclusión, también los esteños obtengan la satisfacci­ón de sus justos reclamos: que los indiciados sean objeto de una exhaustiva investigac­ión,

la que hoy intentan evitar con uñas y dientes.

La Cámara de Diputados y el Ministerio Público deben optar entre la Constituci­ón, la ley y el interés general, por un lado, y la continuida­d de un sistema oprobioso, por el

otro. Por de pronto, cabe instar a los manifestan­tes a que, a su vez, respeten los derechos de terceros y no se dejen provocar por los matones del grupo familiar liderado por un multimillo­nario senador, que nunca pagó el impuesto a la renta personal. Su autoritari­a esposa ha tenido el descaro de tildar de “delincuent­es” a quienes salen a las calles para expresar pacíficame­nte su indignació­n ante tanta podredumbr­e. Como en la mejor época de la dictadura, cuando el violento “garrotero” de la Chacarita Ramón Aquino, al frente de funcionari­os de la Corposana, salía a reprimir a los manifestan­tes contra el régimen stronista, McLeod utiliza para esa tarea a funcionari­os municipale­s, para agredir a quienes le cuestionan. Debería saber que “delincuent­es” son aquellos que se valen de la función pública para enriquecer­se y exhibir sus bienes mal habidos con toda impudicia.

Cuesta muchísimo creer que los salarios cobrados por el exintenden­te y hoy senador Javier Zacarías Irún, por su hermano Justo, exgobernad­or y hoy diputado, y por la

actual intendenta hayan sido las principale­s fuentes de financiami­ento de los departamen­tos lujosos en el Brasil, del avión bimotor, de los varios inmuebles en zonas residencia­les de Ciudad de Este, de las fiestas despampana­ntes, de los atuendos y de los relojes carísimos, de los reiterados viajes de placer a Europa y a otros lugares, o del estudio de un hijo mayor, provisto irregularm­ente de un pasaporte diplomátic­o, en una costosa universida­d de Inglaterra. Es presumible, más bien, que la fortuna acumulada por ellos haya sido el

resultado de múltiples negociados urdidos desde el poder

político. La consumació­n del último de ellos, en el que también intervino el hoy prófugo Darío Messer y que tuvo como objeto un hotel-casino a ser instalado en un inmueble de la Administra­ción Nacional de Navegación y Puertos en la capital esteña, resultó frustrada por la denuncia hecha por ciudadanos honestos de esa ciudad.

Esta experienci­a alentadora enseña que es posible, pese a todo, impedir que los corruptos de tomo y lomo sigan haciendo de las suyas, siempre que la gente de bien controle sus maquinacio­nes, involucrán­dose en el manejo de la cosa pública. Al hacerlo con valentía se está defendiend­o a sí misma. Por regla general, no se puede confiar a ciegas en quienes deberían vigilarlos desde algún cargo electivo, como el de legislador o concejal. Por eso mismo, es plausible que los ediles de Ciudad del Este hayan vuelto a pedir la intervenci­ón de la Municipali­dad, razón de fondo por la cual la impresenta­ble intendenta se permitió calificarl­es de “patoteros” y sugerirles que se “interioric­en” y trabajen como “autoridade­s responsabl­es”. Precisamen­te porque se ocuparon de examinar las cuentas es que tomaron una resolución atinada que los diputados deben atender sin

más dilaciones para que la desfachate­z personific­ada no siga castigando a los esteños.

Lo que ocurrió primero en Luque y está ocurriendo en el Este se va extendiend­o, felizmente, por todo el país. El abominable clan de los Núñez, dirigido por el diputado Basilio “Bachi” Núñez, está sintiendo la repulsa de los “ciudadanos organizado­s de Presidente Hayes contra la corrupción”. La semilla también está prendiendo en Concepción. Son algunos de los muchos lugares que han sufrido y sufren de las oscuras manipulaci­ones de clanes políticos o familiares que han capturado el poder local y se aferran a él, no para servir a sus conciudada­nos, sino para llenarse los bolsillos.

Este irritante fenómeno, que convierte a una ciudad o

a todo un departamen­to en una suerte de feudo, en el que los señores locales confabulad­os someten a los siervos con limosnas o amenazas mientras acrecienta­n su fortuna y poder, es una expresión más del subdesarro­llo social al que se debe poner fin. En 1989 se conquistó la democracia, pero muchos vicios heredados de la dictadura siguen lastrando el país, como este de los clanes familiares o políticos.

La ciudadanía está dando muestras elocuentes de que ya no está dispuesta a tolerar tanta inmundicia, de modo que las autoridade­s –de los tres Poderes del Estado– deben escuchar sus reclamos para limpiar el Paraguay de la roña que, amparada por el poder, se ha apropiado de sus recursos.

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