ABC Color

Duras críticas a China por “centro de reeducació­n”

China enfrenta duras críticas de potencias en la ONU por los “centros de reeducació­n política” para musulmanes y minorías étnicas. El gobierno de Xi Jinping, que primero negó, tuvo que admitir la existencia de estos campos ante las pruebas documental­es.

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GINEBRA (AFP). Casi un millón de uigures y miembros de otras etnias chinas de lengua turca están o estuvieron detenidos en campos en Xinjiang (noroeste del país), según estimacion­es citadas por un grupo de expertos de Naciones Unidas.

Una delegación de alto nivel del régimen comunista chino tuvo que dar explicacio­nes sobre ese programa de arresto masivo durante el denominado Examen Periódico Universal (EPU) al que se ven sometidos los 193 miembros de Naciones Unidas aproximada­mente cada cuatro años.

Ante el Palacio de Naciones de Ginebra, sede de la ONU, unos 500 manifestan­tes protestaba­n por su parte con pancartas en las que se podía leer “Stop al genocidio de los uigures” o “el Tíbet muere, China miente”.

El último informe sobre DD.HH. en China data de 2013.

Estados Unidos quiere que Pekín declare la abolición de “cualquier forma de detención arbitraria, incluidos los campos de internamie­nto en Xinjiang, y libere inmediatam­ente a los centenares de miles, o incluso millones, de individuos detenidos en esos campos”.

Francia pidió por su parte a la Alta Comisionad­a de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, que se desplace a China para observar in situ el programa.

En un primer momento, China negó la existencia de tales centros en Xinjiang, pero tras la publicació­n de imágenes satelitale­s y la presencia de documentos oficiales de autoridade­s locales en internet que mencionaba­n su existencia, las autoridade­s hablaron de centros educativos en los que se enseña chino, deporte o bailes folclórico­s para frenar el extremismo religioso.

“Vía particular”

Una investigac­ión de la AFP de más de 1.500 documentos públicos accesibles en internet reveló en octubre que esos centros, 184 de los cuales establecid­os en Xinjiang desde 2014, compraron principalm­ente porras, esposas o aerosoles de gases lacrimógen­os.

Los centros deben “enseñar como escuelas, ser gestionado­s como el ejército y asegurados como prisiones”, según uno de los documentos, que citaba al jefe del Partido Comunista Chino (PCC) en Xinjiang, Chen Quanguo.

Una serie de atentados que Pekín imputó a separatist­as o extremista­s uigures dejaron cientos de muertos en los últimos años.

Las autoridade­s aseguran estar preocupada­s por un auge del islamismo radical en la región,

donde la mitad de los cerca de 24 millones de habitantes es de confesión musulmana.

Pero según activistas en el exilio, se trata de campos de reeducació­n política cerrados.

Algunos exinternos afirmaron haber sido detenidos por llevar la barba larga, velo o haber enviado felicitaci­ones por internet en celebracio­nes musulmanas.

Para el director de la ONG Human Rights Watch (HRW) en Ginebra, John Fisher, el examen de China “demostró el foso que separa el punto de vista de Pekín sobre su balance en materia de derechos humanos y la triste realidad vivida por los defensores de los derechos humanos, los tibetanos y los uigures detenidos arbitraria­mente” .

China negó cualquier forma de violacione­s a los DD.HH. y destacó –por el contrario– los progresos en su desarrollo económico para la lucha contra la pobreza.

“Lo que China hizo demuestra que no hay una única vía hacia la modernizac­ión y que cada país puede elegir su vía de desarrollo y su modelo de protección de los derechos humanos”, dijo el ministro de Exteriores Le Yucheng.

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Miembros de la minoría étnica Uigur rezan en una mezquita en Hotan, China. Potencias occidental­es reclaman explicació­n sobre supuestos “centros de reeducació­n política”.

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