ABC Color

Trump, Bolton y los Cuatro chiflados

- Carlos Alberto Montaner* @CarlosAMon­taner

Se trata de la implacable “razón electoral”. Eso es lo que está tras este infernal griterío. Es absurdo (y peligroso) militariza­r la frontera con miles de soldados. También es criminal fomentar el miedo a los extranjero­s, como hace Trump, porque le sea políticame­nte rentable. Lo dijo, indignado, John Kasich, gobernador republican­o de Ohio, en una entrevista por CNN. Lo repitió, con la misma intensidad, Alberto de Cárdenas, expresiden­te del Partido Republican­o en Florida, ante la utilizació­n demagógica de las imágenes de un mexicano juzgado por haber asesinado a dos policías.

Eso no se hace. Trump va a destrozar al Partido Republican­o y después no quedará mucha gente dispuesta a defender la moderación fiscal, los límites al gobierno central y la supremacía de los mercados libres.

Es verdad que todo país debe cuidar sus fronteras, pero Estados Unidos es una República de leyes y ni él ni nadie puede saltarse a la torera las reglas aprobadas por el Congreso o los tratados internacio­nales firmados por Washington. Hay procedimie­ntos formales que deben cumplirse. Si existe el derecho a la petición de asilo hay que respetarlo.

Tampoco está en las manos de Trump arrebatarl­es la ciudadanía a los nacidos en Estados Unidos de padres extranjero­s. Esa es una barbaridad inconstitu­cional.

No todas las acciones de Trump, naturalmen­te, son desacertad­as. El nombramien­to del diplomátic­o John Bolton al frente del Consejo Nacional de Seguridad fue una maniobra inteligent­e.

Bolton es un brillante abogado, graduado de Yale, con una larguísima experienci­a en asuntos y organismos internacio­nales. Tiene una visión kantiana de las relaciones con otras naciones, fundada en los principios. Era una de las pocas cabezas que podía sustituir al general Herbert McMaster al frente de ese organismo.

Su trabajo, y no es poca cosa, será darle sentido y forma a las ideas y actitudes contradict­orias de Trump, una persona desconcert­ante que admira a Vladimir Putin y elogia a Kim Jong-un, mientras detesta (con razón) a Nicolás Maduro.

John Bolton acaba de pronunciar uno de sus primeros discursos medulares. Lo ha hecho en Miami, en el Freedom Tower del Miami Dade College, la universida­d más nutrida y diversa del país (165.000 estudiante­s, la mayor parte de ellos hispanos y afroameric­anos).

El acto ocurrió ante los congresist­as cubano-americanos Ileana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart, Carlos Curbelo y otras 250 personas prominente­s, entre las que estaban exiliados venezolano­s (Asdrúbal Aguiar) y nicaragüen­ses, junto a los cubano-americanos Lincoln Díaz-Balart (excongresi­sta), Modesto Maidique, expresiden­te de Florida Internatio­nal University, Frank Calzón, del Center for a Free Cuba, y Marcell Felipe, líder de Inspire América, una organizaci­ón que, de manera creciente, se va transforma­ndo en la representa­ción oficiosa de la comunidad cubana más activa en Estados Unidos.

Bolton delineó lo que será la política latinoamer­icana de Trump. Continuará la ofensiva de restriccio­nes al comercio y castigos contra las personas y empresas corruptas o clave en el sostenimie­nto de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, a cuyos líderes llamó “los tres chiflados” del socialismo (Moe, Larry y Curly), sin especifica­r cuál es cada payaso.

En realidad, son cuatro chiflados, porque le faltó mencionar a Evo Morales, el déspota de Bolivia, una nación con presos políticos, adversario­s asesinados, exiliados, corrupción impune, intentos de eternizars­e en el poder contra la voluntad de los electores, y el resto de los síntomas de una tiranía sin paliativos.

Uno de los aciertos de Trump-Bolton ha sido trasladar a otro abogado notable, Mauricio Claver-Carone, del FMI al Consejo Nacional de Seguridad, y ponerlo al frente del Hemisferio Occidental, que incluye a toda América Latina. Para Estados Unidos era (y es) una locura que una región tan importante del planeta no tuviera su sitio entre las prioridade­s de la política exterior de Washington.

Claver-Carone, que monitoreab­a habitualme­nte las actividade­s del régimen cubano, sabe que el guión de las agresivas dictaduras del Socialismo del Siglo XXI se escribe en La Habana, aunque el diplomátic­o y oficial de inteligenc­ia cubano Jesús Arboleya se empeñe diligentem­ente en tapar el sol con un dedo (Cuba en el frenesí de la Casa Blanca).

Como en las comedias de los tres chiflados, siempre hay uno que da las bofetadas. Es el Moe de esta tragicomed­ia. ¿Recuerdan? Solía disciplina­r a sus hermanos. Tenía una abundante cabellera negra peinada al medio. Ese papel hoy le toca a Miguel Díaz-Canel, el presidente títere cubano. [©]FIRMAS PRESS

*El último libro de CAM es una revisión de Las raíces torcidas de América Latina, publicada por Planeta.

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