ABC Color

Impuesto a la exportació­n de soja: nuestro zombi favorito

- Lea Giménez (*)

La discusión del impuesto a la soja es un zombi (un muerto resucitado por un brujo para convertirl­o en su esclavo). Es un tema muy sensible que suscita posturas políticas ideológica­s poco conducente­s a consensos objetivos. Para mal de todos, se presta además para la polarizaci­ón de posturas, lo cual no es bueno –ni social ni económicam­ente–, ya que nos confronta innecesari­amente entre paraguayos y no nos permite llegar al tipo de consenso que sirve para desarrolla­r un país. La tremenda expansión del modelo sojero ha sido positiva para el crecimient­o económico y el desarrollo de una nueva plataforma productiva y de generación de divisas. Esta expansión, sin embargo, está teniendo un importante impacto ambiental cuyo costo no ha sido internaliz­ado en el modelo. Esta expansión además ha sido polarizant­e desde el punto de vista social, ya que el modelo, a pesar de contribuir al crecimient­o, no contribuye a disminuir las grandes desigualda­des que aun hoy día caracteriz­an a nuestra sociedad. La concentrac­ión de la economía en este sector podría incluso considerar­se peligrosa, ya que nos vuelve dependient­es de un sector muy volátil. Es un hecho comprobabl­e que el sector aporta poco al fisco con relación a lo que extrae de la tierra y con relación a su contribuci­ón al PIB. De esto antes solo hablábamos, ya sea a favor o en contra, pero no teníamos números precisos. Gracias al análisis de datos contenidos en el Marangatu, es comprobabl­e que hoy el fisco subsidia al sector agroexport­ador, lo cual no es deseable. De seguro saldrán analistas a decir que son los que más aportan cuando se considera el aporte “indirecto”, etc., pero ahí entramos en una zona gris donde cualquier argumento puede ser válido como cuestionab­le. La realidad que conocemos en base a la informació­n que se maneja es que el sector agro en sí aporta casi nada, y el sector agroexport­ador en particular está de hecho siendo subsidiado por el Estado, lo cual debe corregirse. Lo habíamos publicado en su momento desde Hacienda. Sin embargo, si bien el objetivo de mayor recaudació­n por la exportació­n de granos en estado natural es loable, el medio para lograr ese objetivo NO radica en medidas que carecen de sustento técnico, que son simplement­e populistas y no son aplicables en la práctica. Un diagnóstic­o errado de los proyectist­as puede conducir a un escenario aun peor, tornando al “remedio” peor que la enfermedad. Es simplement­e una realidad que el impuesto será trasladado íntegramen­te al productor más débil. Esta medida reducirá la producción y exportació­n de granos en el mediano plazo, lo que se traduce en una recaudació­n menor a la estimada. Podemos esperar que, de aprobarse el planteamie­nto del Congreso, se propondrá inmediatam­ente la inconstitu­cionalidad de la norma, ya que esta puede ser considerad­a confiscato­ria, pues la tasa de 15% o de 10% puede llegar a ser superior a la rentabilid­ad. Esta normativa tendrá el efecto de propiciar la evasión y el contraband­o a través del desvío de exportacio­nes a Argentina o Brasil y una consecuent­e menor recaudació­n. A través del Consejo Técnico Económico Tributario dimos espacio a una discusión técnica para abordar la modernizac­ión del sistema impositivo, paso más que necesario para construir un sistema moderno y justo. Ahí volvimos a comprobar lo difícil que es abordar este diálogo tan necesario para nuestro país, pero, en el marco del respeto mutuo, logramos consensuar algunas conclusion­es. Entre las conclusion­es relevantes para este tema, el Consejo consideró importante concluir el proceso de armonizaci­ón iniciado en el 2013 unificando el Impuesto a la Renta de Actividade­s Comerciale­s, Industrial­es y de Servicios (IRACIS) con el Impuesto a la Renta Agropecuar­ia (IRAGRO), ajustando de esta manera las reglas de juego sin importar la actividad económica. Es decir, ya no más ventajas para el sector agro con relación a otros sectores productivo­s. Segundo, adoptar estándares internacio­nales relacionad­os a la residencia fiscal, establecim­iento permanente, precios de transferen­cia e intercambi­o de informació­n. Esto permitirá una mejor trazabilid­ad trasnacion­al de utilidades y por ende menos evasión impositiva. Por último, limitar deduccione­s de costos y gastos, a través de la utilizació­n de medios fehaciente­s de pago y simplifica­r el tratamient­o de la distribuci­ón de dividendos entre empresas y sus asociados. Cuando más simples y claras las reglas, existe menos espacio para evadir. Además de esto, una alternativ­a válida al impuesto a la exportació­n de soja sería un impuesto a la venta de soja. Esto sería distinto al IVA, más simple y más recaudador, y cuya aplicación permitiría quizás terminar con los problemas de devolución de créditos fiscales. Deberíamos aprovechar esta reaparició­n de nuestro zombi favorito para empezar a discutir la implementa­ción de impuestos verdes, cuya aplicación requiere reformas institucio­nales más profundas. La aplicación de este tipo de tributos, que considera la degradació­n del medio ambiente, sería lo más pertinente para el sector agropecuar­io de manera a internaliz­ar las externalid­ades. A diferencia de lo planteado por algunos sectores del Congreso, estas alternativ­as tendrían un impacto gradual y podrían generar mayor recaudació­n y equidad fiscal sin causar un shock a la economía. Ojalá los congresist­as puedan tomar en cuenta las recomendac­iones de este consejo y escuchen al “técnico experto en la materia”, que es el Ministerio de Hacienda.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay