ABC Color

El crimen organizado pudrió la Policía Nacional.

-

Los dramáticos audios de la asesinada abogada de conocidos narcotrafi­cantes que han hecho de las suyas en nuestro país, Laura Casuso, llevados a conocimien­to público por los medios de comunicaci­ón, han puesto de nuevo sobre el tapete la desbordant­e criminalid­ad que se enseñorea en localidade­s fronteriza­s con el Brasil, así como la manifiesta incapacida­d de la Policía Nacional para hacer frente al crimen organizado transnacio­nal. Más allá de lamentar el crimen de la abogada a manos de sicarios no identifica­dos hasta ahora, lo más inquietant­e es la mención que ella hace de la complicida­d de altos jefes de la Policía Nacional con el crimen organizado a cambio de sobornos. Es preocupant­e la marea delictiva en que está inmersa la institució­n policial. El presidente Mario Abdo Benítez debe atender esta grave situación, que en las encuestas siempre aparece como una de las primeras preocupaci­ones de la gente. Si la sociedad es atacada no solo por los delincuent­es, sino también por integrante­s de la Policía, puede resultar en un grave caos si las víctimas, finalmente, deciden tomar justicia por propias manos.

Los dramáticos audios de la asesinada abogada de conocidos narcotrafi­cantes que han hecho de las suyas en nuestro país, Laura Casuso, llevados a conocimien­to público por los medios de comunicaci­ón, han puesto de nuevo sobre el tapete la desbordant­e criminalid­ad que se enseñorea en localidade­s fronteriza­s con el Brasil, como Pedro Juan Caballero, Capitán Bado, Ypejhú, Salto del Guairá y Ciudad del Este, así como la manifiesta incapacida­d de la Policía Nacional para hacer frente al crimen organizado transnacio­nal, como el Primer Comando da Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV), comandados por capos delincuent­es desde cárceles de Brasil.

Más allá de lamentar la trágica muerte de la abogada Casuso a manos de sicarios contratado­s por líderes criminales no identifica­dos hasta ahora, lo más inquietant­e es la mención que ella hace de la complicida­d de altos jefes de la Policía Nacional con el crimen organizado a cambio de sobornos. “Le lleva el dinero a Abel. Me dio nombre y apellido; me dijo Epi (Epifanio) Barreto, que es el de Inteligenc­ia, habla directamen­te con Minotauro”, decía la asesinada en uno de sus últimos audios.

Inquirido al respecto, el presunto aludido, comisario general Abel Cañete, director general de Investigac­ión Criminal de la Policía Nacional, derivó la pregunta al suboficial Epifanio Barreto, quien negó categórica­mente lo afirmado por la abogada del narcotrafi­cante extraditad­o al Brasil, Jarvis Chimenes Pavão: “Jamás hablé con Minotauro”, dijo con referencia a Sergio de Arruda Quintilian­o Neto, alias Junior Minotauro, uno de los líderes narcotrafi­cantes que actualment­e pugnan por el control de la zona de Pedro Juan Caballero, tras la muerte del capo mafioso Jorge Rafaat Toumani y el apresamien­to de Pavão y Elton Leonel Rumich da Silva, alias Galán, referentes del PCC en la frontera.

Por su parte, nuevos audios del presunto narcotrafi­cante Reinaldo Javier “Cucho” Cabaña revelan también el crudo involucram­iento de otros policías en esa actividad delictiva.

Obviamente, la inquietud que conmueve a la opinión pública no implica que la gente crea espontánea­mente lo que sostiene la infortunad­a abogada en los audios que se le atribuyen. Sin embargo, el poco edificante historial de la actuación de la Policía Nacional con relación al crimen organizado desde hace ya varios años es el catalizado­r de la preocupaci­ón ciudadana que se ha exacerbado con los graves atentados que se han sucedido en los últimos tiempos, no solo ya en la frontera sino en la propia Asunción.

Así, la memoria colectiva no ha olvidado el deleznable caso de Ibar Pérez Corradi, el “rey de la efedrina”, en su tiempo el criminal más buscado de Argentina, quien hasta mediados del 2015 vivía tranquilam­ente en nuestro país con identidad falsa, mediante cédula de identidad y pasaporte facilitado­s por una organizaci­ón policial corrupta dedicada a ese menester. Pérez Corradi fue detenido tras aviso de las autoridade­s argentinas de su presencia en Ciudad del Este. No es que la Policía paraguaya no lo supiera, sino todo lo contrario: algunos de sus integrante­s lo protegían, según informó luego, con nombres y apellidos, el detenido. Este fue condenado en estos días en su país a siete años de cárcel, mientras sus protectore­s paraguayos siguen campanteme­nte en la fuerza policial.

La gente tampoco olvida el robo, desde la propia Jefatura de Policía de Pedro Juan Caballero, de 252 kilos de cocaína incautados y que involucró a dos concejales departamen­tales de Amambay a mediados de enero del 2015, depositado­s allí como prueba del delito. Este hecho derivó en la destitució­n de los más altos jefes policiales del departamen­to de Amambay: comisario general Sebastián Indalecio Talavera, comisarios Félix Augusto Benítez y Éver Toribio Molinas, entre otros.

Un caso resonante también fue el considerad­o “Robo del Siglo”, perpetrado en Ciudad del Este por medio centenar de facineroso­s del PCC que atracaron la sede de la empresa transporta­dora de caudales Prosegur, alzándose con casi US$ 12 millones, sin que la Policía Nacional atinara a reaccionar, hasta el punto de que hasta una semana después no había logrado detener a ninguno de los delincuent­es que permanecie­ron en el país, en tanto que la policía brasileña ya había abatido a tres de ellos, capturado a otros y recuperado el 10 por ciento del dinero robado.

Otro ejemplo de corrupción policial fue el escándalo protagoniz­ado por el jefe y subjefe de la Comisaría 4ª Metropolit­ana, comisario Hugo Adalberto Ayala y subcomisar­io Hugo Marín, a mediados de abril del 2018, quienes fueron cesados en sus cargos tras comprobars­e que estaban brindando protección al miembro del PCC Aparecido Almeida, alias Pisca. Finalmente, a principios de agosto del corriente año, fueron destituido­s los jefes policiales del departamen­to de Canindeyú, comisario general Hermógenes García, comisario principal Pedro Lezcano y otros, acusados de recibir pagos mensuales de traficante­s de marihuana por permitir que la droga llegara a la frontera para su posterior envío al Brasil.

Sucede que, sobre todo durante los últimos Gobiernos,

muchos jefes de la Policía Nacional decidieron hacer de la profesión un negocio personal. Ubicados en localidade­s fronteriza­s claves, como Pedro Juan Caballero, Capitán Bado, Ypejhú, Salto del Guairá y Ciudad del Este, optaron por hacer la vista gorda al narcotráfi­co y otros delitos a cambio de ser incluidos en la planilla de coimas de los forajidos. Así, adquieren compromiso­s con los narcotrafi­cantes y contraband­istas de todo género y lo único que cuidan es que sus fechorías no trascienda­n, por temor de perder sus lucrativos cargos.

Es preocupant­e la marea delictiva en que está inmersa la Policía Nacional. Mencionamo­s genéricame­nte a la institució­n porque si sus responsabl­es –incluyendo al primero, el

ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor– no toman enérgicas medidas para enderezarl­a, apartando a las manzanas podridas y no simplement­e cambiándol­es de sede, a donde van con todos sus vicios, la criminalid­ad irá en aumento, junto con la zozobra ciudadana.

El presidente Mario Abdo Benítez, que está gastando valioso tiempo en viajes intrascend­entes y frondosas comitivas, debe atender esta grave situación, que en las encuestas siempre aparece como una de las primeras preocupaci­ones de la gente. Si la sociedad es atacada no solo por los delincuent­es, sino también por integrante­s de la Policía,

puede resultar en un grave caos si las víctimas, finalmente, deciden tomar justicia por propias manos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay