ABC Color

Ayer y hoy

- Edwin Brítez ebritez@abc.com.py

Cinco años después de que Stroessner tomara el poder, en 1959, los estudiante­s del Centro 23 de Octubre del Colegio Nacional de la Capital se manifestar­on por la suba del pasaje.

Aquella manifestac­ión siguió a la del año anterior, la huelga general organizada por la Confederac­ión Paraguaya de Trabajador­es, que por entonces estaba aún en manos de sindicalis­tas con trayectori­a de lucha, pero con identidad colorada al igual que los directivos del Centro Estudianti­l 23 de Octubre.

Al iniciarse el acto ingresaron a actuar con violencia los miembros de la Policía, arrojando como saldo numerosos estudiante­s heridos y golpeados, personas que concurrier­on a adherirse a la convocator­ia por coincidir con la protesta. Fueron golpeados también los diputados colorados Miguel Ángel González Casabianca (Toto) y Fulgencio Aldana.

La Cámara de Representa­ntes, entonces unicameral e integrada únicamente por colorados, dio entrada y escuchó la denuncia de sus miembros afectados por la represión policial, a raíz de lo cual hizo un repudio público y firme además de solicitar la renuncia del influyente jefe de policía, general Duarte Vera. Se pasaron los antecedent­es a la justicia.

Ese día, la sesión fue presidida por Waldino Ramón Lovera, dado que el presidente J. Eulogio Estigarrib­ia se ausentó; dicen por orden de Stroessner. No obstante, la votación fue de 36 a favor y 21 en contra. Eran tiempos en que los fueros parlamenta­rios eran defendidos por los que valían en sí, no como hoy para proteger y blindar a los parlamenta­rios que cometen fechorías.

Viene a cuento esta larga introducci­ón para referirme a la noticia que habla de que el Tribunal de Apelacione­s, tercera sala, anuló la condena a 12 años del suboficial de policía Benito Joel Sanabria Duarte, que en una instancia anterior resultó culpable del disparo a quemarropa contra el diputado liberal Édgar Acosta, quien se manifestó en contra del avance de la reelección inconstitu­cional del entonces presidente Horacio Cartes.

El diputado Acosta fue abatido de un escopetazo que impactó en su rostro, lo cual prácticame­nte le destruyó la boca, interna y externamen­te. Tuvo que ser intervenid­o quirúrgica­mente varias veces fuera del país, por la delicadeza de las operacione­s.

Las víctimas tuvieron que conformars­e con escuchar voces de repudio a la represión, pero de manera individual, no de manera colectiva y colegiada como lo hizo la Cámara de Representa­ntes en su momento, sin importar las consecuenc­ias ni las reacciones de un entonces aún pichón de autócrata.

De hecho, el apoyo que dio la Cámara de aquella época a sus miembros violentado­s y la exigencia de sancionar al responsabl­e de la represión molestó sobremaner­a al dictador, quien no pudo continuar ocultando su verdadera identidad. Se sacó la careta y disolvió la Cámara. Si la disolvió y detuvo a varios de sus miembros y a quienes se adhirieron o solidariza­ron con ellos, además de enviar al exilio a los demás.

Los 36 parlamenta­rios que votaron por el respeto a los fueros legislativ­os sabían el riesgo que corrían pero optaron por hacerlos respetar, cualquiera sea el costo. Lo que pasó con el diputado Acosta fue mucho más grave que los golpes con yataganes, atropellos de la montada y otros tipos de agresiones, pero el colegiado legislativ­o no supo estar a la altura de sus responsabi­lidades. Tuvo una pálida actuación en defensa de la persona y de los fueros, lo cual se refleja hoy en la revisión de la condena al delincuent­e que no dudó en jugarlo a matar para quedar bien con los superiores. No sería raro que pronto esté en libertad.

A veces es saludable recurrir a las “odiosas” comparacio­nes, como en este caso entre lo sucedido en 1959 y el 31 de marzo de 2017. Siempre se aprende algo y ayuda a ver quiénes son hoy cobardes y quiénes autócratas disfrazado­s de demócratas.

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