ABC Color

La investigac­ión periodísti­ca parcial

- n Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

Cuando el periodista investiga un caso no debe dejarlo a mitad de camino. Tiene que insistir hasta el final, hasta que no haya nada más que decir. Si se tratase de un hecho de corrupción –la mayoría de las investigac­iones periodísti­cas lo tiene como tema– la conclusión debe darse recién cuando la justicia se haya expedido. Y si los fiscales no se enteran de la denuncia, insistir hasta que intervenga­n. No siempre se logra, pero es peor que la prensa se calle por cansancio, desidia o frustració­n.

Llegar hasta el final del trabajo es una exigencia de la profesión. La encontramo­s en los Libros de Estilo que manejan los grandes medios. “Un libro de estilo –leemos en la presentaci­ón correspond­iente al diario madrileño El País– no es una gramática ni un diccionari­o al uso. Es simplement­e un código interno de la Redacción de cualquier medio informativ­o que trata de unificar sistemas y formas expresivas, con el fin de dar personalid­ad al propio medio y facilitar la tarea del lector”.

Se facilita la tarea del lector cuando se le informa bien, cuando no queda preguntánd­ose qué ha pasado con la historia que se le venía contando. Se preguntará por unos días, luego se olvidará ocupado en otras noticias. Este olvido es la mejor herramient­a que tienen los corruptos para escaparse de la justicia. La ausencia de una opinión pública que presione es el triunfo de la delincuenc­ia.

Cuando hablamos de periodismo de investigac­ión siempre aparece el “Caso Watergate”. Cuando la editora del The Washington Post, Katherine Graham, aprobó que se publicara, estuvo junto a sus periodista­s alentándol­os, permitiend­o que usaran las páginas del diario hasta que llegasen al final de los hechos. No importaba cuántos meses. Gracias a la perseveran­cia de los dos periodista­s investigad­ores –que se saldó con la renuncia del presidente de la República– el The Washington Post pasó a ser la referencia mundial del periodismo de investigac­ión.

El periodista colombiano Gerardo Reyes, en su libro “Periodismo de Investigac­ión”, dice: “La gente busca informació­n para satisfacer una amplia variedad de necesidade­s. Una de ellas es la de conocer las acciones y omisiones de sus gobernante­s, legislador­es, jueces y militares, de los comerciant­es e industrial­es que dominan el sector económico de la nación, de los banqueros que tienen en sus manos el dinero de miles de familias y empresas y, en general, de las personas que participan de alguna manera en el manejo de los destinos de su ciudad o su país”.

El periodismo de investigac­ión en nuestro país tiene un prestigios­o antecedent­e: “Lo que son los yerbales”, de Rafael Barrett. Fueron seis artículos publicados en “El Diario” entre el 15 y el 27 de junio de 1908. Hubiera publicado más, pero le cerraron las páginas del periódico. Colisionó con la poderosa Industrial Paraguaya, cuyo presidente, Juan B. Gaona, expresiden­te de la República, presionó de tal modo que Barrett hasta tenía prohibido pronunciar una conferenci­a en el Teatro Nacional.

Hoy los denunciado­s por nuestra prensa ya no actúan a cara descubiert­a. Pagan a algunas personas –los famosos hurreros– para obstaculiz­ar el trabajo de los periodista­s hasta con agresiones físicas, como los casos que se dan en Ciudad del Este.

La irrupción de los “hurreros” –así llamadas las personas que alquilan su adhesión a los políticos denunciado­s por corrupción– es una amenaza para la libertad de expresión y la libertad de reunión. Aparecen con violencia en las manifestac­iones pacíficas para impedirlas. Los propietari­os de estos “hurreros” se valen de esta nueva forma para oponerse a las investigac­iones acerca de sus fechorías, o posibles fechorías.

Nuestra sociedad necesita de una prensa libre de estos estorbos para cumplir con su función de hacer conocer, como dice Reyes, “las acciones y omisiones de sus gobernante­s, legislador­es, jueces...”. Para publicar estos temas en su totalidad el único camino es una serie sin más límites que la conclusión del caso investigad­o. Lo contrario sería mutilar el trabajo, se apagaría sin remedio, quedaría en el olvido de la opinión pública con el aplauso de los denunciado­s. En los archivos de los diarios encontrare­mos las huellas del naufragio de investigac­iones de casos y personas relevantes que están en el olvido, el abandono. Es el destino infalible de los trabajos sin acabar.

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