Las fuerzas del orden
Sara Moreno
El lema de nuestro país es “vencer o morir”, pero vencer se ha convertido en una palabra al parecer lejana si analizamos la situación actual de la lucha contra la inseguridad en el ámbito cotidiano y, si miramos más, contra el crimen organizado y los últimos hechos acaecidos.
Como Estado, corresponde que logremos tener una férrea organización, nuestras fuerzas del orden deben estar excelentemente preparadas y capacitadas con el fin de velar sobre la seguridad interna.
La corrupción ha extendido sus tentáculos en todos los ámbitos de estas instituciones. ¿Quienes podrían aprobar un exhaustivo examen de honestidad? En tanto miramos el lema del vecino país Brasil “Ordem e progresso” (orden y progreso) comprendemos que teniendo respeto a la disciplina y habiendo orden social nos fatigaríamos tratando de hacer lo que deberían las fuerzas públicas del ordenamiento social.
Con una moral esposada por los más abyectos hechos de corrupción, coimas, delaciones, chantajes, traiciones, abigeatos, etcétera, disfrazados por el amiguismo, padrinazgo o complicidad que constituye una verdadera rosca de actos “non sanctos”, estas organizaciones fueron conformándose ataviadas a una columna vertebral de podredumbre durante lustros y décadas, son ovillos difíciles de devanar. Enquistados durante varios gobiernos y produciendo casos asombrosos de desorden social así nos da, lastimosamente, que las fuerzas que deberían ordenarnos son las que están desordenadas.
Los mandos de seguridad necesitan lograr obtener una identidad verdadera de autoridad social que conlleve respeto, confianza y cambiar la imagen que hoy, en la opinión pública, puede mayormente apreciarse: una institución que se ha convertido en sinónimo de coimas y desconfianza.