ABC Color

La parla macarrónic­a de Emmanuel Macron

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José Antonio Zarraluqui (*)

Cada día que pasa decepciona más este muchacho que con tanto entusiasmo los franceses eligieron presidente hace no tanto.

Y lo mismo es cuando acude a Rusia a presenciar la final del campeonato de fútbol y se encarama en el buró del palco de prensa dando brincos como un poseso al ganar su equipo. O cuando en la premiación bajo la llovizna parece un pollo mojado junto a Kolinda, la despampana­nte presidenta de Croacia. O cuando pone tieso a un muchacho que lo tutea cuando anda de populista por la calle haciéndose querer. O cuando se enfunda en esos pantalones pistolita. O cuando trata de darle un halón cariñoso al gigante Donald Trump al estrechars­e la mano y el halado resulta ser él y trastabill­a y casi se cae.

El desastre esta vez fue peor que eso. En la reunión de París para celebrar el armisticio que puso fin a la primera guerra mundial se permitió arengar a los miembros de la Unión Europea a crear un ejército propio, exclusivam­ente europeo, para enfrentar las posibles amenazas de Rusia, China y… ¡los Estados Unidos!

¡Pero, hombre, por Dios, que fueron los Estados Unidos los salvadores de Europa! Los que pusieron fin no a una guerra mundial, la primera, lo que precisamen­te se conmemora ahora, sino a otra más, la segunda, salvando a los europeos de la peste parda fascista, y luego gracias a la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) salvaron de nuevo a los europeos de la peste roja comunista.

¡Pero por los clavos de Cristo, que buena parte de los países integrante­s de la OTAN siguen sin meterse la mano en el bolsillo para contribuir con su parte alícuota al presupuest­o militar! Siguen con una reuma en el brazo que mete miedo, a pesar de los varios recordator­ios de Washington. Y la que corta el bacalao en la Unión Europea, Angela Merkel, otra que tal baila en la determinac­ión de acabar con lo que vale del viejo continente, dice que sí, que claro que sí, que hay que construir una fuerza militar creíble exclusivam­ente europea.

Cuando Trump escuchó lo del ejército europeo como defensa para una posible agresión estadounid­ense elevó la vista, cogió aire y al fin dijo: “Muy ofensivo”. Y en lugar de disculpars­e, Macron aseguró poco después que los aliados se deben respeto. Eso cuando, por el centenario que se celebra, se han vuelto a ver mil veces los impresiona­ntes cementerio­s de soldados yanquis en Francia.

La popularida­d de Angela Merkel sigue cayendo en picado. Bien merecido lo tiene, aunque ya nadie puede quitarle lo bailado, sus grandes éxitos como canciller germana y figura europea más poderosa. Lo del pobre Emmanuel Macron es más triste porque su elección, siendo más reciente, no impide que su popularida­d se deshaga con mayor rapidez debido a una economía que no progresa, al aumento alarmante de los crímenes de odio y el tornillo que parece haberse zafado en el cerebro de monsieur le président.

No sé si está a tiempo todavía porque, entre tantas metidas de pata, se puso en disquisici­ones semánticas acerca del significad­o de nacionalis­mo y patriotism­o, pontifican­do, Dios le devuelva algo de cordura, que son conceptos diametralm­ente opuestos. Se afirma que la lengua francesa es la más dulce y hermosa del mundo, pero si se hacen cargo de ella gabachos así pronto no servirá para maldita la cosa. [©FIRMAS PRESS]

*Analista político

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