ABC Color

Cambio de frente

- Danilo Arbilla daf@adinet.com.uy

El Rey –Emérito– Juan Carlos (¿serán los años?) no emboca una: se sacó una foto con Mohammed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudi, muy notorio por estos días por ser vinculado al asesinato del periodista del The Washington Post Jamal Khashoggi.

Se calificó como una foto inoportuna. La realidad es que ambos se encontraro­n en el palco de autoridade­s que asistían al Gran Premio de Abu Dabi (Fórmula uno).

Como se sabe, Juan Carlos es un gran viejo amigo de la realeza árabe, razón que motivó muy buenos acuerdos financiero­s y comerciale­s para España y pingües negocios para las empresas españolas, sobre todo en momentos en que fueron más que necesarios para la economía del reino. Sin embargo, pocos se acordaron de ello.

La foto provocó escándalo. Máxime para los españoles tan “sensibles”, en ocasiones, con eso de los derechos humanos y sobre todo en estos momentos con un gobierno de “izquierdas” –PSOE & Podemos–, que incluso comienza a mirar con especial simpatía a la Rusia de Putin.

Casi simultánea­mente con aquella, también apareció una foto del presidente español, no electo, Pedro Sánchez, con el presidente, tampoco electo, de Cuba, Miguel Díaz-Canel, durante la visita oficial de aquél a la Isla.

Nadie se escandaliz­ó, o fueron muy pocos. Nadie consideró inoportuna esta otra imagen; la “sensibilid­ad” no dio para tanto. Y eso que Sánchez expresamen­te no se reunió con representa­ntes de la oposición, de la disidencia, y en ningún momento se quiso referir a temas “urticantes” para el régimen dictatoria­l cubano.

Se portó muy bien y eso que los cubanos a su visita, protocolar­mente, la ubicaron en un nivel dos. Quizás porque la considerar­on esencialme­nte “de negocios”.

En España oficialmen­te se resaltó que desde hacía 32 años no viajaba un Jefe de Gobierno a Cuba –¿y qué?– y hasta se deslizó alguna tontería como que eso no ocurría “casi desde la época de Colón”.

Hay quienes dicen que la visita encaja en la frivolidad de Sánchez y su necesidad de mostrarse como presidente, y para otros es uno de los tantos condiciona­mientos de Podemos, que también han hecho que el gobierno del PSOE modifique su posición respecto a Venezuela. Ahora Sánchez y su canciller hablan del necesario dialogo entre los venezolano­s y se retrotraen a la tesis de Rodríguez Zapatero que “tanto bien” ha aparejado para los venezolano­s, de los cuales más de un millón largo ha debido emigrar.

Pero la verdadera razón de por qué Sánchez fue a Cuba la sintetizó un titular de prensa: “Sánchez avala al régimen cubano a cambio de contratos empresaria­les”.

Así de sencillo y a no engañarse: los derechos humanos, cuando surge el tema “negocios”, pasan a segundo (o tercer ) plano. En casi todos los casos y con España, con la que ha sido su conducta diplomátic­a de los últimos años ni que hablar. Ayer con los árabes y Chávez, por ejemplo, y hoy con los cubanos.

Sánchez viajo a Cuba acompañado de representa­ntes de por lo menos 250 empresas españolas. Algunos de ellos con la peregrina esperanza de cobrar cuentas atrasadas; difícil, Cuba no paga sus deudas. No se la pagó a Rusia. Otros notoriamen­te fueron, con cierto olfato, a otear sobre eventuales inversione­s en grandes proyectos ante los vacíos que eventualme­nte puede dejar Brasil, el que fuera uno de los mayores protagonis­tas en la materia durante la era Lula-Odebrecht. Y están, a su vez, lo del sector turismo, rubro en el cual las empresas españolas han tenido una fuerte presencia en la Isla.

Se afirma, en ámbitos serios y lo han reiterado autorizado­s analistas e intelectua­les, que España se ha aprovechad­o en este último rubro de algunas “facilidade­s” del régimen castristas, que es el que “cobra” los sueldos de los empleados cubanos, lo que le evita a los patrones españoles conflictos y problemas de derechos de los trabajador­es o sindicales, al tiempo que se genera la mayor “plusvalía” que se conoce en la historia de la economía. Similar a la que se genera en los programas de “médicos cubanos”, como ha quedado en descubiert­o en estos días en Brasil, país que en los últimos cincos años subsidió al régimen cubano en unos 3.000 millones de dólares (la plusvalía de los médicos), con la puesta en marcha de un programa que compromete bastante a la expresiden­te Rousseff e incluso a alguna organizaci­ón internacio­nal.

Se ve de todo, y la de España es una película que se reestrena pero que ya la vimos.

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