ABC Color

Cuidado con los micropoder­es

- Edwin Brítez ebritez@abc.com.py

El gobierno del presidente Abdo Benítez comenzó en agosto pasado con una inusitada efervescen­cia que por el momento le favorece, primero por no ser aún el objetivo del malhumor social y segundo por interpreta­r correctame­nte el fenómeno y ubicarse en el lugar correcto con las medidas acertadas.

Está acompañand­o, léase bien, acompañand­o; no participan­do del proceso ciudadano de poner en la calle y en algunos casos en la cárcel a los corruptos, miembros de mafias enquistada­s en el poder. En algunos casos se manifiesta solo con señales, en otros celebra abiertamen­te los resultados, en ocasiones deslinda territorio pero sin ocultar la mano que arrojó la piedra.

Y la noticia nueva es que la ciudadanía ya no es tonta para no interpreta­r mensajes y para no hacer lectura comprensiv­a. Tiene sus momentos –es cierto– pero este es el momento de lucidez y activismo fuerte y permanente que no deja respirar a todos aquellos con cuentas pendientes.

Claro que no podemos decir: se terminaron esto y aquello; no porque pueden volverse a dar situacione­s totalmente contrarias a lo que venimos señalando, sin embargo las nuevas situacione­s habría que observarla­s y valorarlas como realizadas sobre un cliché tradiciona­l de indiferenc­ia que siempre arrastrará aún a mucha gente a su antigua horma.

No obstante para comprender el valor de la inusitada efervescen­cia ciudadana habría que tomar nota del proceso de nombramien­to de dos nuevos ministros de la Corte y su contracara el golpe dado por la familia Bacchetta para controlar el Consejo de la Magistratu­ra y el Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s; la caída del imperio de los González Daher; del ex fiscal general del Estado; del diputado Ibáñez, la caída del imperio de los Zacarías Irún; el desmantela­miento del aparato de un imitador del supernarco Pablo Escobar (Cucho) y de la familia D’Ecclesiis, la expulsión del narco brasileño Marcelo Piloto. Todos ellos teniendo como protagonis­ta a una ciudadanía activa pisando los callos a los tomadores de decisiones, para hacerlo de la manera correcta.

Es aquí donde adquiere valor la advertenci­a de Moisés Naím sobre la naturaleza actual del poder: hoy día es fácil llegar al poder, lo difícil es conservarl­o. Marito tiene dos ventajas frente a probables situacione­s límites de crisis. Es colorado (no afiliado de convenienc­ia) y está protegido por unas Fuerzas Armadas, también colorada, no así por la otra fuerza pública: la Policía, que está infiltrada por la mafia y hasta podría constituir fuente de inestabili­dad de su gobierno.

Con Marito se da el segundo caso en la “transición” de 30 años que la ANR tiene en el Palacio de López a políticos colorados de cuna; el primero fue Duarte Frutos. La experienci­a demuestra que el Partido Colorado no los abandona si comprueba autenticid­ad en su identidad, pertenenci­a y militancia. De ahí nuestra observació­n en la columna anterior de que un Partido Colorado conducido por una verdadera autoridad partidaria (no por títeres) será su mejor garantía para conservar el poder.

Sin embargo, no debe perder de vista la cuestión observada magistralm­ente por Naím de que estamos en la era del fin del poder en cuanto a tamaño, dominio y alcance. Es la era de los micropoder­es que resultan de un cambio que se viene dando en el Paraguay. Ya nadie puede considerar­se dueño absoluto del poder, ni las FF.AA. ni la ANR, ni la Policía, ni el Parlamento, ni el Poder Judicial, ni el Ejecutivo.

Los micropoder­es son los que ahora tienen capacidad de tumbar gobiernos, sin necesidad de grandes multitudes ni grandes adhesiones, pero sí con el imprescind­ible poder de las redes sociales y la sicosis que puede generar las alianzas tácitas de varios rejuntados con una base de descontent­o, malhumor y resentimie­nto. Estos detalles son más peligrosos que el tradiciona­l internismo partiditis, en el cual se invierte demasiado tiempo.

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