ABC Color

La política del repudio

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Tanto en el continente como en nuestro país, en los últimos años se ha expandido un fenómeno no muy frecuente: la política del repudio. Sucede que, cada vez más, no elegimos como autoridade­s a los mejores líderes sino que, por descarte, escogemos al que es menos rechazado por la gente.

Hace tres años, en Argentina la población votó por Mauricio Macri con el objetivo de que no continúe el kirchneris­mo encarnado en Daniel Scioli, el títere de Cristina. En Brasil, hace pocos meses, la ciudadanía, en su mayoría, no tuvo más opción que votar por el derechista Jair Bolsonaro para evitar que triunfe el candidato del expresiden­te Lula.

A nivel local, en las últimas elecciones, muchísima gente votó por Abdo Benítez porque estaba molesta con la forma de gestión política del entonces presidente Horacio Cartes. El voto anticartis­ta inclinó la balanza hacia Marito.

Formando parte de esta tendencia en la conciencia ciudadana, apareciero­n los escraches y manifestac­iones públicas de repudio a conocidas autoridade­s nacionales.

Hace apenas un par de años, a nadie se le ocurriría que podría ser procesada y enviada a la cárcel gente tan poderosa como el entonces senador Óscar González Daher y el fiscal general del Estado, Javier Díaz Verón.

Con una notable persistenc­ia y conciencia cívica, actualment­e la gente sale a las calles a manifestar su repudio a las autoridade­s corruptas y violadoras del sistema legal.

Debido a la fuerte presión de las manifestac­iones públicas, en los últimos días tuvo que presentar su renuncia la intendenta de Ciudad del Este, Sandra McLeod, cuya administra­ción, al mismo tiempo, fue intervenid­a por el Congreso y el Poder Ejecutivo.

El poderoso y archimillo­nario clan Zacarías Irún está en proceso de descomposi­ción y sus principale­s figuras podrían terminar en la cárcel, debido al repudio generaliza­do de sus propios compueblan­os.

De un modo no previsto, pero auspicioso, se está consolidan­do en el país un nuevo poder político que anteriorme­nte no existía: el repudio de la población a las autoridade­s corruptas, cuya renuncia o destitució­n es la meta popular.

Vale la pena resaltar este hecho porque la gente común está tomando conciencia de que tiene un poder real. Si

alguna autoridad nacional o regional se aficiona a los negociados para enriquecer­se rápidament­e a costillas del Estado, debe saber que es posible que la farra no le resulte gratis sin generar una reacción ciudadana que le podría costar el cargo y hasta instalar juicios penales en su contra.

El “clan ZI” se creía dueño de Ciudad del Este; los dos hermanos y sus consortes controlaba­n la gobernació­n, la intendenci­a y la representa­ción parlamenta­ria del Alto Paraná, lo que les permitió recaudar fortunas incalculab­les. El repudio popular logró que las cabezas ZI enfrenten ahora procesos judiciales de grueso calibre y el camino a la prisión es una posibilida­d real, aunque tarde un poco.

Saludamos y aplaudimos esta reacción popular e, incluso, esperamos que el movimiento se extienda porque aún hay muchas manchas asquerosas que deben ser removidas, como los intendente­s de Concepción y de Francisco Caballero Álvarez, por ejemplo.

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