¿Cuánto es el sueldo de tu gobernante?
Que esta pregunta no tenga respuesta no significa que no se cumplan los valores democráticos de accesibilidad a la información y transparencia pública, sino que, más que nada, significa que los gobernantes se transformaron en señores feudales simbólicos, que con tal “derecho adquirido” (o al menos cedido, por la omisión o complicidad de una sociedad que está en otra cosa) empiezan a hacer lo que se les plazca.
El gobernante que no da a conocer cuánto es su sueldo, no sólo se aprovecha, abusa y sodomiza a una sociedad empobrecida en todos los sentidos (material, moral, educativo y político) sino que además está reconociendo, implícitamente que prefiere estar al margen de las disposiciones de las democracias de calidad o de lo esencial de la democracia en sí misma.
No debe haber algo más triste que tener gobernantes que no saben gobernar, es decir que no tienen noción de lo que conceptualmente esto significa gobernar. Lamentablemente son muchos, dado que son el claro, o el caro y fiel reflejo de una sociedad cuyo único valor sagrado que respeta es el de la acumulación de bienes. Así estamos, así nos va.
Ya lo sabe, si su gobernante (sea Presidente, Gobernador, Intendente, Alcalde o lo que fuese) no le dice abiertamente cuánto le paga usted como parte del pueblo que gobierna, es básicamente porque usted con su inacción, con su silencio, se lo permite en grado de complicidad. No se queje después sí el dinero no le alcanza o sí sus sueños materiales se hacen añicos a medida que más los desea.
Usted está dejando que lo traten como un número, de los que dan vergüenza, por ello se lo oculta, dado que no significa nada más que una cosa, un objeto, una ficción (nada más ficticio que un número) de lo contrario le darían razones, explicaciones, argumentos, conceptos, palabras. Sin embargo al dejarse tratar como algo que no existe, que solo tiene entidad en un papel, en una estadística no hace más que ser funcional a los que son dueños de su vida, de su libertad, de sus pensamientos, de sus esperanzas, de sus fantasías y por sobre todo de sus miedos y temores. Inclusive ya han quedado obsoletos muchos otros equipos de tecnología avanzada tales como cámaras fotográficas (digitales, desde luego), televisores, radios, GPS, calculadoras, relojes, y una larga lista de etcéteras.
Nadie nos preparó para esto ni teníamos la más remota idea de que algún día se podría llegar a este punto. En la facultad nos manejábamos con regla de cálculo, tablas de logaritmos (¿sabe alguien lo que son?), libros físicos (de papel) y que no necesariamente estaban al día.
La ciencia avanza a pasos agigantados y cada vez más rápido. En los últimos 100 años se avanzó más que en toda la historia de la humanidad y más en los últimos 50 años y mucho más aún en los últimos 25. Han desaparecido profesiones y han aparecido otras nuevas.
¿Qué nos depara el mañana que cada vez está más cerca? ¿Estamos enseñando a nuestros hijos a afrontar ese devenir incierto? ¿Con qué nuevas tecnologías, hoy impensadas se operará en un futuro no tan lejano?
La enseñanza debe estar acorde con los nuevos tiempos. No enseñar tanto el qué, y menos de memoria, pues la información se la puede conseguir fácilmente, sino el porqué y los motivos que derivaron en el hecho en cuestión.
Debemos enseñar a pensar, a razonar con espíritu crítico e investigativo, a ser creativos, a abrir las mentes, a tener agilidad y flexibilidad para afrontar los cambios, avances y desafíos que se vienen, lo queramos o no.