Más allá de la disputa con el cartismo
Marcos Cáceres Amarilla
Son tiempos difíciles para el cartismo, que recibe golpes de varios flancos y le cuesta asimilarlos. De alguna manera, su principal líder, el expresidente Horacio Cartes, está cosechando lo que sembró durante su gestión y se encuentra acorralado por las denuncias de corrupción contra sus amigos y aliados políticos. Algunos hechos ya lo salpican directamente.
El escenario muestra una encarnizada disputa entre el actual mandatario y su antecesor en el cargo, en la que este último está en desventaja, por haber perdido el poder.
Como en un juego de ajedrez, el presidente Mario Abdo Benítez no ha dudado en sacrificar algunas de sus “piezas” salpicadas por denuncias para avanzar sobre territorio enemigo.
El Mandatario evitó la tentación de negociar algún tipo de indulto a los corruptos del otro bando para defender a los propios. Aunque, en realidad, es posible que un pacto de estas características no era en realidad una opción, porque hubiera sido claudicar de entrada.
Evidentemente, hubo una evaluación y el equipo presidencial decidió que era conveniente no dar tregua. Lo cual significa que consideraron a Cartes y su entorno como el principal enemigo de su administración.
El cartismo, como ocurre con algunos liderazgos que se enquistan en ciertas agrupaciones políticas, trasciende al Partido Colorado. El “mérito” de Horacio Cartes ha sido saber aprovechar las debilidades de la centenaria agrupación política, en particular su crisis de liderazgo, para instalarse con su propia agenda, que poco y nada tiene que ver con el ideario de Bernardino Caballero o de otros prohombres republicanos.
Sin embargo, la disputa que mantienen Cartes y Abdo Benítez está lejos de ser una cuestión ideológica ni doctrinaria y mucho menos de ideales. Principalmente, porque ninguno de los dos tiene las condiciones intelectuales para plantear un debate a ese nivel.
En el caso de Cartes es muy visible que lo suyo no es la discusión democrática ni la disputa intelectual. Él está en otra cosa y seguramente cree que eso es cosa de débiles e inútiles.
Abdo Benítez, al contrario que HC, tiene la capacidad de hilar varias oraciones sin equivocarse pero sus dotes de estadista están todavía por verse.
Los casos de corrupción que vinieron saltando de manera continuada y que afectaron también a aliados del oficialismo han tenido el efecto de dejar en un segundo plano otras cuestiones tanto o más importantes para la gente.
Sin embargo, los reclamos de la ciudadanía comienzan a aflorar y la cuestión irá “in crescendo” para instalarse a más tardar después de las vacaciones legislativas o tal vez inclusive antes.
Las carencias en el sistema de salud pública, las necesidades en materia de educación, el problema siempre ocultado de la mala distribución de la tierra, los reclamos de los pueblos indígenas desheredados, por nombrar solamente algunos de los conflictos a punto de estallar, son cuestiones acerca de las que el Gobierno no se ha pronunciado y se desconoce si tiene planes para enfrentarlo.
Para cuando estos reclamos comiencen a ganar espacio en la discusión pública, habrá que evaluar cuan golpeado está y qué queda del cartismo como para poder ser considerado un tema de prioridad política.
Habría que ver si en ese entonces su líder está imputado, si continúa en libertad y si tiene posibilidades de disputar el poder partidario que, dadas las circunstancias, es la pelea que le queda para intentar su sobrevivencia política.
Se verá si el actual presidente es simplemente un producto de las circunstancias políticas emergente del rechazo a la figura de Cartes o si tiene algo que aportar para mejorar las condiciones de vida de la mayoría de paraguayas y paraguayos.