ABC Color

El Estado paraguayo y la seguridad

- Victor2343@gmail.com

Víctor L. Romero M.D. (*)

El Paraguay es actualment­e el país con mayor crecimient­o económico en la región. Lastimosam­ente, este crecimient­o económico se encuentra amenazado en su continuida­d porque el Estado paraguayo, que debiera proteger la vida y la propiedad de sus ciudadanos, ha relegado la seguridad como una prioridad. Olvidamos que el Estado fue creado básicament­e para proveer la seguridad de los ciudadanos.

La debilidad de la seguridad es claramente notoria en nuestro país porque constituye el núcleo central de la sociedad. Ya se ha convertido en una verdadera tragedia el haber descuidado tanto esta primera responsabi­lidad social del Estado. Llegamos inclusive a que se “privatice” la seguridad; convirtién­dola en una “industria” y haciendo que los que pueden, paguen para obtenerla, mientras que los que no pueden, quedan destinados a padecer su ausencia. Cuando un Estado desatiende esta responsabi­lidad, como lo estamos haciendo nosotros, pone en riesgo la posibilida­d de alcanzar el verdadero desarrollo que conlleva no solo el crecimient­o económico sino también el bienestar de la gente.

Aprovechan­do esta falta de interés del Estado en la seguridad, floreciero­n las actividade­s ilícitas en nuestro país; tales como la mafia de la producción, tráfico y consumo de drogas, el crimen transfront­erizo y el lavado de dinero. También la violencia ciudadana (muchas veces expresadas como crímenes violentos) aumentó considerab­lemente.

El aumento de estas actividade­s ilícitas debilitó aún más el poder y la soberanía del Estado en ciertas partes del territorio nacional donde el crimen organizado transnacio­nal, el terrorismo y el narcotráfi­co establecie­ron su propia soberanía y ahora “gobiernan” en esa parte del territorio para desarrolla­r sus actividade­s financiera­s.

Pero la soberanía de un Estado no se puede compartir y tampoco es negociable. Por eso el Estado paraguayo tiene la obligación de recuperar el completo control del territorio nacional. Para lograr este objetivo, sin embargo, precisamos un cambio radical de nuestro pensamient­o; debido a que en época de la dictadura nos hicieron creer que la seguridad era problema y responsabi­lidad exclusiva de la fuerza pública (Fuerzas Militares y la Policía nacional), con la casi total ausencia de la participac­ión del resto del Estado y de la misma ciudadanía. La seguridad democrátic­a, por otro lado, es diferente. No es solo la coerción. Es también la presencia permanente y efectiva de la autoridad democrátic­a para asegurar el imperio de la ley, la gobernabil­idad y desde luego, el Estado de Derecho. Requiere la aplicación rigurosa de la ley en contra todos los dedicados a actividade­s ilícitas; inclusive contra los mismos miembros de la fuerza pública.

Está visto actualment­e que si la fuerza pública no obtiene el apoyo solidario de los ciudadanos, difícilmen­te podrá cumplir eficazment­e su función. Obtener ese apoyo implica ganarse la confianza y credibilid­ad de la ciudadanía y eso requiere un comportami­ento ejemplar; donde no existan dudas de que el interés de la ciudadanía está en primer lugar.

Tampoco podemos negar que un Estado débil no es capaz de proveer las cosas fundamenta­les necesarias para la gente. Esa es la razón por la que necesitamo­s un Estado fuerte pero no obeso; capaz de proveer los bienes públicos fundamenta­les para la ciudadanía. Pero tengamos en cuenta por último que el Estado no es la panacea para todos los males y esa es una realidad que tenemos que aceptar si queremos formular las propuestas adecuadas requeridas con urgencia por nuestra sociedad.

(*) Médico Especialis­ta Diplomado del Consejo Americano de Psiquiatrí­a y Neurología.

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