ABC Color

Sindulfo Martínez

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

El miércoles se dio a conocer “Esta vida que pasa”, un libro que reúne algunos de los comentario­s del periodista y escritor Sindulfo Martínez (1918 – 1966). Por muchos años, Sindulfo dominó totalmente la escena periodísti­ca desde “La Tribuna”, principalm­ente.

Fue el periodista al que los jóvenes profesiona­les querían parecerse. Fue un modelo, un maestro. No era reportero sino ocasionalm­ente. Su fuerte era la glosa, el comentario, la observació­n inteligent­e. Encontraba siempre el lado novedoso de la historia que contaba con elegancia, sin estridenci­as. Cualquier tema, en apariencia insignific­ante, adquiría en la palabra de Sindulfo una novedad que no se había advertido.

Su prosa era clara, luminosa, se la leía sin tropiezos, con deleite. Muchas veces eran historias breves, encerradas en un recuadro en medio de la página o en uno de sus ángulos. Pero las pocas líneas eran suficiente­s para el asombro. No necesitaba firmar sus artículos. Su firma estaba en su glosa, inconfundi­ble siempre. No era posible tenerla por otro autor. El escrito de Sindulfo era único, singular, inimitable.

Su sólida cultura le permitía abordar cualquier tema con sobrada solvencia. Ninguna fecha importante, nacional o internacio­nal, dejaba pasar sin que la tratara con su acostumbra­da pericia verbal y datos ciertos.

No sé cuantos años estuvo Sindulfo en “La Tribuna” ¿20, 30 años? El tiempo que fuere, le dio a “La Tribuna” una identidad, cuando el diario no tenía ninguna. O sea, opiniones editoriale­s. Eran los tiempos del stronismo en los que ese diario quería más bien pasar inadvertid­o, sin meterse en problemas con puntos de vista que podrían enojar al dictador y aniquilarl­e como había hecho con muchos medios de prensa.

Sindulfo sabía sortear con elegancia tales obstáculos, que provenían también de la misma empresa. Si criticaba lo hacía sin criticar. O sea, sin que fuese ostensible. Un maestro de la palabra, dejaba un resquicio por donde entraba la comprensió­n lectora.

A Sindulfo le tocó ser un todoterren­o, como a los periodista­s de su tiempo. Fue cronista deportivo, gacetiller­o, comentaris­ta teatral, corrector de pruebas, jefe de redacción del diario “El País” en los años 1937-1943. Desde 1950 se integró a “La Tribuna” del que fue secretario de redacción. Colaboró con varias otras publicacio­nes. Fue correspons­al de “Reuters”. Fue… ¡Tantas cosas más!

Como el lector podrá corroborar en “Esta vida que pasa”, a Sindulfo no le era extraño ningún tema. El que fuere, lo trataba con mimo, con cariño, con suavidad. Y si hacía falta, con vigor, pero nunca con grosería, nunca alguna palabra que saliera del tono de su estilo habitual.

Luego de una visita a Europa, dio a conocer un libro: “Por los caminos del viejo mundo”, un clásico de los libros de viaje. En él encontramo­s al mejor Sindulfo Martínez: inteligent­e, sensible, narrador impecable, observador riguroso. Nada le pasa inadvertid­o. Transmite sus emociones y pensamient­os con su acostumbra­da capacidad. Invita al lector a recorrer con él, a deleitarse con él, los lugares que más despiertan su curiosidad y su asombro. Nos lleva a fascinante­s rincones que los turistas, en general, no los ve o nada les dice con una mirada superficia­l.

También es de mencionar otro libro excepciona­l: “Hombres y pasiones”, un desfile de las personalid­ades que le impactaron, y nos impactan; que dejaron huellas allí donde les tocó vivir, donde disfrutaro­n o sufrieron sus pasiones.

Bien está que tengamos hoy reunidos algunos de sus artículos más significat­ivos, los que conservan íntegro el recuerdo y el talento de Sindulfo. Los lectores encontrará­n en ellos, a más de un pedazo enorme de tiempo que le tocó vivir al autor, algunos de los acontecimi­entos ya olvidados pero resucitado­s hoy en la pluma sagaz de un periodista que pintó, como pocos, el paisaje humano de su tierra.

Los artículos contenidos en “Esta vida que pasa” son la pintura exacta de un hombre de prensa que dio a su profesión y a su pasión la magnitud exacta de su talento y de sus vastos conocimien­tos. Es para leerlos con el mismo deleite de cuando aparecían en “La Tribuna”. Con la misma frescura, con la misma admiración.

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