ABC Color

Silencio cobarde

- Juan Carlos Lezcano F. juan.lezcano@abc.com.py

Lo de Horacio Cartes es cobardía pura. El expresiden­te dio un claro mensaje al no presentars­e ante la Comisión Bicameral del Congreso que investiga el caso Messer: tiene miedo. Pero no es miedo al abuso estatal o al atropello de sus derechos procesales, una situación que difícilmen­te se pueda dar en una convocator­ia así.

El empresario tabacalero tiene miedo de no poder responder a las preguntas que tienen para él los congresist­as sobre su relación con el prófugo Darío Messer, clave en el Lava Jato.

Cartes fue socio comercial de Messer. El doleiro fue quien puso el dinero para abrir Cambios Amambay SRL, que luego se convirtió en lo que en el banco que hoy es uno de los buques insignia del Grupo Cartes.

De hecho, la mayor parte del dinero de Messer en el Paraguay estaba guardado en ese banco, en “su” banco. Y pensar que en julio pasado nomás los directivos lo negaban y ahora dicen que siempre se supo.

Fue durante su presidenci­a que Messer se afianzó en el Paraguay. El doleiro había habilitado ya cuentas bancarias durante gobiernos anteriores, pero comenzó a moverse recién cuando su “hermano del alma” se acercó al poder.

Cartes era el superior directo de Óscar Boidanich cuando el extitular de la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero primero cajoneó y luego entregó a la Fiscalía informes adulterado­s sobre Darío Messer. Casualment­e, las adulteraci­ones fueron para borrar su nombre.

Cartes mandaba sobre la Policía y sobre el Banco Nacional de Fomento, otras dos entidades públicas que también sirvieron a Messer. Lo favoreció con decretos para que sus empresas tuvieran mayores beneficios y estuvo a punto de entregarle tierras públicas para que montara un hotel casino junto a otros amigos. Y hasta formó parte de comitivas oficiales.

Sobre todos estos hechos, debe dar respuestas el expresiden­te. No a los parlamenta­rios, no a los periodista­s; a la ciudadanía.

¿Sabía que Messer ya era investigad­o por lavado cuando abrieron juntos el banco? ¿Hasta cuándo fue accionista del banco? ¿Por qué permitió que siguiera operando cuando Brasil ya lo buscaba? ¿Cuándo lo vio por última vez?

Si realmente no tiene nada que esconder, Horacio Cartes debería responder a todas estas preguntas. Él, que tanto dijo tener vocación de servicio y transparen­cia, ahora decide esconderse en lugar de dar cuentas sobre su actuar como primer mandatario de este país.

Y por más que quieran instalar la falacia de ilegalidad; él, sus asesores y legislador­es títeres saben muy bien que todo está enmarcado dentro de la legalidad. Si no acude, es por temor a tener que hablar sin un teleprómpt­er delante.

O acaso tal vez sea simple temor a las rejas, al color naranja y a los mamelucos.

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