ABC Color

La democracia bajo ataque

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Cuando la libertad de expresión y la difusión de la verdad se reprimen, la democracia está bajo ataque, afirma la revista “Time” al fundamenta­r la elección del “Personaje del Año” de 2018.

La prestigios­a publicació­n eligió a algunos periodista­s, entre ellos al asesinado columnista saudí Jamal Khashoggi y dos reporteros de Reuters encarcelad­os por el Gobierno de Myanmar, como “Personajes del Año”, y advirtió que la verdad es esencial en la vida de los pueblos y que la democracia está bajo fuego enemigo. Es la primera vez en 95 años de historia de la revista que se otorga la distinción a profesiona­les de la prensa.

Wa Lone y Kyaw Soe Oo, de la agencia Reuters, están en una cárcel de Myanmar, sudeste asiático, acusados de violar una ley de secretos de Estado, y Jamal Khashoggi, columnista crítico del príncipe heredero Mohammed bin Salman, fue asesinado en el consulado de Arabia Saudita en Turquía.

¿Por qué existe esa especie de rivalidad natural y permanente entre los gobiernos y los medios de prensa? ¿No resulta raro que dos institucio­nes que comparten el objetivo de servir a la ciudadanía entren en constantes conflictos? La respuesta no es sencilla porque existen muchas clases de gobiernos y también diferentes tipos de periodismo.

En ciertos casos, la visión del problema se simplifica. Los gobiernos de la derecha fascista y de la izquierda extremista comparten el mismo odio hacia la prensa libre. Los autoritari­os, como se creen dueños de la verdad absoluta, no soportan voces disidentes ni permiten la difusión de hechos que no se ajusten a la historia oficial, al relato de fantasía que sostienen ante sus pueblos y el mundo. En estas naciones, la libertad de expresión es un concepto erróneo y prescindib­le. Asesinar a un periodista es casi un servicio a la patria.

El tema se vuelve bastante complejo en las sociedades con gobiernos democrátic­amente electos, con los clásicos tres poderes del Estado consolidad­os y el principio de la libertad de expresión escrito en la Constituci­ón Nacional. Ahí, a los tumbos, con más sombras que luces, entramos nosotros como “país emergente”.

Desde que el coraje de mucha gente tumbó la dictadura stronista, vivimos un largo y refrescant­e período de libertades cívicas, incluyendo la de expresión sin censura alguna. Aún así, el periodismo tiene mucho trabajo pues hay grupos terrorista­s (EPP), mafias de narcotrafi­cantes, carteles del contraband­o en gran escala y, sobre todo, sectores políticos que saquean los fondos públicos que deben ser investigad­os y denunciado­s ante la opinión pública y la justicia.

Protocolar­mente, las autoridade­s nacionales han jurado servir con patriotism­o, honestidad y transparen­cia al pueblo paraguayo. En los hechos diarios, la realidad nos golpea con ministros, parlamenta­rios y jueces que hacen todo tipo de negociados para su enriquecim­iento personal y lo único que les preocupa es que la prensa se entere y los denuncie, lo cual podría traer después las burlas en las redes sociales y los escraches en la vía pública.

No es aconsejabl­e que los periodista­s sean amigos de los políticos porque, más tarde o más temprano, jugarán en equipos adversario­s.

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