Archivos del Terror
Estamos a escasas semanas de recordar los 30 años de la apertura democrática de nuestro país. Un punto histórico de inflexión en el que el dictador Alfredo Stroessner fue derrocado por su consuegro, el Gral. Andrés Rodríguez.
Quienes andábamos en la preadolescencia, entonces, pertenecemos a lo que podríamos llamar “generación bisagra”, esa que todavía no tenía conciencia de lo que era vivir bajo un régimen abusivo y autoritario, y tampoco tenía una idea acabada de lo que era gozar de la plena libertad en el ejercicio de los derechos, como la libertad de expresión, por ejemplo, necesitamos por mucho tiempo lecciones de historia formales y las otras, las que leíamos en los diarios y las que nos contaban los protagonistas y víctimas de la época. Con el tiempo aprendimos y de cierta manera vivenciamos los últimos resabios de ese régimen. Por ello es necesario refrescar nuestra memoria para que nunca más volvamos a vivir esto.
A propósito, ayer se cumplieron 26 años del hallazgo del Archivo del Terror. La web de “Servicio, Paz y Justicia (Serpaj)” hace un recuento de cómo fue aquel día en que se encontraron en una pieza de cinco metros cuadrados alrededor de tres tonelada de documentos. Estos “probaron la existencia del Operativo Cóndor, el acuerdo clandestino entre las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay para intercambio de informaciones de inteligencia y prisioneros, que asesinó a unos 50 mil opositores políticos en Latinoamérica (30 mil de ellos desaparecidos) y apresó a alrededor de 400 mil... El mayor impacto jurídico de este hallazgo se dio, más que en Paraguay, en los demás países, incluyendo la condena del dictador chileno Augusto Pinochet... En Paraguay el stronismo hizo desaparecer a aproximadamente 500 opositores políticos y reprimió directamente a más de 100 mil personas, entre apresamientos, torturas, exilios, robos y confiscamientos…”, dice una parte de la reseña que se puede encontrar en el sitio web serpaj.org.py
Sin embargo, con la caída de la dictadura y con el descubrimiento de estos documentos no podemos ni debemos, dar por sentado de que la democracia es plena y que “estamos salvados”.
Todo lo contrario, debemos mantenernos vigilantes porque todavía quedan -y tal vez lastimosamente por mucho tiempo- ciertos lobos disfrazados de ovejas cubiertos bajo el manto “democrático” que aún extrañan esas épocas.
Las amenazas a la libertad de expresión siguen existiendo y aunque no son tan evidentes y deliberadas como en la época de Stroessner, son igual de peligrosas porque operan de manera distinta adaptándose a la modernidad y apelando a las nuevas tecnologías para seguir haciendo lo que mejor hacen: buscar a quienes quieren hablar para acallarlos y reprimirlos.