La voz de los obispos
Las vísperas navideñas son propicias para escuchar a nuestros obispos, preocupados por la realidad nacional. Son voces que nos recuerdan la responsabilidad del gobierno nacional y la del resto de la población en un momento cargado de dificultades políticas y sociales. Del extenso mensaje, a continuación voy a copiar algunos párrafos, aquellos que con toda lucidez nos dicen cómo estamos.
“Cada año, con motivo de nuestra asamblea plenaria, reflexionamos juntos sobre la situación general del país y de la Iglesia en el año que fenece.
“Sobresalen por su gravedad y urgencia: la mala administración de la justicia y la excesiva tolerancia observada en casos repetidos de transgresiones públicas y manifiestas y la impunidad de que gozan sus autores
“La quiebra de los valores en nuestra sociedad nos afecta profundamente: toca las raíces mismas de la comunidad nacional. El ritmo creciente en que suceden hechos delictuosos, la impunidad de que gozan sus autores, la reacción cada vez más resignada y permisiva de la gente nos deben alarmar a todos.
“He aquí una primera fuente de corrupción: hay que conseguir dinero de cualquier modo. Somos testigos de toda clase de robos y fraudes. La emisión de cheques sin fondos, el contrabando –no solo de hormigas, sino a gran escala– las quiebras fraudulentas no son novedad y ya no escandalizan a nadie, que es lo más grave.
“Ya es imposible intervenir en una licitación pública o privada sin recurrir a los padrinos, a la coima y al soborno, que se han vuelto rubros delictivos presupuestados en todas las obras de cierta importancia. Con dinero todo se consigue, todo se permite, al parecer ya no hay límites. Con tal de ganar se explota al hombre, se fomenta la delincuencia y prostitución juveniles, el alcoholismo y la drogadicción.
“Y se descuidan los rubros que no son rentables, como las viviendas económicas y la atención de los hospitales. Si bien los sueldos de ejecutivos y altos empleados han aumentado vertiginosamente, ciertas retribuciones a servicios básicos importantes siguen siendo cruelmente insuficientes.
“También hemos sido testigos de repetidos actos de abuso de autoridad y prepotencia, sobre todo en el interior del país, que no han recibido ni el tratamiento debido ni la sanción justa. Aquí hay que mencionar también actos de atropello y desalojos contra pobladores campesinos y agricultores, con apoyo de las autoridades locales e indiferencia de las superiores. Muchas veces son las mismas instituciones encargadas de promover el bienestar rural las que son responsables de estas situaciones: dobles títulos de propiedad, mensuras y demarcaciones defectuosas, favoritismos e influencias injustificables. Pero, aun admitiendo el legítimo derecho de los propietarios, se han de respetar siempre los derechos inalienables de las personas y la consideración debida especialmente a los pobres.
“La estabilidad política o el progreso material que se logra en estas condiciones se vuelven inhumanos e inocuos por el enorme costo social y humano que reclaman. ¿Es posible justificar el progreso sobre el interés social de la gran mayoría para favorecer desmesuradamente a una minoría de privilegiados?
“El sacrificio que impone el progreso no está distribuido equitativamente entre todos, sino recae sobre los mismos que vienen sufriendo privaciones de todo orden desde siempre: los trabajadores, los campesinos, los pobres.
(Párrafos copiados de “El saneamiento moral de la nación”, de 1979. O sea, nuestra historia es circular. Cada cinco años da una vuelta completa)