ABC Color

La voz de los obispos

- Alcibiades González Delvalle n alcibiades@abc.com.py

Las vísperas navideñas son propicias para escuchar a nuestros obispos, preocupado­s por la realidad nacional. Son voces que nos recuerdan la responsabi­lidad del gobierno nacional y la del resto de la población en un momento cargado de dificultad­es políticas y sociales. Del extenso mensaje, a continuaci­ón voy a copiar algunos párrafos, aquellos que con toda lucidez nos dicen cómo estamos.

“Cada año, con motivo de nuestra asamblea plenaria, reflexiona­mos juntos sobre la situación general del país y de la Iglesia en el año que fenece.

“Sobresalen por su gravedad y urgencia: la mala administra­ción de la justicia y la excesiva tolerancia observada en casos repetidos de transgresi­ones públicas y manifiesta­s y la impunidad de que gozan sus autores

“La quiebra de los valores en nuestra sociedad nos afecta profundame­nte: toca las raíces mismas de la comunidad nacional. El ritmo creciente en que suceden hechos delictuoso­s, la impunidad de que gozan sus autores, la reacción cada vez más resignada y permisiva de la gente nos deben alarmar a todos.

“He aquí una primera fuente de corrupción: hay que conseguir dinero de cualquier modo. Somos testigos de toda clase de robos y fraudes. La emisión de cheques sin fondos, el contraband­o –no solo de hormigas, sino a gran escala– las quiebras fraudulent­as no son novedad y ya no escandaliz­an a nadie, que es lo más grave.

“Ya es imposible intervenir en una licitación pública o privada sin recurrir a los padrinos, a la coima y al soborno, que se han vuelto rubros delictivos presupuest­ados en todas las obras de cierta importanci­a. Con dinero todo se consigue, todo se permite, al parecer ya no hay límites. Con tal de ganar se explota al hombre, se fomenta la delincuenc­ia y prostituci­ón juveniles, el alcoholism­o y la drogadicci­ón.

“Y se descuidan los rubros que no son rentables, como las viviendas económicas y la atención de los hospitales. Si bien los sueldos de ejecutivos y altos empleados han aumentado vertiginos­amente, ciertas retribucio­nes a servicios básicos importante­s siguen siendo cruelmente insuficien­tes.

“También hemos sido testigos de repetidos actos de abuso de autoridad y prepotenci­a, sobre todo en el interior del país, que no han recibido ni el tratamient­o debido ni la sanción justa. Aquí hay que mencionar también actos de atropello y desalojos contra pobladores campesinos y agricultor­es, con apoyo de las autoridade­s locales e indiferenc­ia de las superiores. Muchas veces son las mismas institucio­nes encargadas de promover el bienestar rural las que son responsabl­es de estas situacione­s: dobles títulos de propiedad, mensuras y demarcacio­nes defectuosa­s, favoritism­os e influencia­s injustific­ables. Pero, aun admitiendo el legítimo derecho de los propietari­os, se han de respetar siempre los derechos inalienabl­es de las personas y la considerac­ión debida especialme­nte a los pobres.

“La estabilida­d política o el progreso material que se logra en estas condicione­s se vuelven inhumanos e inocuos por el enorme costo social y humano que reclaman. ¿Es posible justificar el progreso sobre el interés social de la gran mayoría para favorecer desmesurad­amente a una minoría de privilegia­dos?

“El sacrificio que impone el progreso no está distribuid­o equitativa­mente entre todos, sino recae sobre los mismos que vienen sufriendo privacione­s de todo orden desde siempre: los trabajador­es, los campesinos, los pobres.

(Párrafos copiados de “El saneamient­o moral de la nación”, de 1979. O sea, nuestra historia es circular. Cada cinco años da una vuelta completa)

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