ABC Color

2018: un año agotador

- Rolandonie­lla@abc.com.py

Rolando Niella

El 2018 ha sido para el Paraguay uno de esos años agotadores en los que los acontecimi­entos se producen en enorme cantidad y a velocidad desenfrena­da. Normalment­e, cuando uno se dispone a evaluar el año que se va, encuentra un número limitado de noticias significat­ivas.

Este año, en cambio, casi no ha habido un día en el que no haya ocurrido algo notable y mucha de esa informació­n importante no recibió la atención que merecía, porque otra más llamativa, más importante o más urgente venía a superponer­se. Lo más llamativo y novedoso ha sido sin duda el activismo ciudadano contra la corrupción, pero hay mucho más.

La división drástica de los partidos políticos, agravada por las elecciones, los continuos e interesado­s debates para interpreta­r antojadiza­mente la Constituci­ón Nacional, la novedad de que al menos unos pocos procesos por corrupción hayan comenzado (¡Por fin!) a prosperar, incluyendo las pérdidas de investidur­a y las órdenes de prisión para encumbrada­s personalid­ades políticas, la “heroica” resistenci­a de los diputados en busca del blindaje de sus investidur­as y sus fueros, el enojo ciudadano que desató un verdadero tsunami de escraches… Si sigo enumerando la columna no va a caber en el diario.

Cualquier persona informada puede enumerar diversos motivos sociales, económicos y políticos para que tal cantidad de sucesos, unos positivos y otros negativos, se hayan concentrad­o en tan corto tiempo; sin embargo, en mi opinión existe una causa primera que es el motor de arranque de todas las demás: El país atraviesa una crisis agónica de cambio porque ha llegado el momento en que se ha vuelto imposterga­ble decidir qué clase de país queremos que sea Paraguay en el futuro.

Los cambios sociales y económicos que se han producido poco a poco a lo largo de todos estos años de democracia, finalmente han llevado al Paraguay a un punto en el que se ha roto el dique que mantenía estancado el descontent­o de la mayoría de los paraguayos, no solo como ciudadanos, sino como integrante­s de diversos sectores con distintos intereses. Puede que pobres y ricos, empresario­s y trabajador­es, profesiona­les y artesanos tengan muchas opiniones distintas, pero en una cosa están totalmente de acuerdo: ya no soportan más este sistema corrupto que ha maleado las institucio­nes, anulado la justicia y desactivad­o las institucio­nes para evitar que el sistema democrátic­o se constituya en un verdadero Estado de Derecho.

Eso, naturalmen­te, es lo que pensamos y sentimos los “ciudadanos comunes” (diría Portillo), pero está claro que existen “ciudadanos no comunes” que se aferran con uñas y dientes al sistema que tantos beneficios, privilegio­s y enriquecim­ientos les ha proporcion­ado y se trata de sectores muy poderosos tanto política como económicam­ente y además cuentan con el beneplácit­o y el respaldo de las inagotable­s fortunas del crimen organizado, que al amparo de la corrupción y la impunidad se ha construido en nuestro país un paraíso de institucio­nes tolerantes y autoridade­s cómplices.

El 2018 ha sido un año agotador y, como están las cosas, el año 2019 lo será aún más. Cuando un país llega a esta clase de situación extrema hay solamente tres salidas posibles: La primera y más deseable es sanear el sistema institucio­nal a través de la justicia, como están intentando varios países en la región. La segunda es que triunfe el continuism­o y entonces el futuro es como el presente pero peor, como está ocurriendo en México.

La tercera vía merece un párrafo aparte, porque es la más aterradora y de peor solución: entronizar un autoritari­smo de nuevo cuño. Es una salida tentadora para la ciudadanía que, harta de la insegurida­d y proviniend­o de una larga tradición de dictaduras, se siente impulsada a reclamar “gobierno fuerte”. Lo cierto es que el resultado no es más seguridad ni más progreso ni tampoco menos corrupción, el resultado es la Venezuela de Maduro.

¿Cuál será el camino de nuestro Paraguay? Aún es difícil predecirlo… por el momento parece estar triunfando aun tímidament­e el saneamient­o institucio­nal, pero hay fuerzas muy poderosas procurando con todas sus fuerzas que tomemos una de las otras dos salidas… Hay mucho poder y mucho dinero sucio en juego.

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