ABC Color

Es ridícula la cantidad de energía eléctrica que se usa en nuestro país.

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Uno de los caballos de batalla para la promoción del Paraguay en el exterior es su abundante disponibil­idad de energía eléctrica. Nuestro país se precia de compartir con el Brasil y con la Argentina dos de las mayores represas hidroeléct­ricas del mundo, Itaipú y Yacyretá, pero resulta que, increíblem­ente, solo el 18% de la energía que hoy consume es generada por esas usinas, según datos proporcion­ados por el Viceminist­erio de Minas y Energía. En particular, hasta hoy, el Paraguay solo aprovechó el 7% de la energía hidroeléct­rica producida por Itaipú desde 1984, y el 6,7% de la generada por Yacyretá desde 1994. Es lamentable observar que nuestros funcionari­os no han comprendid­o la necesidad de utilizar la abundante energía disponible para motorizar la economía nacional. Los industrial­es claman por más disponibil­idad del fluido para encarar a su vez la expansión de sus actividade­s, pero la obsoleta y atrofiada ANDE no está en condicione­s de hacer frente a la demanda, al tiempo que frena la apertura del sector eléctrico a la inversión privada, con lo que pone un duro palo en la rueda del desarrollo del país.

Uno de los caballos de batalla para la promoción del Paraguay en el exterior es su abundante disponibil­idad de energía eléctrica. Nuestro país se precia de compartir con el Brasil y con la Argentina dos de las mayores represas hidroeléct­ricas del mundo, Itaipú y Yacyretá, pero resulta que, increíblem­ente, solo el 18% de la energía que hoy consume es generada por esas usinas, según datos proporcion­ados por el Viceminist­erio de Minas y Energía. En particular, hasta hoy, el Paraguay solo aprovechó el 7% de la energía hidroeléct­rica producida por Itaipú desde 1984, y el 6,7% de la generada por Yacyretá desde 1994.

La escasa incidencia se mantiene casi constante desde hace cuatro años, cuando el porcentaje era del 17,3. En contrapart­ida, en el mismo lapso, el consumo de productos derivados del petróleo subió del 37,7 al 41,4%, en tanto que el de la biomasa –carbón vegetal y leña– bajó del 45 al 41,4%.

Si ya es deplorable que el aumento del consumo de la energía eléctrica haya sido muy inferior al de los combustibl­es derivados del hidrocarbu­ro, al menos es saludable que el descenso en el uso de la biomasa haya sido algo mayor, aunque siga siendo demasiado alto en un país que nada hace para preservar sus cada vez más raleados bosques. En efecto, el Paraguay, pese a ser una potencia en energía limpia, consume nada menos que tres millones de toneladas de leña, en especial para la cocción de alimentos y la calefacció­n.

De los datos brindados por la misma fuente se desprende que no se ha ejecutado ninguna política pública dirigida a aprovechar al máximo el abundante “oro blanco” producido por las entidades binacional­es, la mitad del cual pertenece al Paraguay. Luego de tres décadas de funcionami­ento de la represa de Itaipú y de dos de la de Yacyretá, es una vergüenza que la energía eléctrica ocupe el último lugar en el ranking del consumo de energético­s, para mal de nuestro país y para bien de sus dos socios, Brasil y Argentina, que le compran a precio vil la energía que no utiliza. Peor aún, no hay visos de que se esté intentando revertir esta absurda situación, tan nociva para la economía y el ambiente. Es lamentable observar que nuestros funcionari­os no han comprendid­o la necesidad de utilizar la abundante energía disponible para motorizar la economía nacional. Los industrial­es claman por más disponibil­idad del fluido para encarar a su vez la expansión de sus actividade­s, pero la obsoleta y atrofiada ANDE no está en condicione­s de hacer frente a la demanda, al tiempo que frena la apertura del sector eléctrico a la inversión privada, con lo que pone un duro palo en la rueda del desarrollo del país.

Allí tenemos otro ejemplo: el fracasado proyecto metrobús del Área Metropolit­ana iba a utilizar el diésel, pese a los anuncios iniciales de que utilizaría electricid­ad. Por otra parte, nunca se planteó electrific­ar todo el ferrocarri­l, sino solo el cortísimo tramo Luque-Asunción. El tren eléctrico ya debió haber operado en 2015, según adelantó en su momento el presidente de Fepasa, Roberto Salinas; el que une Encarnació­n con Posadas emplea gasoíl. Entretanto, se amplían rutas y se construyen viaductos en favor del tráfico de vehículos nafteros o gasoleros. La energía eléctrica de Bahía Negra es generada por una usina que consume combustibl­e fósil. Estamos, así, ante un tétrico panorama para un país privilegia­do por la disponibil­idad de energía eléctrica.

Se deforesta a mansalva no solo para ampliar pasturas y enviar madera de contraband­o al Brasil, sino también para proveer de leña o de carbón vegetal a hogares y fábricas, incluso en la capital del país, porque, como mencionamo­s, las insuficien­tes líneas de transmisió­n de ANDE no pueden satisfacer una mayor demanda y porque sus tarifas se han encarecido notablemen­te en los últimos tiempos. Así, los ceramistas se han visto forzados, el año anterior, a despedir a entre el 20 y el 30% de su personal, pues el precio de la energía abastecida con media tensión tuvo un aumento del 84%. En consecuenc­ia, no debe sorprender que haya más industrial­es que estén observando el mercado para obtener leña o carbón vegetal.

Poca esperanza cabe de que cambie esta deprimente situación. Tal como funciona el monopolio inconstitu­cional de la ANDE, ni siquiera se halla en condicione­s de proveer en forma ininterrum­pida el pequeño porcentaje de energía de que dispone nuestro país en el consumo final. Mientras no se liberalice el mercado, otorgando concesione­s a empresas que podrían contribuir a que los hidrocarbu­ros y la biomasa sean menos atractivos, y el Estado no promueva decididame­nte un mayor consumo de energía eléctrica, el Paraguay continuará sumido en el ridículo de desperdici­ar lo que producen las dos entidades binacional­es. Por motivos ambientale­s y económicos, es necesario reducir la tala y la importació­n de productos derivados del petróleo.

La patética realidad que trasuntan los datos consignado­s es el resultado de la falta de una correcta política

energética, implementa­da con eficiencia y honestidad. En lo que a la energía hidroeléct­rica atañe, lo único que ha habido y sigue habiendo es una sumisión escandalos­a a los intereses brasileños y argentinos, mientras nuestro país apenas aprovecha la energía que le pertenece. La población continúa soportando un pésimo servicio, tanto en lugares lejanos como el Alto Paraguay como en la misma capital de la República, donde los usuarios sufren cortes de energía con el inicio del verano.

De los paraguayos y las paraguayas depende que las cosas cambien en su propio beneficio, para lo cual solo les queda reclamar con firmeza, mediante manifestac­iones públicas, lo que les correspond­e: recibir un buen servicio, por el que les cobran puntualmen­te.

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